Josefina Franco, madre de Ana María, esposa de Matías Salazar, esperó 35 años para reunirse con su hija mayor, pero solo pudo estar con ella tres días.
Después de mucho hermetismo, la señora Josefina decidió romper el silencio y hablar con los medios. Visitó diarios locales en Maracay, donde llevó un documento titulado “Carta de una madre desesperada” y accedió a conversar este miércoles 4 de marzo con El Pitazo en la casa materna de Ana María, donde se realizó la fiesta de matrimonio con Matías, en 1985.
“Ella estuvo tres días con nosotros y se vino con el aval de la Fiscal 25 para que la tuviéramos en resguardo el fin de semana, mientras se esperaba la evaluación psicológica en el Cicpc. En esos tres días estaba bien en la mañana, pero en la noche se ponía agresiva y no quería dormir. Le cambiamos el look, hasta le hicimos una reunión familiar como cuando llega el hijo pródigo a casa. Nos reunimos toda la familia, le dimos la bienvenida con amor. El lunes, después de las pruebas, dijo que se iba porque había cumplido todos los requisitos y que si no le dábamos permiso nos iba a denunciar de secuestradores”.
Ese día, la señora Josefina entendió que su hija tenía algo y que aunque comprendía que no había afecto por el tiempo y la distancia, su reacción no era la de una persona completamente normal.
La historia de Ana María se conoció después de que el pasado 24 de enero, Morela denunció en el Instituto de la Mujer de Aragua (IMA) que su pareja, Matías Enrique Salazar Moure, la tenía secuestrada desde hace más de 30 años. La caja de pandora se abrió y luego se conoció que el hombre estaba casado con Ana María y que tenía otra mujer, Fanny, con quien había tenido una hija de 20 años de edad.
Matías, de 56 años de edad, está detenido desde el 27 de enero en una comisaría del centro de Maracay bajo los cargos de violencia psicológica, amenaza, violencia sexual y esclavitud sexual, previstos en la Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia. Hasta ahora, la única denuncia que se ha presentado oficialmente es la de Morela.
El novio que nunca le gustó a la familia
“Yo me encontraba con mi otra hija comprando alimentos en el centro cuando recibimos una llamada de un familiar para avisarnos que teníamos que dirigirnos a la sede de la Fiscalía estadal número 25, porque había aparecido Ana María. Cuando llegamos al sitio me tomaron una declaración, me preguntaron ¿Usted es la mamá de Ana María?, ¿desde cuándo no la ve y por qué? Les respondí que desde que se casó con Matías, el 18 de mayo de 1985”.
Esa última fecha, la señora Josefina no la olvida. Recuerda que cuando Ana María le presentó a su novio a la familia no le gustó, porque notaron conductas extrañas en él. La reacción de la joven, que entonces era alegre, activa y deportista, fue contundente: “estoy enamorada de él”. Sus padres no decidieron nadar contra la corriente y apoyaron a la mayor de sus tres hijos. Fueron a Caracas y le compraron el vestido de novia que ella quería y realizaron la fiesta en la casa materna. Su padre, quien murió en 1995, le regaló en esa oportunidad un vehículo. La señora Josefina dice que el infarto que acabó con la vida de su esposo 10 años después fue producto de las preocupaciones y angustias por no saber dónde estaba su hija.
“En una oportunidad, supimos que se habían mudado para un anexo en la Candelaria. Nos trasladamos mi esposo, mis otros hijos y yo hasta el lugar y el dueño de la casa nos recibió y permitió que entráramos. Mi esposo la consiguió como dopada y pálida y, en vista de ello, le reclamó a Matías, que se le vino encima, lo golpeó varias veces hasta fracturarle tres costillas del lado izquierdo y quebrarle los lentes”.
Tras este incidente, la familia se trasladó al sector 9 de Caña de Azúcar, sede de la PTJ (hoy Cicpc) y trataron de hacer la denuncia, pero funcionarios policiales alegaron que no podían hacer nada porque era un problema entre marido y mujer.
Ana María se enteró que su esposo había agredido a su papá y prefirió callar. No denunció. Años después, tampoco fue al funeral de su padre.
“En 1995, específicamente el 26 de octubre, mi familia intentó contactarla de nuevo, pero, en esta ocasión, fue en el sector Las Mayas, casa materna de Matías para avisarle que su papá había fallecido. Matías los recibió y dijo que Ana María estaba indispuesta en ese momento y que le daría la noticia. El sepelio de mi esposo duró tres días, porque estábamos esperando a su familia que venía del extranjero y Ana María no se presentó en la funeraria a despedirse de su papá”.
La señora Josefina tiene 77 años de edad, es una mujer fuerte, ha sido maratonista por años, esto la mantiene activa, aunque su rostro refleja la angustia que ha vivido en los últimos años. Siempre supo que su hija estaba viva y nunca perdió la esperanza de volverla a abrazar. Esto ocurrió el viernes 31 enero de 2020 que fue con la fiscal 25 de Aragua, Katherine Botardo, al sector Las Mayas, en El Limón.
El reencuentro
“Fuimos a Las Mayas y estuvimos allá 10 minutos. Estaban las puertas abiertas y ella no podía abrir con las llaves y yo estaba en shock. Nos recibió en el porche. La vi pálida, demacrada, no era la misma muchacha que recordaba de 18 años, la conseguí en un estado deplorable. Esa fue la primera vez que la vi después de 35 años”.
Ese día, la señora Josefina confiesa que salió de su cárcel personal.
“Yo también estuve cautiva porque tuve que hacer dos mundos en mi vida, el interno y el externo. Aparentar una vida que no era normal para mí, porque uno no debe estar contando a todo el mundo los problemas. Nunca dejé de pensar en ella y nunca pensé que estaba muerta. Sabía que estaba viva en algún lugar, pero no sabía dónde. Y siempre la buscábamos. Para mí no son cuatro víctimas, son más de 100 víctimas porque están incluidos familiares y amistades que nos hemos visto afectados. Yo tuve 35 años presa, en cautiverio, porque no podía exteriorizar mis sentimientos. Los llevaba dentro de mi corazón”.
El lunes 3 febrero la volvieron a visitar durante unos 30 minutos. También el viernes 7 febrero. Ese día llegaron dos vehículos en donde venía la fiscal 25 Katherine Botardo y el fiscal 64 César Siliani.
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