Para el director del Observatorio Venezolano de Violencia, Roberto Briceño León, las medidas de contención del coronavirus también buscaban el control político de la población. “Hubo un proceso de retención adelantada con la militarización del país”. Lo que el régimen busca es seguir sosteniendo el miedo, que le es funcional porque paraliza lo que puede venir en materia de protestas por la gasolina y la comida. “Si hay miedo, la gente se inhibe”.
Javier Ignacio Mayorca | La Gran Aldea
En ese momento, el coronavirus era apenas una amenaza, pues todavía no se había admitido la existencia de ningún caso en el país. El gobernante, sin embargo, emitió un decreto de “alarma nacional” que vendría a restringir aún más las mermadas libertades ciudadanas. El pretexto era el resguardo de la salud de los venezolanos. Pero, en la medida en que pasan las semanas y se prolonga el Estado de Excepción, cobran forma las sospechas en cuanto a que el verdadero propósito de la medida no tiene que ver con las variables sanitarias.
En medio de la aparente pax, están ocurriendo cambios sustanciales en el ejercicio de la violencia. La institucional, que procede de los cuerpos estatales, y la otra, que se manifiesta de múltiples formas, desde una ola de denuncias sobre agresiones entre miembros de los núcleos familiares hasta las “fiestas de plomo” durante cinco noches consecutivas en los barrios de Petare.
“Tenemos una militarización ostensiva del país para controlar la protesta social. Quieren además que la gente se acostumbre a esta anormalidad precaria que tenemos hoy en día”
Roberto Briceño-León, director del Observatorio Venezolano de Violencia
Para el director del Observatorio Venezolano de Violencia, Roberto Briceño-León, los venezolanos están saliendo de una “primera fase”, contada a partir del edicto presidencial, que se caracterizó por el desconcierto sobre lo que estaba sucediendo, y que llevó a la mayoría de la población a asumir la cuarentena como unas “vacaciones forzadas”. Pero, cuando se agoten los recursos, las cosas podrían cambiar.
-¿Han descendido entonces los llamados delitos “marcadores”?
-Han descendido. En qué cosas pudiera tener uno dudas, en cuanto a los delitos de violencia doméstica. Pero ni siquiera en los primeros días. Había suficiente energía y fuerza para aguantar y responder. Los delitos marcadores, como los secuestros se reducen, los robos y los hurtos también. La gente no está en la calle, no se mueve. En cuanto a los homicidios, la primera impresión que tuvimos es que hubo una reducción. Todo el mundo está adaptándose a nuevas condiciones y circunstancias. Y desde el punto de vista del delincuente, viendo cómo se configura el terreno en medio de esa nueva situación que se da. Eso ocurre siempre.
-Esta pareciera una situación ideal para los gobiernos. La gente quieta en sus viviendas, baja el delito…
-Por eso, en muchos lugares pudimos ver un incremento de la violencia policial. Ese incremento va con tal avance. Pero en conjunto hay una tentación del poder en cuanto a tener una presencia y un control social y político más grande. Es lo que se ha intentado. Con la acción muy temprana del control del coronavirus, lo que el Gobierno buscaba era completar su Estado de Excepción. Cerrar el que teníamos con la emergencia económica, que procura una excepcionalidad en la regulación de la sociedad. Eso le ha permitido gobernar y hacer leyes y decidir si publica o no las cifras del Banco Central de Venezuela e ir a la Asamblea Nacional Constituyente. Pero eso no había llegado a la calle. Y sencillamente esto ahora le da la posibilidad de ejercer un toque de queda sin haberlo decretado por razones políticas. En el fondo, lo que está buscando es el control político de la población. Hubo un proceso de retención adelantada con la militarización del país.
-Usted habla de una militarización adelantada, pero en este lapso hemos visto a los colectivos bloqueando el 23 de Enero. Nadie sale ni entra. Y también está el caso de bandas criminales como la de Wilexis Acevedo en Petare. Eso escapa a la imagen de un país netamente militarizado como lo pudiéramos ver en otras partes.
-Lo de los colectivos es un control delegado. No es nuevo. Tiene años, los líderes de colectivos se reunían en el edificio del MRI. Hay un dominio delegado sobre estos grupos. Como lo hay en otros casos con los grupos de guerrillas y bandas de Aragua (…) Hay una delegación por el Gobierno. No es contradictoria. Justamente la permiten porque son brigadas de choque del Gobierno. Es lo que hacen en el 23 de Enero. En Aragua, las bolsas CLAP las reparten las mismas bandas, son las que deciden quién recibe los alimentos.
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