Al margen de que el plan presentado para reactivar a PDVSA y la producción se cumpla o no, lo que hay que destacar es que el primer presidente chavista, el hijo de Chávez, el que propuso Chávez como sucesor, se da cuenta de que la PDVSA roja-rojita no funcionaba, y no tenía futuro. ¿Ahora qué va a hacer?
Juan Carlos Zapata / ALnavío
Y no es un problema de sanciones. Porque desde antes de las sanciones el deterioro de Petróleos de Venezuela, PDVSA, saltaba a la vista. A lo primero que quiso ponerle la mano Nicolás Maduro en 2013 fue a PDVSA. Al primero que le pidió la renuncia fue al exZar de PDVSA, Rafael Ramírez, el hombre que junto a Hugo Chávez diseñó la política petrolera y transformó a PDVSA en una estructura llena de costos y de deudas, de burocracia, y politizada para fines clientelares. Maduro lo sabía. Sin PDVSA el poder no es poder en Venezuela. Después de un año largo de tensión, Ramírez fue purgado. Y ahora es un opositor a Maduro desde las filas del chavismo.
Chávez y Ramírez, en nombre de la independencia petrolera, de la bandera “tenemos patria” y de una segunda nacionalización de la industria, aumentaron los impuestos, las regalías, crearon las empresas mixtas con mayoría estatal y absorbieron a las compañías de servicios. Todo eso es lo que Maduro y el nuevo ministro de Petróleo, Tareck El Aissami, y el nuevo presidente de PDVSA, Asdrúbal Chávez, han puesto en revisión.
El pecado del general Manuel Quevedo
No es que Maduro tuviera desde el principio este plan en la cabeza. Pero la realidad lo obliga. Si PDVSA tenía problemas, Maduro y los presidentes, y los gerentes, las juntas directivas que designó en todos estos años, los agravaron hasta el límite de la destrucción. El anterior, el general Manuel Quevedo, se dedicó más a la persecución implacable del chavismo de Ramírez y menos a recuperar la producción. Pensaba que por el solo hecho de ser militar, la maquinaria corrupta y pesada, ineficiente y desestimulada, iba a reaccionar. La situación interna era peor de la que imaginaba, y su propio estilo no ayudaba:
-No se reunía con nadie. No recibía a los empresarios del sector. No escuchaba consejos -cuenta un empresario petrolero.
Desde 2019, el régimen de Maduro comenzó a pactar con las multinacionales un esquema operativo que beneficiara a ambos. PDVSA les entregó el control de las operaciones, desde la producción hasta la procura, comercialización y cobranza de la factura petrolera. Las partes comprobaron que funcionaba. Pero estaban sobre la mesa las sanciones impuestas a PDVSA y al régimen por los Estados Unidos que imposibilitaban que la propuesta funcionara a gran escala. Aun así, Maduro se atreve a seguir adelante. El programa implica despojarse de la PDVSA llena de costos. Y eso conlleva a ceder las operaciones de exploración y producción, activos como terminales y embarques, y hasta las refinerías, pues estas, que antes eran rentables, ahora se encuentran destruidas. PDVSA pasaría a ser un centro de negocios. No una operadora. Es que Maduro tiene necesidad de aumentar la producción petrolera en un millón de barriles diarios, que es la meta que se le había fijado a Quevedo. Pero el general Manuel Quevedo lo hizo al revés. La producción cayó en un millón hasta 660.000 barriles diarios.
-Todo eso son acuerdos. Pero faltan los contratos. Hay que firmar esos mismos contratos con todos los que siguen operando en Venezuela -señala otro empresario del sector.
Este empresario se arriesga a seguir con Maduro. Ha invertido mucho dinero para abandonar el negocio. Pero eso sí, reclama que se formalicen los acuerdos, y es lo que se supone está planteado con la nueva política. Esta política petrolera hace que PDVSA vuelva a la PDVSA de la apertura. La que comenzó a tejerse a principios de los años 90 en el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez con las presidencias de Andrés Sosa Pietri y Gustavo Roosen, y el segundo gobierno de Rafael Caldera con la presidencia de Luis Giusti.
A Chávez no le gustaba la apertura, la señalaba de ser una política antinacional y de entrega al capital extranjero. Tampoco le gustaba a quien era su principal asesor en materia petrolera, Alí Rodríguez Araque, que fue con Chávez ministro de Petróleo y presidente de PDVSA. La paradoja es que la comisión encargada de reestructurar a PDVSA y rescatar lo que fue la corporación en los tiempos de la democracia, lleva el nombre de Alí Rodríguez Araque.
El problema de la desconfianza
-Confianza. Lo primero que tendría que generar Maduro es confianza. ¿Pero será esto posible? -dice otro empresario.
Uno de los empresarios consultado por el diario ALNavío considera que la designación de Tareck El Aissami en el Ministerio de Petróleo y de Asdrúbal Chávez en la presidencia de PDVSA, generan mayor confianza. Los ubica entre los pragmáticos del régimen de Maduro. “Y Tareck El Aissami al menos tiene poder por sí mismo. No era el caso de Manuel Quevedo”.
También señala que con El Aissami y con Chávez se puede conversar. “Asdrúbal Chávez no tiene complejos en abrir las puertas. Le gusta reunirse con los empresarios. Tiene experiencia en ello. Rafael Ramírez era otro al que la prepotencia le hacía prohibitivo reunirse”. El asunto es cómo hacer que haya coherencia en el discurso de todos los jefes del gobierno. El propio Maduro, apunta el empresario, un día dice una cosa y otro día, otra.
Un empresario más joven señaló. “Ese plan parece hecho por la oposición”. Es también lo que dice Ramírez. Que Maduro está detonando todo lo que hizo Chávez. Que Maduro no es chavista ni socialista sino un hombre de derecha.
-Es un buen plan pero que no se puede cumplir. No es posible porque nadie va a invertir en Venezuela -señala este empresario.
Los 20.000 millones de dólares que faltan
Para levantar un millón de barriles se requiere recaudar al menos 20.000 millones de dólares. ¿De dónde vendrán? ¿Quién tomará ese riesgo? El riesgo son las sanciones. Ya la rusa Rosneft se fue para evitarse complicaciones con las sanciones. “Es un plan inviable”, señaló. “Está bien pensado pero inviable”, remató.
Pero otro empresario un tanto más optimista señaló que se pueden adelantar medidas en lo inmediato. Bajar las regalías, y bajar los impuestos. Bajar al mínimo los impuestos que los municipios cobran a los contratistas y que estos recuestan a las operadoras. Eliminar los impuestos sociales, lo cuales solo existen en Venezuela. Un analista saca un cálculo. En Colombia, con un petróleo a 50 dólares el barril, una empresa gana entre 16 y 20 dólares. En Venezuela, apenas 5 dólares. Los impuestos y la regalía hacen la diferencia. Ya en el pacto de 2019, los impuestos sociales se los habían eliminado a las multinacionales, aunque PDVSA por su lado, los siguiera pagando.
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