Un hombre negro de unos cuarenta años falleció este lunes en Minneapolis después de que un agente de policía le asfixiara. La víctima no tenía armas, estaba esposado y tumbado sobre el suelo boca abajo y el agente le apretó con la rodilla contra el cuello durante cerca de siete minutos.
La acción policial quedó registrada en un vídeo que grabó una testigo y compartió en Facebook. El documento ha provocado un torrente de críticas alrededor de los abusos policiales con la minoría negra, una de las lacras que sufre EE.UU. «No puedo respirar, no puedo respirar», se escucha suplicar a la víctima, mientras los viandantes protestan y exigen al agente que pare.
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Es imposible no acordarse de una tragedia similar, la de Eric Garner, un hombre desarmado que murió en Staten Island (Nueva York) en julio de 2014. Fue asfixiado por un policía mientras repetía -once veces- la misma súplica, «¡No puedo respirar!», que se convirtió en uno de los lemas de las protestas contra los abusos policiales.
La Policía de Minneapolis emitió este martes un comunicado en el que explicaba de forma sucinta lo ocurrido. Asegura que a última hora de la tarde del lunes dos agentes acudieron al número 3700 de Chicago Avenue South por una denuncia de falsificación de documento. El sospechoso era la víctima -a la que no da nombre, pero que varios medios estadounidenses identifican como George Floyd-, que estaba sentado dentro de un coche y «bajo los efectos» de alcohol u otras sustancias. Le ordenaron que saliera del vehículo y, después de hacerlo, «ofreció resistencia física», explica el relato policial.
«Los agentes fueron capaces de esposar al sospechoso y advirtieron que parecía sufrir problemas médicos», sigue la descripción, que añade que entonces llamaron a una ambulancia. Fue trasladado a un hospital, donde falleció.
Las diferencias entre el relato policial y lo que se ve en el vídeo es evidente. Durante toda la duración, el agente ahoga a la víctima con la rodilla sobre el cuello, mientras Floyd se retuerce contra el suelo y advierte de que no puede respirar. «¡Me van a matar!», se le escucha decir.
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