Los impasses recientes del presidente Nicolás Maduro con dos de sus aliados ideológicos en Sudamérica reflejan que ha cruzado “una línea roja” al mencionar la posibilidad de un “baño de sangre” en Venezuela si pierde la elección del domingo, advierten expertos.
Por Voz de América
Esta semana, Maduro y su gobierno protagonizaron sendas polémicas con dos altas figuras de la izquierda latinoamericana: primero con el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva; y, poco después con el exmandatario de Argentina, Alberto Fernández.
Lula se confesó “asustado” por las menciones de su homólogo venezolano sobre un posible “baño de sangre” si perdía la votación del domingo, un resultado que podría interrumpir la continuidad en el poder presidencial del chavismo por primera vez en 25 años.
Un día después y sin mencionar directamente a Lula, el jefe de Estado venezolano se refirió a las reacciones que causaron sus palabras en sendos actos de campaña electoral en los estados Cojedes y Carabobo. “El que se asustó que se tome una manzanilla (infusión para calmar los nervios), porque este pueblo de Venezuela está curado de espanto”, afirmó, antes de augurar “a los que se asustaron” que ganaría.
Maduro ha cruzado “una línea roja” incluso para sus socios ideológicos de democracias funcionales en la región, que decidieron “marcar distancias” con una postura “inconcebible” en un jefe de Estado en funciones y que además aspira a reelegirse, dijo a la Voz de América el analista venezolano de relaciones internacionales, Juan Francisco Contreras.
Después fue el turno de Alberto Fernández, expresidente de Argentina, dirigente político de izquierda y con quien Maduro coincidió en el poder durante cuatro años. El exmandatario secundó las afirmaciones de Lula sobre la aceptación del resultado en Venezuela.
“Si [Maduro] es derrotado, lo que tiene que hacer es aceptar, como dijo Lula, el que gana, gana y el que pierde, pierde, punto, se terminó, así es la democracia”, insistió en una entrevista.
Un día después de sus declaraciones, el mismo Fernández notificó que el gobierno venezolano le retiró su invitación como veedor de la elección y que no viajaría al país sudamericano. Según le explicó el Palacio de Miraflores, sus palabras “causaban molestias” y generaron “dudas” sobre su imparcialidad sobre el proceso electoral.
Fernández dijo que no entendía el malestar del gobierno venezolano: “Sólo dije que, en una democracia, cuando el pueblo emite su sufragio, ‘el que gana, gana y el que pierde, pierde’, y si el oficialismo fuera eventualmente derrotado debía aceptar el veredicto popular”.
Este jueves, el presidente de Chile, Gabriel Boric, llamó a las autoridades venezolanas a garantizar «el normal desarrollo» de la votación y a que haya un «irrestricto respeto» a los resultados de esos comicios. También, secundó a Lula en su preocupación sobre el presunto «baño de sangre».
«Concuerdo y respaldo las declaraciones de Lula: no se puede amenazar bajo ningún punto de vista con baños de sangre. Lo que reciben los mandatarios y los candidatos son baños de votos y esos baños de votos representan la soberanía popular, que debe ser respetada», dijo.
Las declaraciones de Maduro «son de una magnitud tan escandalosa que prendió las alarmas en todas partes, hasta entre figuras y sectores políticos con posturas ideológicas muy cercanas a Maduro, explicó Juan Francisco Contreras.
La mera mención de un baño de sangre “lo alejan de ellos y de prácticamente todo el mundo”, agrega, mientras resalta que incluso gobernantes aliados de sistemas autoritarios como Cuba y Nicaragua, han guardado silencio sobre sus afirmaciones en campaña.
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