La dolarización en Venezuela ha alentado en las últimas semanas una reactivación del consumo que proyecta una sensación de falsa normalidad en el comercio. Las operaciones en divisas extranjeras suponen ya al menos dos terceras partes del total, según varias estimaciones del sector financiero. Y Nicolás Maduro, asfixiado por la desbocada hiperinflación del bolívar y las sanciones, ha dado un giro a su política, optando por permitir la circulación no regulada de dólares en busca de un balón de oxígeno.
Francesco Manetto | El País
El Portugués lleva décadas vendiendo carne, conservas y quesos en Petare, el barrio popular más extenso de Caracas. Hubo temporadas en las que para comprar un kilo de ternera sus clientes solo podían pagar con tarjeta o entregarle bolsas repletas de bolívares. Desde el mostrador de su carnicería, José Florentino ha sido testigo de la destrucción de la economía venezolana. El poder adquisitivo de millones de personas tocó suelo el año pasado tras una tendencia hiperinflacionista que disparó un 80% el precio de los alimentos básicos, según reconoció el Banco Central. Y hoy El Portugués vende un kilo de carne por cuatro dólares.
Sin decretos y sin una estrategia que haya sido enunciada en público, el Gobierno está dejando hacer y Maduro hasta llegó a afirmar que no ve nada malo en esta apertura. En la práctica, se trata de un intento de salvar su proyecto político apoyándose en la economía de mercado para evitar el colapso y bajarle la presión al descontento social. A la dolarización se suman las desregulaciones cambiarias y las simplificaciones para importar bienes. Este giro se palpa sobre todo en los comercios, donde la oferta de productos tiene un nivel más próximo a la normalidad. Aunque el salario mínimo no supera los seis dólares, las remesas de millones de venezolanos que migraron para huir de la gravísima crisis social han aliviado, al menos de forma transitoria, el consumo.
«La dolarización es un fenómeno espontáneo de la sociedad, casi de defensa», explica Henkel García, director de Econométrica, una consultora financiera. «Una de las herramientas que tomó el Gobierno para controlar la hiperinflación fue destruir el crédito y todo país sin crédito es un país desmonetizado. Era imposible vivir como se vivía y esa referencia en el caso venezolano ha sido el dólar», continúa. Su origen fue la hiperinflación, como ocurrió en Perú tras la devastadora crisis de los años ochenta. En ese país esa tendencia se revirtió, pero los expertos dudan de que Venezuela siga por el mismo camino. De hecho, el dólar, que en los últimos años siempre ha circulado en las principales ciudades, comenzó a afianzarse como divisa de uso cotidiano en marzo de 2019, en medio del colapso del sistema eléctrico. «Con los apagones, la única vía de pago era dólar en efectivo y se aceleró entonces. En ese momento hubo negocios que se animaron a recibir dólares».
En menos de doce meses, la circulación de la moneda estadounidense se ha multiplicado. Del 9 al 14 de febrero, según los datos presentados por Econanalítica, destacada firma de análisis económico, una el 64,3% de las operaciones comerciales se hicieron en dólares (55,7%), pesos colombianos (6,3%) o euros (1,3%). Y ya a finales de 2019 el director de esta consultora, Asdrúbal Oliveros, cifraba la circulación de efectivo en divisa estadounidense entre 2.500 y 3.000 millones. Este comportamiento del comercio, sin embargo, no es suficiente para hacer frente a la crisis. El Gobierno sigue sin contar con un plan económico estructural y no tiene acceso al financiamiento de organismos internacionales como el Banco Mundial o el FMI.
«Estamos viendo un proceso de estabilización en la miseria, esta no es una recuperación económica», agrega García, que recalca la espontaneidad del fenómeno. «Hay un elemento que es social, es decir, la gente se cansó se esperar. Yo tengo que seguir adelante, con mi vida, tengo que tratar de alcanzar el máximo que puedo». Y eso pasa por los dólares. Queda por ver cuáles serán los efectos de este proceso a medio plazo. Un informe del banco de inversión Torino Capital destaca que sostener una dolarización el Gobierno debería primero recuperar el aparato productivo. Además, el quiebre de las relaciones con Washington y Bruselas hace inviable alcanzar acuerdos para que sus monedas se conviertan en la divisa oficial.
Acorralado por los efectos de las sanciones, sin embargo, Maduro busca capitales para reactivar los pozos petroleros. Al mismo tiempo, el chavismo ha pactado secretamente una suerte de paz con los productores y el capital nacional todavía existente en el país. Muy especialmente con Lorenzo Mendoza, presidente de Empresas Polar, líder del sector cervecero y la corporación privada nacional más grande del país, a quién de manera reiterada el chavismo ha responsabilizado de la escasez reinante en Venezuela en esos años.
Otros, como Alberto Vollmer (Santa Teresa) y Horacio Velutini (Fondo de Valores Inmobiliarios) están a la cabeza de un grupo empresarios que se denominan “optimistas anónimos” y afirman estarse preparando para una inevitable apertura económica en Venezuela en la cual se tome como parámetro el modelo chino. Vollmer ha invertido, con buenos resultados, en la Bolsa de Valores de Caracas, en los años 90 la quinta en tamaño en América Latina, hoy reducida a la insignificancia
Omar Zambrano, Profesor de la Universidad Católica Andrés Bello y formado en desarrollo económico en la Universidad de Harvard, coincide: “En el último año, como no, se ha producido un giro pragmático en el manejo de la economía venezolana. Más “de facto” que “de jure”. El aparato regulatorio chavista sigue en pie; no se ha modificado nada. Las normas actuales no se están ejecutando, pero siguen. Parte del problema tiene que ver con el fracaso del bolívar, su virtual desaparición como moneda de curso legal».
“Lo que hemos visto hasta ahora tiene que ver, sobre todo, en el circuito económico más superficial, la esfera comercial de la economía, la venta de bienes de consumo final. Hay una pequeña reactivación, sin vínculos con la producción. El tejido productivo, industrial, manufacturero, se sigue contrayendo. El alivio toca a zonas de la economía que no generan demasiado empleo», continúa. “La situación ha mejorado si la comparamos con lo que se vivía en Venezuela hace dos años. Pero claro que esto no va a resolver nada; la economía no se va a recuperar porque veamos ahora bodegones y dólares en las calles».
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