Aunque entre los 103 genomas examinados el tipo L es el más frecuente, los investigadores creen que «la versión ancestral del SARS-CoV-2» fue el tipo S, considerado menos infeccioso y evolutivamente más viejo.
Además, los autores del estudio afirman que la frecuencia del tipo L —más agresivo— era inicialmente aún más alta, pero empezó a disminuir a principios de enero. La investigación sugiere que este fenómeno podría deberse a la intervención humana (cuarentena, tratamientos, cierres de ciudades, etc.) que «pudo haber ejercido una presión selectiva más severa sobre el tipo L».
En conclusión, los investigadores subrayan la «urgente necesidad» de llevar a cabo estudios adicionales con datos genómicos y epidemiológicos, así como registros de los síntomas clínicos de pacientes enfermos, con el fin de comprender mejor la evolución y la propagación del actual brote.
Con información de RT
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