Mientras el coronavirus mata a miles de personas y domina la atención de los gobiernos en toda América Latina, otra mortal infección viral acecha silenciosamente a la población de la región.
El dengue -llamado coloquialmente fiebre rompehuesos por el fuerte dolor articular que causa- es endémico en gran parte de América Latina, pero la llegada de COVID-19 ha desviado la atención y los recursos cruciales de la lucha contra la enfermedad, dicen los médicos y funcionarios.
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) espera que el año 2020 se caracterice por las altas tasas de dengue, que pueden llenar las unidades de cuidados intensivos y matar a los pacientes incluso sin las presiones de COVID-19, la enfermedad respiratoria causada por el novedoso coronavirus.
A nivel mundial, el COVID-19 ha afectado a otras enfermedades de diferentes maneras. Aunque en Europa las medidas para detener el coronavirus han desterrado la gripe estacional, en África el cierre de fronteras ha suspendido el transporte de las vacunas contra el sarampión y otros suministros.
En América Latina se extiende una epidemia de dengue que comenzó a finales del 2018. Después de dos años de números de casos más bajos, las infecciones de dengue en las Américas alcanzaron un máximo histórico de 3,1 millones en 2019, según la OPS.
Los casos de la enfermedad deberían comenzar a disminuir en la segunda mitad del año, dijo la organización.
Propagados por mosquitos, los brotes de dengue suelen ocurrir de tres a cinco años después de la epidemia anterior. La presencia de mosquitos y el tamaño de la población susceptible son algunos de los factores determinantes de las epidemias.
La OPS registró el año pasado unas 1.535 muertes por dengue en América Latina y el Caribe. El COVID-19 ha matado más de 20.000 personas en la región, pero las muertes por dengue podrían aumentar sin tratamiento.
Y con cuatro cepas de dengue en circulación, las personas pueden contraerlo más de una vez. Los segundos casos tienen más probabilidades de ser graves.
“En este momento la estrella es el COVID, entonces toda la atención está puesta sobre el COVID, pero sigue habiendo problemas con dengue”, dijo el médico Jaime Gómez, que trabaja en un hospital de Floridablanca, en el departamento colombiano de Santander, al noreste del país sudamericano.
Aunque el dengue no suele ser mortal y puede tratarse con analgésicos, algunos enfermos se enfrentan a síntomas persistentes como la fatiga, la pérdida de peso y la depresión que afectan a su capacidad de trabajo.
El dengue grave se trata con líquidos intravenosos y quienes no se someten a las pruebas corren el riesgo de sufrir complicaciones peligrosas.
POCO CONTROL DE DENGUE POR TEMOR A COVID-19
Esta intervención médica no se puede realizar si los pacientes se quedan en casa, preocupados por contraer el coronavirus, o si los hospitales contagiados tienen que rechazarlos.
Con relativamente pocos casos de COVID-19 en la región donde trabaja, Gómez dijo que su clínica vio reducir a la mitad las hospitalizaciones por el miedo de la gente a salir al aire libre.
La abogada paraguaya Sonia Fernández evitó buscar atención médica cuando ella y sus dos hijas, de 11 y 8 años, se enfermaron de dengue.
“Las tres tuvimos dengue, tuvimos todos los síntomas, los dolores, el salpullido, pero no nos fuimos a ningún sanatorio ni centro de salud justamente para no exponernos”, reconoció Fernández. Las tres se han recuperado desde entonces.
Los casos de dengue en Paraguay han explotado este año. En las primeras 18 semanas de 2020, el país reportó 42.710 casos confirmados y 64 muertes, en comparación con los 384 casos confirmados y 6 muertes en el mismo período del año anterior.
En Ecuador, donde el brote de coronavirus ha golpeado fuertemente y los hospitales de la ciudad de Guayaquil colapsaron, una aparente caída en el número de casos de dengue podría enmascarar otros problemas.
Según el Ministerio de Salud de Ecuador, los casos de dengue alcanzaron un máximo de 888, dos semanas después de que el país confirmó su primer caso de COVID-19. En la semana del 4 de abril cayeron a 257.
“El sub-reporte de dengue es clarísimo, no es porque han bajado los casos sino porque ha bajado el diagnostico de los casos y esto confirma que el sistema está totalmente colapsado”, dijo Esteban Ortiz, investigador de salud global de la Universidad de las Américas en Quito.
El Ministerio de Salud de Ecuador dijo en un comunicado que el país no estaba más expuesto al doble impacto de COVID-19 y el dengue que cualquier otro de la región, y aseguró que tiene suficientes suministros para tratar los casos de la enfermedad transmitida por el mosquito.
El dengue también se ha disparado en América Central. Los casos en Costa Rica casi se triplicaron hasta el 1 de mayo en comparación con el año anterior, a más de 2.000.
“Estamos pasando por un momento difícil al tratar con COVID-19 pero desafortunadamente otras enfermedades continúan su ciclo”, dijo recientemente a los periodistas Rodrigo Marín, director de la agencia de vigilancia sanitaria de Costa Rica.
En Panamá, donde el dengue ha causado al menos dos muertes este año, la funcionaria de salud de la ciudad de Panamá, Yamileth López, también dio la alarma en una entrevista con Reuters.
“El dengue mata también”, advirtió.
Reuters
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