El abrazo entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, certificando el acuerdo entre el PSOE y Unidas Podemos, marcó apenas el inicio de las negociaciones para conformar gobierno tras las elecciones generales del domingo, pero el escenario es mucho más hostil con este nuevo Parlamento.
Si no fue posible tener la mayoría necesaria con el Congreso electo en abril, mucho más difícil será consolidar un gobierno con un Parlamento tan disperso como el que los españoles eligieron en esta ocasión.
Los grandes partidos están atrapados en los dilemas generados por su propia estrategia política y por la amenaza de sus competidores internos. A la alianza entre PSOE y UP le faltan 21 diputados para alcanzar los 176 necesarios que permitan investir a Pedro Sánchez en una primera votación, pero incluso tendrán grandes dificultades para lograr la mayoría simple necesaria en la segunda votación.
Se puede dar por descontado el apoyo del Partido Nacionalista Vasco, espantado por el deslizamiento radical del Partido Popular y el ascenso de Vox, que llegó a plantear la ilegalización de los partidos nacionalistas. Esto implicaría el voto a favor de Bildu. Deberían sumar, sin mucha dificultad, al Bloque Nacionalista Galego, de izquierdas, así como al Partido Regionalista de Cantabria de Miguel Ángel Revilla. Podrán sumar algún escaño pero están lejos de los necesarios.
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