Los confinamientos contra el coronavirus en Panamá se aplican de forma estricta: los hombres pueden salir un día y las mujeres otro. Pero algunos utilizan esto como una excusa para hostigar a miembros de la comunidad trans.
Mónica es una excelente cocinera. Al igual que muchas personas, durante la cuarentena por el coronavirus ha estado preparando comidas algo más elaboradas de lo habitual para distraerse durante las largas horas de encierro.
Un miércoles del mes pasado, se le ocurrió hacer un pollo marinado en salsa de tomate picante con arroz. Ya tenía la mayoría de los ingredientes, pero necesitaba el pollo.
Entonces dejó la pequeña casa cercana al aeropuerto de Ciudad de Panamá donde vive con su extensa familia para ir a la tienda, a la vuelta de la esquina.
Se cruzó con grupos de mujeres en su camino, algunas de ellas tomadas del brazo de sus hijos.
Su vecindario estaba más tranquilo de lo habitual ya que el gobierno acababa de introducir una nueva medida para frenar la propagación del coronavirus, que permitía a las mujeres salir de sus hogares para comprar artículos de primera necesidad los lunes, miércoles y viernes, y a los hombres los martes, jueves y sábados. Los domingos, todos tienen que quedarse en casa.
Mónica entró en la tienda. Ella conocía bien a la familia china que la manejaba. La adoraban. Pero cuando entró, la atmósfera cambió. El dueño se le acercó en silencio y su rostro no exhibía la sonrisa que ella estaba acostumbrada a ver.
«No podemos atenderte, Mónica», dijo. «La policía dijo que solo podemos servir a las mujeres hoy. Dijeron, ‘Maricones no'».
El término transfóbico hizo que Mónica se estremeciera, pero al mismo tiempo, no fue una sorpresa total.
La policía en su vecindario la había atacado antes por ser una mujer trans.
Mónica comenzó a ir a la escuela vestida de niña desde los 12 años. Nunca se había sentido como un niño y quería ser abierta sobre su identidad.
Salir del closet no tendría un impacto en su vida familiar, ya era muy difícil.
«Mi padre era un hombre macho», dice Mónica. «No necesitaba excusas para golpearme a mí, a mis dos hermanas o a nuestra madre».
Mónica gradualmente comenzó a feminizarse el cabello y a usar ropa más ajustada. En la escuela se burlaban de ella por su apariencia femenina, por lo que se mantenía alejada de sus compañeros.
Al menos tenía la amistad de sus hermanas y el cálido amor de su madre.
Luego, cuando tenía 14 años, su padre murió inesperadamente y la familia perdió su única fuente de ingresos.
Mónica sintió que tenía que mantener a la familia. Había escuchado que había un apetito en Ciudad de Panamá por las trabajadoras sexuales transgénero, y que el dinero era bueno.
Mónica, todavía una niña, decidió que esa sería la mejor manera de mantener a su familia.
En la tienda de la esquina, el dueño se disculpó y le explicó a Mónica que no era su deseo pedirle que se fuera. Eran órdenes directas de la policía.
Si bien el trabajo sexual es legal en Panamá eso no significa que no tenga estigma, y Mónica dice que la policía del vecindario se ha burlado de ella durante años, gritándole insultos homofóbicos y transfóbicos desde sus motocicletas cuando está en la calle trabajando.
Con 38 años, ella ha estado soportando esto durante 24 años.
«Muchas personas trans trabajan como trabajadoras sexuales aquí en la ciudad», dice. «¿Es nuestra primera opción? No, pero es regular y significa que puedo cuidar a mi familia».
Sin embargo, desde que comenzó la cuarentena el trabajo ha caído y el dinero cada vez alcanza menos.
Ocho miembros de su familia comparten la casa. Sus dos hermanas tienen hijos, cuatro entre ellas. Ambas están solteras, una recientemente dejó una relación abusiva, y ninguna de las dos trabaja. Tampoco la madre de Mónica tiene empleo.
Al llegar a su casa desde la tienda, Mónica recibió un mensaje de WhatsApp en su teléfono. Era el almacenero. Le dijo que se sentía mal porque la había enviado a casa con las manos vacías y que no se preocupara por enviar a sus hermanas a buscar el pollo, él se lo llevaría.
Mónica sonrió. Había amabilidad en su comunidad y eso ayudaría durante el encierro. Pero no quería depender de limosnas durante la pandemia. Ella quería seguir cuidando a su familia.
Tomó la decisión de salir al día siguiente: el día de los hombres, el día de su sexo biológico.
Pero esta vez su experiencia fue aún peor.
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