La fiesta del Día de la Independencia en la residencia del la representación diplomática de México en Caracas era discreta y austera. Alrededor de 40 personas entre personal de la embajada, familiares y amigos se reunieron en el inmueble ubicado en el barrio residencial de Valle Arriba para festejar con un menú que incluía pozole con chile guajillo y tortillas frescas.
Por Javier Chávez / razon.com.mx
Entre los invitados estaba el diputado Franco Casella, dirigente nacional de Voluntad Popular, partido opositor al que también pertenece Juan Guaidó. Casella llevaba 126 días asilado en la residencia, luego que el 14 de mayo ingresó al lugar después de que el Tribunal Supremo de Venezuela ordenara retirarle su fuero parlamentario, acusado de traición a la patria por participar en el levantamiento llamado Operación Libertad.
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Circunstancialmente, ése fue el día que el diputado eligió para eludirse.
El legislador supo alrededor de las 12:00 horas del 16 de septiembre que el salvoconducto para su solicitud de asilo en México sería entregado en pocos días, sin embargo hizo una llamada telefónica y activó un protocolo que incluía sacar a su esposa y a la menor de sus hijas de Venezuela, e involucró a 5 personas, 2 vehículos, un recorrido alrededor de 1,000 kilómetros y 19 horas de ansiedad hasta el suelo colombiano.
“En pleno Día de la Independencia, en medio de una celebración muy discreta que había para festejar con personal de la embajada, yo tomo la decisión más peligrosa, de emprender un proceso de sacar a mi familia y , en paralelo, horas más tarde, salir yo. Decido fugarme, en minutos, activo a un grupo de colaboradores, envío mensajes al equipo para que active un plan de emergencia”.
Franco Casella: Diputado de Voluntad Popular
En entrevista con La Razón, el dirigente de Voluntad Popular explica que su decisión estuvo motivada principalmente porque le incomodó que el otorgamiento de asilo se fuera a dar en medio de un diálogo que considera falso, pues solamente participan Nicolás Maduro y actores poco relevantes de la oposición venezolana.
“Yo dejé una carta, yo no dije por qué me había ido. No podía decirlo porque yo no sabía si llegaría o no a salvo a mi destino, que era salir del país”.
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“Se pretendió hacer un show en la cancillería venezolana, en donde México me entregaba el asilo y Delcy Rodríguez me entregaba el salvoconducto, yo no me iba a prestar para ese intercambio”, declara.
Casella sostiene que su solicitud de asilo, la cual ingresó por medio de una carta el 26 de julio de 2019, fue demorada debido a la injerencia de Delcy Rodríguez, vicepresidenta de la República Bolivariana de Venezuela, y su hermano, Jorge Rodríguez, quienes mantienen una relación con Efraín Guadarrama Pérez, director general de Organismos y Mecanismos Americanos de la Cancillería mexicana.
“Había hecho la solicitud. Pero empiezo a ver que se tarda eso demasiado. Hay un funcionario, que es el enlace entre el Canciller, y es quien supervisa directamente a los encargados de negocios, Efraín Guadarrama. Este personaje empieza a generar retardos, me dice que está concedido el asilo, pero no me entregan el documento.
“Este funcionario también mantiene conversaciones y una relación muy cercana, a mi gusto, con los hermanos Rodríguez, Delcy y Jorge, enclaves de Maduro. Ya yo sentía una parcialidad hacia el régimen, no de los funcionarios, sino de quien generaba las instrucciones desde México”, declara.
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Así, mientras en la residencia oficial de la representación mexicana se llevaba a cabo la comida con motivo del 209 aniversario de la Independencia, Casella se retiró a su habitación, empacó sus pertenencias en una bolsa de basura y se dispuso a abandonar el inmueble, que estaba vigilado por seguridad privada y policías.
El momento que el diputado opositor a Maduro eligió para escabullirse fue después del brindis de honor, en el cual participó e incluso dirigió unas palabras a las autoridades mexicanas, que ni siquiera sospechaban que unos minutos después, alrededor de las 18:00 horas, se iría.
“Dije unas palabras muy sentidas acerca de mi afecto hacia México. Ya en el fondo yo sabía que eran palabras de despedida, pero los funcionarios no”, recuerda.
El legislador relata que utilizó la puerta del cuarto por donde se tiran los desperdicios de la casa para salir a la calle, donde, con miedo, caminó alrededor de 150 metros a la Avenida Nicolás Copérnico, hasta un punto donde un colaborador le entregó las llaves de un vehículo que ya estaba en marcha.
No tenía idea de cuánto le tomaría a los diplomáticos mexicanos percatarse de su ausencia, por lo que condujo el automóvil a través del barrio de Las Mercedes y Chula Vista hasta llegar a la Autopista Francisco Fajardo y enfilar hacia el oeste.
Casella recuerda que el recorrido se volvió eterno, pues todo el tiempo miraba el espejo retrovisor de su vehículo para asegurarse que nadie lo seguiera, ya que el riesgo de caer en las manos del Servicio Bolivariano de Inteligencia y de la Guardia Nacional Bolivariana era latente. De hecho, en varias ocasiones tuvo que acceder a caminos secundarios para evadir la mayor cantidad de retenes policiacos posibles, algunas de cuyas ubicaciones conocía gracias a que un colaborador le había dado esa información.
Así condujo hasta Maracay, localidad ubicada a 129 kilómetros de Caracas, donde cambió de automóvil. Desde este punto, Casella estuvo acompañado por un amigo.
El resto del trayecto por Valencia, San Carlos, Barinas, Guanare y El Piñal fue accidentado, con 35 retenes policiacos y de paramilitares en total. En uno de ellos fue reconocido por un mando de la Guardia Nacional Bolivariana, quien aplaudió la gesta del partido opositor y lo dejó ir, relata vía telefónica desde Madrid.
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“Incluso uno de los retenes era dirigido por gente del Ejército de Liberación Nacional. En tres de ellos hubo un riesgo real de quedar detenido y en uno de ellos un capitán de la Guardia, muy cerca de la frontera, me dice: ‘diputado, yo sé lo que está pasando, hay órdenes de capturarlo, pero sé que usted es parte de esos diputados que ha asumido la defensa de mis colegas que se encuentran detenidos y torturados’”, refiere.
Casella menciona que ya cerca de Cúcuta pagó en un retén para evitar que autoridades revisaran su identidad, mientras que en Barinas desembolsó 350 dólares para cruzar por un punto de control de la Policía Bolivariana.
“Fue una travesía muy compleja. Cuando llegamos a la frontera atravesamos una de las tantas trochas, de noche, esperando en medio del monte, en medio del río, y ya llegando al lado colombiano las autoridades de ese país habían desplegado a elementos de seguridad que me recibieron y me resguardaron”, narra.
Esa última parte de la fuga, cuando llegó a la frontera con Colombia, se dio a pie, confundido con otros venezolanos que escapan de su país, en medio de la montaña y con un guía que le cobró 5 dólares para llevarlo por caminos clandestinos.
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Ahí, entre los mosquitos, la humedad y la oscuridad de la noche, Casella volteó su cabeza hacia atrás y miró con melancolía las siluetas de las montañas venezolanas de Táchira. Logró escapar de Nicolás Maduro.
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