El éxodo de venezolanos ha dejando miles de casas deshabitadas y muchos ancianos sin familiares que los cuiden. Este fenómeno social ha abierto otras opciones de ingresos para aquellos ciudadanos que ha decidido quedarse en su tierra.
Silvia Fuenmayor es una psicopedagoga con 20 años de experiencia, no obstante, el bajo salario que percibía la obligó a emprender otras actividades que también benefician al prójimo.
Empezó con la entrega a domicilio de regalos encargados y pagados por la diáspora para que llegaran puntualmente a sus familiares que viven en Venezuela, pero a raíz de esta idea, los clientes emigrados empezaron a demandar más servicios, destacó EFE.
Ahora se encargan del pago de impuestos de viviendas deshabitadas, coordinan el arreglo de filtraciones de agua o venden, por encargo, los enseres que se quedaron en los hogares de los que se vieron obligados a salir de país, para luego poner a la venta esos inmuebles.
También se aseguran de visitar regularmente las casas y encender las luces o poner música alta para que parezca que están habitadas y que «todo permanezca funcionando».
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Explica Fuenmayor que el mantenimiento sencillo de un inmueble pequeño cuesta 35 dólares mensuales y el precio se va ajustando hacia arriba según las exigencias y dimensiones de la vivienda.
La otra cara del éxodo venezolano la representan los ancianos que se han quedado en el país mientras sus familiares emigraron buscando mejorar su calidad de vida; en ese panorama, personas como la pediatra venezolana Evir Sifontes ofrecen servicios para acompañar a los abuelos, un oficio que empezó como «una labor social».
Sifontes es médico pediatra y trabajó durante años en los hospitales públicos del país, donde los médicos ganan menos de 10 dólares al mes, por lo que en 2019 se fue tres meses a Costa Rica pero prefirió regresar a Caracas para continuar con su pequeña empresa, que atiende a abuelos cuyas familias han emigrado por la crisis.
Si un abuelo requiere adquirir un medicamento, el familiar contacta a Sifontes y a su socio, quienes trasladan al adulto mayor a la farmacia para hacer la compra, previa investigación para saber la disponibilidad de la medicina.
También acompañan a sus clientes a citas médicas, situación en la que la formación de Sifontes facilita que el especialista se «conecte» con ella «de forma más clara» y que luego el paciente «cumpla con las indicaciones» bajo la vigilancia de la sanitaria.
Al ser consultada sobre las tarifas, Sifontes explica que trata «de ser solidaria» porque «es una necesidad». Es así que, por ejemplo, por acompañar al banco a retirar la pensión cobran cuatro dólares y para ir a una cita médica hasta diez dólares.