El 20 de diciembre del año pasado, Estados Unidos aseguró la liberación de 10 ciudadanos estadounidenses en Venezuela, seis de ellos detenidos injustamente, a cambio de un aliado cercano del presidente autoritario Nicolás Maduro y un compromiso de Caracas de dejar de detener a estadounidenses para usarlos como peones de negociación.
Por CNN
“La administración dejó muy clara la expectativa de que no se detengan más estadounidenses y aseguró compromisos en esa línea”, anunció en ese momento un optimista funcionario estadounidense.
Ese acuerdo, que también incluyó la extradición de un excontratista militar conocido como “Fat Leonard”, quien orquestó el mayor escándalo de corrupción en la historia de la Marina de EE.UU., fue aclamado como un deshielo en las relaciones en el prolongado enfrentamiento entre los países que ha visto a EE.UU. imponer sanciones a Venezuela y acusar a su líder de usurpar ilegalmente el poder, violar los derechos humanos y traficar drogas.
Sin embargo, avanzamos rápidamente hasta casi un año después y el ambiente se ha vuelto más el de un truco de Halloween que el de un regalo de Navidad.
Hace unas semanas, Venezuela anunció que detuvo al menos a cuatro ciudadanos estadounidenses, junto con un puñado de otros ciudadanos extranjeros, alegando que formaban parte de una conspiración internacional orquestada por la CIA y la inteligencia española para derrocar a Maduro.
Esa afirmación ha sido fuertemente negada por los gobiernos de Estados Unidos y España.
Este jueves, el ministro de Interior de Venezuela, Diosdado Cabello, informó sobre nuevos detenidos, incluyendo a siete estadounidenses, con lo que suman 19 los extranjeros arrestados como parte de esta supuesta trama de desestabilización del país.
El Departamento de Estado de EE. UU. dijo que las afirmaciones son “categóricamente falsas”, e insinuó que las detenciones están vinculadas a las críticas estadounidenses sobre la disputada elección presidencial de Venezuela, que Maduro afirma haber ganado a pesar del escepticismo generalizado. Estados Unidos “continúa apoyando una solución democrática a la crisis política en Venezuela”, dijo el Departamento de Estado, de manera enfática, al comentar sobre las acusaciones.
Entonces, ¿hay algo de cierto en las afirmaciones de Venezuela? Y si no, ¿qué espera ganar Maduro volviendo a una vieja estrategia?
Guion de Hollywood y un conveniente chivo expiatorio
Los detalles del supuesto complot parecen el guion de un thriller de Hollywood. El ministro del Interior de Maduro, Diosdado Cabello, afirma que los extranjeros detenidos, que también incluían a dos españoles y un checo, formaban parte de una unidad sombría que viajó a Venezuela para matar a Maduro, aparentemente motivados por la recompensa de hasta US$ 15 millones que el Departamento de Justicia de EE. UU. ofreció en 2020 por información que condujera a su arresto o condena.
De acuerdo con Cabello, el complot no solo involucraba a la CIA, sino que estaba liderado por un Navy Seal, infante de la Marina, en servicio activo de EE.UU., e involucraba un envío de 400 fusiles y otras armas de fuego fabricadas en EE.UU. (ahora incautadas).
Cabello afirma que otros dos ciudadanos estadounidenses eran “hackers” con la intención de interrumpir el crónicamente ineficiente servicio eléctrico de Venezuela. (No es la primera vez que Cabello denuncia apagones; alegó “ataques terroristas” de la oposición detrás de un apagón a finales de agosto que afectó al menos a nueve estados venezolanos y decenas de ciudades, incluida la capital Caracas).
De manera intrigante, el portavoz de la Casa Blanca, John Kirby, confirmó que el hombre identificado por Caracas como el presunto cabecilla, Wilbert Castañeda, es un miembro en servicio activo de la Marina de EE.UU. que, según Kirby, fue a Venezuela en “viaje personal.” Otros medios informaron que Castañeda, quien tiene doble ciudadanía mexicana-estadounidense, solía servir como infante de Marina, pero fue despojado de su estatus en algún momento del pasado.
Dada la naturaleza de las acusaciones, las afirmaciones de Venezuela son casi imposibles de verificar de manera independiente.
No obstante, entonces los escépticos podrían decir que ese es exactamente el punto: que para Maduro, la CIA es simplemente un chivo expiatorio conveniente, probado y comprobado.
