Los 300 venezolanos que habitan desde hace tres años una franja de terreno ajena en los alrededores de la Central de Abastos de Cúcuta, Cenabastos, viven a diario con el credo en la boca. Así lo reseña La Opinion.
Duermen en Bugguies, como ellos les llaman, que no son otra cosa que cambuches de cartón, latas y colchas de sábanas viejas, a orillas del canal Bogotá que remata en esa zona de la ciudad.
Lee también: Fracción 16J solicita al Pdte. (E) Guaidó estatus de los trámites del TIAR
El lugar se asemeja a una ranchería de indios yukpa, pero con la diferencia que en esta no se observan canastos, túnicas ni objetos elaborados del fruto del totumo, sino tarros de plásticos, latas, cartones, alambres y vasijas de aluminio en grandes cantidades, que a diario recogen en los barrios de los alrededores y de lo cual ganan su sustento.
Son recicladores y este oficio les ha servido para sobrevivir en una ranchería a la que llamaron Ciudad de Dios.
Allí sobreviven en condiciones de total vulnerabilidad, entre ellas 120 niños y adolescentes, cuyos padres se dedican de día y de noche al rebusque del reciclaje; otros son vendedores informales.
Tienen una particularidad y es que la mayoría proviene de San Felipe en Yaracuy, un estado llanero de Venezuela.
Los más antiguos llegaron en enero de 2017 parapetándose en los alrededores de la Central de Abastos de Cúcuta en procura de lograr el sustento diario, los que podían vendiendo algún producto y otros hurgando en las basuras para reciclar cartón, plástico, vidrio y cualquier objeto que sirviera para ganar algunos pesos.
José Pérez, uno de los más viejos en Ciudad de Dios, admite que las condiciones en que viven no son las más dignas para sus hijos y mujeres, “pero sí mejores a las que teníamos en Venezuela. Al menos aquí nos ganamos la vida sin peligro y comemos tres veces al día, cosa que allá (en Yaracuy) se volvió imposible”.
Hay algo que preocupa en Ciudad de Dios: los niños y las mujeres embarazadas. Hay por lo menos diez mujeres a punto de dar a luz y otras cinco recién trajeron a sus hijos a este mundo.
El lugar no cuenta con letrinas, agua ni electricidad. Son unos 100 cambuches en los que los habitantes de Ciudad de Dios viven hacinados y en medio de todas las necesidades.
Pérez dijo que son optimistas en que pronto se solucionen los problemas en su país, para volver de nuevo a su tierra natal. Por lo pronto les piden a las autoridades colombianas que no los vayan a desalojar porque no tienen a dónde ir a ganarse su sustento.
Hubo desalojo
El martes, al caer la tarde, la Secretaría de Gobierno de Cúcuta irrumpió de manera sorpresiva en la ranchería y con el apoyo de la policía y Migración Colombia procedió a desalojar a los 300 venezolanos que habitan en Ciudad de Dios.
Lee también: The New York Times: Sobrevivieron a la colonización y la guerra… pero el colapso de Venezuela fue demasiado
La subsecretaria de Gobierno, Sandra Roa, dijo que algunos ciudadanos extranjeros fueron entregados a Migración Colombia para su deportación.
Con información de La Patilla