La mayoría de los 150 músicos venezolanos que integran la orquesta y el coro Sinfonía Migrante de Perú trabajan como dependientes en comercios o tocan música en la calle y en el transporte público para ganarse la vida, y dejaron de pisar asiduamente los escenarios cuando cruzaron la frontera, según reseña El País.
Una historia de precariedad laboral a la que se suman otros muchos intérpretes del país sudamericano instalados en Perú ante la crisis que sufre su nación. Ahora, lejos de su tierra, batallan por volver a tocar en auditorios como antes, mientras se enfrentan a un país en el que la discriminación contra los venezolanos va en aumento.
Anais Rivas, una de las violinistas de esta orquesta que nació hace tres meses en Lima, recuerda cómo lloraba en su primer trabajo en Perú como agente de seguridad privada. “¿En qué mundo iba a imaginar tener un trabajo así?”, cuenta esta joven de 25 años que ve cómo se ha esfumado su sueño de estudiar un posgrado en educación en Japón. Se lamenta por aquello, pero sonríe al recordar que hace una semana pudo cumplir otra de sus grandes ilusiones: conocer a la violinista Anne Sophie Mutter, de la Filarmónica de Berlín.
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