En una zona industrial cercana a Ciudad de México, una bióloga levantó en 2014 un oasis de flores en un apéndice de la principal universidad del país, con el anhelo de recuperar las poblaciones de colibríes, las aves polinizadoras más importantes de América, amenazadas por el voraz crecimiento de las ciudades.
Desde entonces, más de un centenar de jardines urbanos han florecido de la mano de aficionados y escuelas, principalmente en la capital, y se han alzado como una opción para la supervivencia del ave más pequeña del mundo.
“Cada vez que las ciudades crecen, estamos quitando más bosque, estamos eliminando vegetación que utilizaban los colibríes para alimentarse, para reproducirse”, dijo a Reuters Claudia Rodríguez, una bióloga colombiana que apoya a María del Coro Arizmendi, líder del proyecto “Jardines urbanos para colibríes”.
“Cuando empiezan a desaparecer los colibríes, la diversidad de plantas disminuye. A largo plazo, se va a ver un empobrecimiento de los ecosistemas”, agregó en el jardín de la Facultad de Estudios Superiores (FES) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde mirtos, lantanas y otras especies de flores tubulares son libadas por las pequeñas aves.
América es hogar de unas 350 especies de estas aves. De ellas, 58 se encuentran en México, pero la mitad de sus 13 especies endémicas están amenazadas y dos en peligro de extinción debido al cambio climático, la tala de árboles, el incremento de la mancha urbana y su uso como amuletos para atraer el amor.
Desde la inauguración del jardín en la FES Iztacala, al norte de la capital, Rodríguez dijo que empezaron a llegar más colibríes -principalmente de las especies pico ancho y berilo- y otros polinizadores como abejas, mariposas y abejorros.
“(La receptividad) ha sido increíble. Estamos muy contentos porque empezó como un proyecto académico, pero nos dimos cuenta muy rápido que los colibríes a la gente le encantan”, contó Rodríguez respecto a los otros 149 jardines que surgieron a raíz del proyecto, mientras algunas aves, de plumaje con colores metálicos, revoloteaban en busca de néctar.
Al polinizar, el colibrí contribuye a la conservación de un millar de especies de plantas, algunas de las cuales México exporta a Canadá y Japón.
“A veces, la gente te dice: ‘me encontré un colibrí en la calle, tirado, o muerto’. Muchas de estas muertes se dan porque los colibríes no tienen comida. Son aves que tienen un metabolismo muy rápido y todo el tiempo tienen que estar comiendo”, confesó Rodríguez, quien llegó a México hace 13 años.
“Si cada edificio tuviera un jardín, vamos a hacer un corredor gigante en la ciudad donde los colibríes siempre van a tener alimento”, agregó, esperanzada. “Vamos a ayudar muchísimo a que ellos puedan retomar este espacio que perdieron cuando lo volvimos principalmente pensado para nosotros”.
Reuters
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