Un nuevo estudio sugiere que es posible. Se descubrió que las personas que consumen principalmente alimentos vegetales mínimamente procesados, como frutos secos, legumbres, frutas, verduras, cereales integrales y aceite de oliva, junto con cantidades moderadas de carne, pescado, huevos y lácteos, presentan tasas más bajas de muerte prematura
Al mismo tiempo, sus dietas dejaban una huella medioambiental menor porque se componían de alimentos que se cultivaban utilizando relativamente menos tierra y agua y que se producían con menos emisiones de gases de efecto invernadero.
El estudio, publicado el lunes 10 de junio de 2024 en la revista American Journal of Clinical Nutrition, se inspiró en un informe histórico de 2019 de la Comisión EAT-Lancet, que diseñó una “dieta de salud planetaria” capaz de mantener a 10.000 millones de personas y al planeta en 2050.
La dieta de salud planetaria, a grandes rasgos, anima a las personas a comer más plantas y alimentos integrales junto con pequeñas porciones de carne y lácteos. Se diseñó para ser flexible y adaptable a diferentes preferencias culturales, culinarias y personales.
El nuevo informe es uno de los primeros estudios de gran envergadura que analizan cómo afecta la dieta planetaria a la probabilidad de morir prematuramente por enfermedades graves. El estudio analizó los datos de más de 200.000 hombres y mujeres de Estados Unidos a los que se siguió de cerca durante más de tres décadas. El nuevo estudio descubrió lo siguiente:
Menor riesgo de mortalidad
Las personas cuyos hábitos alimentarios se ajustaban más a la dieta de salud planetaria tenían un 30% menos de probabilidades de morir prematuramente en comparación con las personas que comían las cantidades más bajas de alimentos que forman la base de la dieta de salud planetaria.
Menos enfermedades
Los consumidores de la dieta de salud planetaria tenían un 10% menos de riesgo de morir de cáncer, un 14% menos de probabilidades de morir de enfermedades cardiovasculares, un 47% menos de riesgo de morir de enfermedades pulmonares y un 28% menos de probabilidades de morir de Alzheimer y otros trastornos neurodegenerativos.
Menor riesgo de enfermedades infecciosas
Las mujeres cuyos hábitos alimentarios se ajustaban a la dieta de salud planetaria tenían un 38% menos de riesgo de morir por enfermedades infecciosas.
Mejor salud del planeta
Un análisis del impacto medioambiental reveló que este enfoque alimentario se asociaba a una reducción del 29% en las emisiones de gases de efecto invernadero, una reducción del 51% en el uso de tierras de cultivo, una reducción del 21% en el uso de fertilizantes y una reducción del 13% en las necesidades de riego y agua.
Cómo seguir una dieta planetaria
En el estudio, las personas cuyos hábitos alimentarios se adherían estrechamente a la dieta planetaria de la salud comían grandes cantidades de los siguientes alimentos:
Frutas enteras y verduras sin almidón como zanahorias, brécol, espárragos, coliflor, pepino y verduras de hoja verde. Cacahuetes y frutos secos como nueces, avellanas, pacanas, anacardos y pistachos. Legumbres como alubias, lentejas y guisantes. Pollo y otras aves de corral. Alimentos ricos en grasas insaturadas, como el aguacate, el aceite de oliva y el aceite de girasol.
Cereales integrales como el arroz integral, el arroz salvaje, la avena, la quinoa y la cebada, así como alimentos elaborados con cereales integrales (por ejemplo, pan integral y pan de centeno). Menor cantidad de carnes rojas y procesadas, huevos, refrescos, zumos de fruta y alimentos procesados azucarados, como caramelos, pasteles, cereales de desayuno y postres.
Walter Willett, autor principal del nuevo estudio y profesor de epidemiología y nutrición en la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard, subrayó que adoptar una dieta planetaria saludable no exige renunciar a la carne.
La describió como una dieta omnívora que da cabida a dos raciones diarias de alimentos de origen animal. Una semana típica de dieta, por ejemplo, podría incluir una ración diaria de lácteos como leche, queso o yogur, una ración semanal de carne roja, una ración semanal de huevos, dos raciones semanales de aves de corral y dos raciones semanales de pescado.
La dieta da prioridad a cantidades generosas de frutas, frutos secos y verduras y a una variedad de fuentes vegetales de proteínas como alubias, lentejas y otras legumbres, lo que hace que sea relativamente fácil de seguir, según Willett. “Se pueden juntar estas piezas con los sabores y alimentos de casi todas las culturas tradicionales”, añadió. “Hay mucha flexibilidad”.
Cómo una alimentación sana frena el cambio climático
La producción de alimentos representa alrededor del 30% de todas las emisiones de gases de efecto invernadero del mundo. Gran parte de ellas proceden de las emisiones de metano del ganado, la deforestación generalizada y las emisiones del procesado de alimentos, la maquinaria agrícola, el uso de fertilizantes sintéticos y otros aspectos de la producción agrícola.
La mayor parte de la tierra cultivable de Estados Unidos se destina a dos únicos cultivos -maíz y soja- con los que se alimenta al ganado. Esta práctica de monocultivo puede degradar el suelo, reducir la biodiversidad y requerir más riego, pesticidas y herbicidas. Según Willett, sólo un 5% de las tierras de cultivo de Estados Unidos se destina a otras hortalizas, frutas, frutos secos y legumbres.
Cambiar nuestra dieta y nuestro sistema de producción de alimentos no bastará por sí solo para frenar el cambio climático, pero son pasos importantes, afirmó Willett.
“Lo que este estudio demuestra es que podemos cambiar nuestra dieta para que sea mucho más sana que la dieta media estadounidense y, al mismo tiempo, tener un impacto sustancial en la ralentización del cambio climático”, añadió. “No tenemos que sacrificar la salud planetaria por la salud humana. Podemos tener ambas: es una doble victoria”.
El nuevo estudio fue observacional, lo que significa que halló correlaciones entre lo que la gente comía y su riesgo de enfermedades importantes, no necesariamente causa y efecto. Es posible que otros estilos de vida expliquen los resultados.
Pero los investigadores tuvieron en cuenta factores como si los participantes fumaban, hacían ejercicio, bebían alcohol o tenían antecedentes familiares de cardiopatías, cáncer y otras enfermedades. Los beneficios para la salud de una dieta rica en frutos secos, aceite de oliva, cereales integrales, frutas y verduras también se han documentado en rigurosos ensayos clínicos.
Marion Nestle, profesora emérita de nutrición, estudios alimentarios y salud pública en la Universidad de Nueva York, afirmó que el gobierno federal debería adoptar políticas alimentarias para promover dietas que no sólo sean nutritivas, sino también sostenibles.
“El gobierno podría elaborar directrices dietéticas claras, establecer normas más saludables para las comidas escolares, apoyar la producción de alimentos para las personas -en lugar de piensos para animales o combustible para automóviles- y dejar de subvencionar la producción industrial de carne”, dijo Nestle, que no participó en el nuevo estudio.
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