La cuarentena ya empieza a pasar factura en los abuelitos y colaboradores que se encuentran en las casas hogares del estado, que en su mayoría se beneficiaban por donativos y que a raíz del aislamiento decretado por el gobierno, se han desaparecido.
Por Daimar Díaz / La Prensa de Lara
En la casa hogar Elena Querales, en Santa Rosa, al este de Barquisimeto, brindan abrigo a 25 abuelitos que depende del cuidado y atención de siete colaboradores, pero su gran angustia llega cuando piensan que sus reservas se están acabando y no pueden salir para abastecerse, ya que no cuentan con un vehículo particular y la escasez de gasolina ha acabado con el transporte público.
«Estos días han sido muy duros, casi no hemos recibido donativos y aunque tratamos de rendir la comida y los productos de higiene, tememos a quedarnos en cero», manifestó Dilia Azuaje, directora de la casa hogar.
No sólo la ayuda de comida y medicina es la que les hace falta a quienes habitan en estas casas, las restricciones de visitas de voluntarios han quebrado anímicamente a los abuelos, quienes expresan extrañar a las personas que por lo menos dos veces a la semana acuden al lugar a realizar actividades recreativas, de entretenimiento y los atienden.
«Me hace falta pasear y la compañía de los muchachos», expresó Mireya Graterol, una de las abuelitas recluidas.
El refugio José Gregorio Contreras de la calle 48 con callejón Falcón del oeste de la ciudad vive la misma situación, pues allí hay 27 abuelos, 14 niños de bajos recursos, 14 personas foráneas y 10 colaboradores que dependen de los alimentos que otorgan benefactores.
El aislamiento en el que se encuentran los adultos mayores y los infantes que residen allí les agobia, además de que sus colaboradores temen salir para no exponer a los abuelos a cualquier enfermedad.