A una semana de las elecciones en Venezuela, José Luis Rodríguez Zapatero guarda un silencio absoluto sobre un proceso cuyo resultado es cuestionado por buena parte de los gobiernos de América Latina, Estados Unidos y la Organización de Estados Americanos (OEA).
Un mutismo que, según pudo conocer ABC, genera tensión dentro del Grupo de Puebla, espacio que reúne a exmandatarios y políticos de centro izquierda de Iberoamérica y tiene en el expresidente de Gobierno socialista a un protagonista ineludible porque antes de las elecciones el exmandatario español se posicionaba públicamente casi como uno de los articuladores del proceso electoral que hoy tiene al país sudamericano en estado de convulsión.
Todo comenzó el pasado fin de semana, cuando Zapatero no quiso suscribir un comunicado de los enviados del Grupo de Puebla a Caracas, los expresidentes Ernesto Samper de Colombia y Leonel Fernández de República Dominicana. Ambos reclamaron «que el Consejo Nacional Electoral (CNE), tal y como han sugerido el secretario general de la ONU y el Centro Carter, garantice la transparencia del proceso electoral publicando la totalidad de las actas de escrutinio, desagregadas por centros y mesas de votación».
Grieta
A lo largo de la semana la grieta se profundizó porque mientras Zapatero mantuvo su silencio, el presidente brasilero Lula Da Silva, que también integra el Grupo de Puebla y es uno de sus miembros más influyentes, incrementó su presión para que Nicolás Maduro muestre las actas de la elección. Un discurso acompañado por hechos: esta semana Lula estará reunido en Chile con Gabriel Boric, quien prácticamente no validó el resultado desde el primer momento.
Según explican integrantes del Grupo de Puebla a ABC, la postura que prima en el colectivo está en sintonía con la del gobierno de Lula y alejada del silencio de Zapatero. No por nada Fernández, en su comunicado inicial, mencionó al Centro Carter, ‘think-tank’ ligado al Partido Demócrata de Estados Unidos y que hizo un análisis demoledor del proceso electoral.
Jeannie Lincoln, jefa de la misión en Venezuela del Centro Carter, afirmó que la información dada por el CNE ha sido «sin transparencia», pues «anunciaron un total global de un candidato como ganador, pero sin base de información de las mesas, de las actas». «A la vez, los testigos tienen en sus manos copias de las actas oficiales y es información clave. Son números que no son iguales», dijo.
Otro integrante del Grupo de Puebla, Celso Amorim, asesor de Lula en materia de política exterior, habría aportado elementos al gobierno de su país para desacreditar por completo el proceso organizado por el régimen venezolano. Amorim abandonó Caracas sin mostrarse públicamente con Maduro.
Frente a este panorama, el silencio de Zapatero estaría acompañado de una postura que le escucharon integrantes del Grupo de Puebla esta semana y que vendría a sostener que el colectivo debe evitar señalar el fraude electoral porque eso sería hacerle el juego a la oposición al chavismo.
El expresidente se habría mostrado preocupado por algunas declaraciones de la jefa de la oposición, María Corina-Machado, que fue inhabilitada para presentarse a los comicios por determinación de la justicia bolivariana.
Zapatero tiene buena aceptación entre los expresidentes latinoamericanos porque es su principal nexo con Europa y además es uno de los impulsores de los temarios habituales del Grupo de Puebla, como es el caso del ‘lawfare‘. Por estas horas se desconoce su ubicación exacta aunque diversas versiones procedentes del interior del Grupo lo sitúan en Colombia.
Problemas internos
El problema para el resto de los integrantes del colectivo es que varios de ellos tienen actividad política en sus países y el hecho de ser tibios ante Maduro les puede generar complicaciones en sus aspiraciones internas. Lula, por mencionar un ejemplo, tiene tres integrantes de su gabinete que ya han desautorizado los resultados. En México, la canciller Alicia Bárcena (también integrante del Grupo), mantiene distancia respecto a Caracas para no tensionar el vínculo estratégico con Washington. Y en Argentina hasta el peronismo ha marcado sus límites: este fin de semana en una conferencia en Ciudad de México Cristina Fernández de Kirchner le reclamó a Maduro que muestre las actas.
Venezuela se volvió un drama para el Grupo de Puebla. La que debía ser una situación de oportunidad para propiciar el paso hacia la democracia se convirtió en un dolor de cabeza interno. A horas de la elección los enviados del espacio, entre ellos Zapatero y el coordinador del Grupo, el chileno Marco Enríquez-Ominami incluso había conversado con dirigentes opositores y se mostraban optimistas por la calma en la cual se desarrollaron las elecciones. Pero la noche caraqueña mostró a Maduro en su faceta más extrema y todos los planes se desdibujaron.
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