La campaña de las trascendentales elecciones presidenciales del domingo cerró este jueves en Caracas con un duelo en la calle, trasladado también a las redes sociales, entre Nicolás Maduro y el tándem María Corina Machado/Edmundo González Urrutia. Entre el presidente revolucionario que ha llevado a Venezuela a la peor debacle socioeconómica de su Historia y el dúo opositor, que ha sembrado la esperanza de cambio entre más del 70% de la población criolla.
Un pulso desigual por todos lados, que Maduro, amparado en el aparato del Estado y en los fondos públicos, aprovechó para pontificar ante seguidores y acarreados, tan numerosos en las concentraciones oficialistas. Los intentos de esconder los cientos de autobuses pagados para llevar funcionarios, milicianos, evangélicos y grupos comunales resultaron una vez más infructuosos. Más allá de la traca mediática que acompaña a Maduro por todos lados, la tradicional Avenida Bolívar no llegaba, ni de lejos, a la mitad de ocupación que en las concentraciones históricas de Chávez.
«Sé que este pueblo no le fallará a la Historia, hemos construido una nueva mayoría política, social y cultural que se va a expresar el domingo 28 de julio», enfatizó el mandatario pese a las evidencias. Según la última encuesta hecha pública por Delphos, González Urrutia se impondrá el domingo gracias al apoyo del 59% de los venezolanos frente al 25% de Maduro si el gobierno consigue incrementar la abstención. Si no es así, la ventaja será igual con porcentajes mayores, 62% frente a 28%. Ello supone una diferencia de entre 2 y 4 millones de votos.
Mientras todas las televisiones venezolanas se esmeraban en reproducir los mensajes del mandatario, la «caravana de la libertad» recorría esa zona del este de Caracas a golpe de alegría popular, que se llenó de carcajadas cuando el tándem bromeó con unas gafas al estilo de las que usa Maduro en su Tik Tok. Eran una vez más los teléfonos celulares las «antenas» encargadas de multiplicar los avances opositores.
Miles y miles de caraqueños que desafiaron los obstáculos instalados de nuevo por el poder para acceder a la Avenida Principal de las Mercedes a la espera de sus líderes. Entre todos ellos cocinaron este jueves, a fuego muy lento, un sancocho con el Gallo Pinto al que casi nadie quiere. Así rezaba al menos la pancarta que portaba una joven en la concentración opositora en Las Mercedes, sitiada por los agentes revolucionarios.
El sancocho es una sopa caribeña y el Gallo Pinto es el nombre que Nicolás Maduro ha sumado a su extensa gama de apodos y sobrenombres, que tanto gusta utilizar el enorme aparato de propaganda revolucionario para dotarle de unos inexistentes aires de grandeza. A los ya conocidos ‘hijo de Chávez’, ‘presidente pueblo’, ‘conductor de victorias’ y ‘Superbigote’ se sumó en esta campaña el Gallo Pinto, tan parecido al Gallo Rojo de los comunistas.
La realidad es que el chavismo no sólo expropió el histórico Partido Comunista de Venezuela (PCV), sus siglas, su tarjeta electoral y su candidato, secuestrados para aparecer como parte de la coalición oficialista en torno a Maduro. También se llevó a su gallo para gloria de Maduro.
Sabedores de que se enfrentan a una todopoderosa revolución, pero con la fe que les da saberse amplia mayoría, miles y miles de opositores llegaron a pie a su cita con el tándem María Corina Machado / Edmundo González Urrutia. El despliegue revolucionario les había cortado caminos y accesos, pero no les importó, hasta allí llegaron andando. Había que hacer el último esfuerzo para secundar el grito de cambio que resuena desde la Venezuela profunda y desde los barrios populares.
Pasaron las horas en la concentración opositora, al grito de «¡Sí se puede!», hasta que se encendieron una vez más las luces de los celulares, las mismas que han acompañado a Machado en las noches más oscuras en el interior del país. No podía acabar la campaña de la esperanza sin un remedo del fenómeno social que ha recorrido Venezuela en estos meses, un hito en la Historia política del continente.
La inmensa herida provocada por la diáspora, nueve millones de venezolanos repartidos por el planeta, ha soplado con tanta fuerza que se ha convertido en un huracán de camino en el país derruido por la revolución que prometió un mundo mejor.
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