Las reclusas con niños en las cárceles mexicanas se enfrentan estos días al dilema de dejar o no salir a sus hijos para que los cuiden familiares ante el riesgo de ser contagiados por el coronavirus.
¿Dónde están más seguros los niños, dentro o fuera de la cárcel?, se preguntan las internas con la angustia de separarse de sus niños y con la incertidumbre de si corren más riesgo fuera de la prisión.
«Mi madre es enfermera y pienso que mi hija está más segura aquí dentro», asegura a Efe Jennie, originaria del occidental estado de Michoacán, en el interior del Centro de Prevención y Readaptación Social Santiaguito, en el Estado de México, a 70 kilómetros de la capital.
Con México en una nueva fase de máximo riesgo de contagio declarada esta semana, al sumar 12,872 casos y 1,221 muertes, las autoridades penitenciarias sostienen que es mejor sacar a los niños de manera voluntaria, a lo que se oponen ONG que defienden que las madres cuiden a sus hijos dentro de los penales.
La población reclusa femenina en México es de 11,432 personas, diseminada en 121 centros de 17 estados del país, entre mixtos y reclusorios exclusivos para mujeres.
En 54 de esos centros hay 354 mujeres acompañadas de 362 niños.
La ONG Reinserta, que trabaja con mujeres reclusas, ha lanzado una iniciativa y una recogida de firmas para evitar que los niños sean sacados de las cárceles y cuidados por los familiares de las madres fuera de los penales.
PEOR FUERA QUE DENTRO
Saskia Niño de Rivera, directora de Reinserta, ve grandes riesgos en esta medida que puede afectar negativamente el futuro de los menores de edad.
«Si la separación es obligatoria y se hace sin un trabajo previo, se pueda generar un trauma muy fuerte. El posicionamiento de los niños, dónde van a estar y si van a estar más seguros o no, es otro punto crítico», explica a Efe.
Uno de los problemas es que los niños están obligados a convivir fuera de la cárcel con familias que tienen una trayectoria de hechos criminales, lo que perjudica al proceso de rehabilitación y de adaptación de los menores.
Sara cumple una condena por secuestro en el Centro de Prevención y Readaptación Social Santiaguito.
«Aquí estamos muchas mujeres condenadas por secuestro, de estados lejanos, otras no tienen familia a la que dejar su hijo», cuenta rodeada de sus compañeras y de personal de la ONG Reinserta.
«La última vez que externizaron a mi hijo regreso muy deprimido», se queja Lupe, otra reclusa de Santiaguito.
Un alto porcentaje de los niños son menores de tres años. La reunión de Reinserta con las mujeres del centro recoge los miedos de las internas y pone cara a las deficiencias del sistema penitenciario.
A pesar de que las autoridades suspendieron las visitas, la constante rotación de custodios preocupa mucho a las mujeres recluidas en el centro.
«Nosotras ya estamos confinadas, que se queden con nosotras hasta que esto pase», reclama otra mujer.
La falta de recursos no solo impide ajustar la plantilla laboral a las necesidades de la contingencia. La escasez de toallitas, pañuelos y servicios médicos es una reclamación de todas las convictas que acuden a la reunión.
La iniciativa «Salvaguardar la salud de las niñas y niños que nacen y viven en prisión ante el COVID-19» aporta como solución el traslado de las mujeres y sus hijos al Centro de Prevención Social Federal No. 16, ubicado en el central estado de Morelos.
Este centro cuenta con un área de maternidad y cerca de 250 camas disponibles.
La medida se ampara en el artículo 36º de la Ley Nacional de Ejecución Penal que indica que los niños tienen derecho a permanecer con sus madres y pide al Órgano Administrativo Desconcentrado Prevención y Readaptación Social se coordine con los estados a nivel nacional para movilizar a las mujeres con sus hijas e hijos.
El traslado de centro no siempre es bien acogido como solución por las reclusas.
En este sentido, Saskia Niño de Rivera apunta que «la mayoría de las mujeres de penales estatales no quiere irse a los federales porque la conducta es más restringida, pero es mejor ambiente para los niños».
En las cárceles estatales mixtas las mujeres pueden, incluso, verse son sus maridos también presos.
Los traslados a otro pabellón del mismo penal suscitan inconvenientes inmediatos entre las presas.
Sara, originaria de Oaxaca y sin familia a la que entregar a su hijo, confiesa ante la posibilidad de trasladarse al pabellón 5 del mismo reclusorio que prefiere quedarse donde está.
«Allí me están esperando por un problema que tuve con una compañera», agrega.
Niño de Rivera sostiene que la medida planteada por Reinserta protege del contagio y responde al fomento del apego materno infantil por lo que espera sea aprobado por la Secretaría de gobernación y la Secretaría Ejecutiva del Sistema Nacional de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes de México.
EFE
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