España desvela al fin sus cartas. Y es una pésima mano: una oleada de destrucción del tejido productivo de una violencia desconocida desde tiempos de guerra. La Gran Reclusión infligirá la peor de las pesadillas: con la incertidumbre en máximos y el BCE prácticamente como único dique de contención, el Gobierno prevé que el derrumbe de la economía será del 9,2% en 2020, según desvela el Plan de Estabilidad que el Ejecutivo ha enviado a Bruselas, peor que los pronósticos del FMI y una estimación que puede quedarse algo corta a la luz del dato conocido ya de PIB.
Por EL PAÍS
A este batacazo le seguirá, según el Gobierno, una recuperación del 6,8% en 2021, más optimista que la del Fondo. Se tardarán más de dos años en recuperarse y por el camino este año se perderán cerca de dos millones de empleos. Al siguiente, solo se recobrarán la mitad.
A medida que se vaya poniendo en marcha la desescalada y se recupere la demanda, el perfil que trazará la economía española será el de una “V asimétrica”, ha explicado la vicepresidenta económica, Nadia Calviño: “Una caída de la actividad económica muy intensa en el segundo trimestre seguida de una recuperación más gradual en el segundo semestre del año y una fuerte tasa de crecimiento en 2021″.
En una rueda de prensa celebrada este viernes para detallar el contenido del Programa de Estabilidad 2020-2022, la titular de Economía ha reconocido que no se restablecerán los niveles perdidos hasta 2022, si bien ha admitido que este escenario está sometido a una gran incertidumbre con el riesgo de rebrotes en el otoño. Por su parte, la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, ha sentenciado que «España se va a recuperar de este golpe” y que la diferencia es que “esta vez no se va a quedar nadie atrás”. La portavoz del Gobierno ha calificado de “shock temporal” el batacazo de la economía española.
Casi dos millones de empleos destruidos
Esta evolución hará que este año se pierdan cerca de dos millones puestos de trabajo y la tasa de paro se dispare al 19%. La reactivación prevista para 2021 reduciría el desempleo al 17,2%, una disminución que se antoja escasa a pesar del rebote esperado. Y al siguiente año solo se restablecería la mitad del empleo destruido en un país que todavía está sanando las cicatrices de la pasada crisis. Las cifras barajadas están lejos del máximo alcanzado durante la Gran Recesión, cuando se rozó el 27%, aunque todos los pronósticos están sujetos a una enorme incertidumbre por una economía que hoy está casi en punto muerto y que dependerá de cuánto se prolongue el confinamiento y cuán rápida sea la desescalada. Se espera que los ERTE, los avales y las mejores condiciones de financiación que garantiza el BCE palíen el golpe. Sin embargo, existen dudas sobre cuánto se podrá recuperar del turismo, la hostelería o las pymes en un horizonte próximo de menor demanda de estos servicios. O sobre si en algún momento los mercados empezarán a presionar ante la falta de una respuesta europea conjunta. Y todo ello podría debilitar cualquier rebote.
El parte médico de la economía española arroja además un déficit público que acabará este año en el 10,3%. Será la mayor brecha entre gastos e ingresos públicos desde 2012. Volvemos a las cotas que se registraron entre 2009 y 2013 y que dejaron a España al borde del KO. La deuda pública subirá hasta el 115% del PIB. Y el Ejecutivo no especifica cómo quedará en 2021.
Las medidas aprobadas para aliviar la economía supondrán un coste de unos 35.000 millones de euros, de los que 17.000 millones se corresponden con los ERTE. Es decir, parece que solo se contemplan por ahora unos tres o cuatro meses de este colchón. En total, el gasto de las Administraciones Públicas aumentará en unos 55.000 millones, un 10%, incluyendo las partidas sanitarias y de protección de parados. La recaudación solo caerá en 25.000 millones, un 5%. Esta caída proyectada parece quedarse bastante corta si se tiene en cuenta que el PIB se desplomará un 9%. Si cayese en la misma proporción que la actividad como al menos parece lógico, los ingresos se hundirían el doble, en 50.000 millones. La ministra de Hacienda lo ha justificado diciendo que iniciativas como los ERTE permitirán que la caja del IRPF no se resienta tanto. Solo se perderá un 2,4% de ingresos en el impuesto de la Renta. La previsión parece, cuando menos, optimista.
En cuanto a la adopción de medidas para cerrar el agujero de las cuentas públicas, la ministra de Hacienda ha negado que vaya a haber recortes del gasto. Ahora es el momento de mantener la actividad, ha recordado. También ha negado que se vayan a crear nuevos impuestos aparte de los ya planeados, y a los que no renuncia: la tasa Google, el tributo a las transacciones financieras, la reforma fiscal verde y un refuerzo de la lucha contra el fraude. “Ni recortes masivos de gasto ni subidas masivas de impuestos”, ha zanjado María Jesús Montero.
El FMI pronosticaba un desplome del PIB del 8%; el Banco de España preveía hasta el 13% en el peor de los escenarios, y el INE constató ayer mismo un batacazo del 5,2% en un solo trimestre, el peor dato desde la Guerra Civil. El Gobierno hablaba hasta ahora de una “situación gravísima”, pero prefería no poner cifras a la herida (“seguramente, más vale no pretender calcular lo incalculable”, decía Isaiah Berlin). Y esos números cuentan historias: dicen que la crisis provocada por el coronavirus ha golpeado con una violencia inusitada, provoca mayores destrozos que en las economías de su entorno (con la única excepción de Italia: el Mediterráneo parece ahora mismo la zona cero de la crisis, por los contagios y por estar más expuestos al turismo) y deja cifras altamente inflamables. Aunque los números finales del Gobierno son más optimistas de lo que se esperaba a la luz del último dato del INE: el Ejecutivo, con ese 9% de caída, estaría esperando cierta recuperación en la fase final del año.
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