70 millones de copias y 120 millones de jugadores. Estas son las cifras del videojuego Just Dance, que cumple 10 años en la cumbre del éxito. «Es un juego hecho a conciencia, pero sin tomarnos demasiado en serio», asegura Damien Pousse, director creativo de la última entrega.
Frente al estereotipo que impera en el sector, Just Dance es la prueba de que hay vida más allá de los videojuegos de disparos cargados de testosterona. También los hay sencillos, de pura diversión, que consiguen reunir a un público familiar.
El éxito fue inesperado, incluso para el propio Ubisoft, el estudio que lo lanzó en 2009, como reconoció recientemente el presidente de la compañía, Yves Guillemont.
El primer título no tuvo críticas excelentes, pero al público le encantó y, tras una treintena de entregas, lo encumbró hasta vender varias decenas de millones de copias y jugadores en todo el mundo.
«En 10 años nos hemos convertido en la serie de videojuegos musicales número uno de todos los tiempos«, declara a Efe Poussin, que dirigió la parte creativa del proyecto desde el primer lanzamiento y también la última de sus entregas, Just Dance 2020.
La evolución
Aunque su jugabilidad básica sigue siendo la misma, evolucionó mucho, también a nivel gráfico. Cada nuevo juego llega siempre con nuevas características y 40 canciones nuevas.
En general, se consiguió aportar personajes más modernos, con nuevos diseños, nueva estética y estilos de baile, pero manteniendo la mentalidad original. Es decir, se creó una experiencia muy accesible y disfrutable para todos.
Para Poussin una de las cosas más complicadas es encontrar la selección musical más adecuada porque es la base de la experiencia del juego. «Se trata de un buen equilibrio entre los éxitos del momento, los clásicos más conocidos y queridos y las sorpresas. Este año se ha incluido “Con altura”, de la cantante española Rosalía».
La clave de esta industria es ofrecer siempre una gran diversidad de estilos y experiencias. Por ello, el juego ocupa un lugar muy concreto dentro de la industria porque es el único que aporta a sus jugadores endorfinas y no adrenalina. «Cuando juegas te sientes bien contigo mismo y con los demás porque el baile consiste en crear un vínculo y sentirte bien con tu cuerpo», afirma.
Una vez que se elige una canción, el equipo creativo se centra en un concepto único que encaje con la música y la atmósfera que la rodea, y eso incluye la coreografía, el diseño de personajes, el fondo y los efectos visuales. «Trabajamos con coreógrafos y bailarines que seleccionamos dependiendo de su estilo y su habilidad para interpretar a cada personaje», explica.
EFE
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