En el pasado, Maduro también ha alegado, sin pruebas, que el Gobierno de EE. UU. y el expresidente Donald Trump estaban detrás de un intento de homicidio en 2018, en el que un dron cargado de explosivos detonó en el aire durante uno de sus discursos (un “ataque” que los fiscales inicialmente intentaron atribuir al entonces presidente colombiano Juan Manuel Santos). Maduro también ha alegado, nuevamente sin evidencia, que la CIA y Washington en general fueron responsables de una insurrección en abril de 2019, y en septiembre del año siguiente su gobierno detuvo al ciudadano estadounidense Matthew Heath bajo acusaciones de espiar refinerías de petróleo en el estado de Falcón. Heath fue liberado más tarde en un intercambio de prisioneros, y el gobierno de EE.UU. siempre ha negado su participación en cualquiera de los supuestos complots.
Dicho esto, Maduro sabe que hay una audiencia receptiva a tales narrativas, precisamente porque la CIA tiene una historia bien documentada de injerencia en la región. Y probablemente no se le escapa que EE.UU. estaba al tanto de un complot para derrocar a su predecesor, Hugo Chávez, semanas antes de que se intentara un golpe de Estado en 2002.
¿”Perros sueltos” o una amenaza interna?
Aún así, incluso entre aquellos en el gobierno venezolano que creen que los servicios de seguridad han tropezado con algún tipo de complot, hay algunos que son escépticos de las afirmaciones de Cabello sobre la participación de la CIA.
“Creo que estos son más perros sueltos que una participación real del gobierno de EE.UU., porque todos saben que remover a Maduro por la fuerza solo escalaría el conflicto alrededor de Venezuela”, dijo una fuente del gobierno que, al igual que otras personas consultadas para este artículo, pidió no ser nombrada debido a la naturaleza confidencial del tema.
“Pero no se puede subestimar el atractivo de la recompensa del Departamento de Justicia de US$ 15 millones, especialmente para aventureros locos, ¿o realmente crees que un infante de Marina en servicio activo viajó a Venezuela para un romance de verano?”, dijo la fuente.
Un escenario que no parece estar bajo consideración en los pasillos del poder en Caracas es si un complot pudo haber surgido desde dentro del país.
Eso puede sonar sorprendente, dado que Maduro ha alienado a vastos sectores de la población con su “victoria” electoral y la posterior represión de la oposición. También es probable que haya alienado a algunos de los que están dentro de su propio gobierno con su hábito de cambiar y reemplazar personal clave a su antojo.
Sin embargo, aunque no es imposible imaginar a exchavistas conspirando para derrocar a Maduro, una explicación más probable puede ser simplemente que el líder venezolano haya inventado toda la historia para obtener ventaja política contra su viejo enemigo, EE.UU.
Si es así, ¿qué cree Maduro que puede ganar?
¿Una táctica de negociación?
La respuesta obvia nos lleva de vuelta a las elecciones. En octubre del año pasado, antes de la liberación de “Fat Leonard” y compañía, Maduro prometió a EE.UU. que las elecciones en Venezuela serían libres y justas. Y tan recientemente como hace seis meses, la comunidad económica en Caracas esperaba que al menos fueran lo suficientemente justas como para que EE.UU. levantara sus sanciones petroleras restantes y devolviera a Venezuela al redil de las democracias del mundo.
La subsiguiente farsa electoral y la deserción de Maduro de sus compromisos para restaurar la democracia pulverizaron esas esperanzas y dejaron en claro que cualquier paso adicional hacia la reconciliación tendría que ser dolorosamente negociado por diplomáticos.
Parece que Maduro ve a los estadounidenses recién detenidos como peones para ser utilizados en esas negociaciones, con miras a silenciar las críticas de EE.UU. sobre las elecciones y como palanca en cualquier negociación de sanciones.
Es un enfoque que envía un mensaje calculado al presidente de EE.UU., Joe Biden, cuya administración ha priorizado la liberación de ciudadanos estadounidenses detenidos injustamente en el extranjero, habiendo alcanzado acuerdos similares con el presidente de Rusia, Vladimir Putin, para las liberaciones de la estrella de la WNBA Brittney Griner y el periodista del Wall Street Journal Evan Gershkovich.
Sin embargo, más allá de Biden, las detenciones también son un mensaje para quien asuma la presidencia, ya sea Kamala Harris o Donald Trump.
Desde la votación disputada en Venezuela, el Departamento de Estado solo ha actuado mínimamente contra el país, imponiendo sanciones personales a 16 individuos y pidiendo a Venezuela que libere las actas de votación completas para aclarar el resultado.
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