Ricardo Barreda, el odontólogo que en 1992 conmocionó a Argentina por haber asesinado a su familia a tiros, murió en un geriátrico por causas naturales a los 83 años.
EFE
El homicida falleció en un hogar de mayores situado en la localidad de José C. Paz, en la provincia de Buenos Aires, en el que había ingresado poco antes de empezar la pandemia del coronavirus, según reportaron medios locales.
UN CRIMEN QUE CONMOCIONÓ AL PAÍS
El asesinato se produjo una tarde de noviembre de 1992. Barreda disparó a su esposa, su suegra y a sus dos hijas de 24 y 26 años con una escopeta y se deshizo del arma del crimen.
Unas horas después, llamó a la policía y dijo que había encontrado los cadáveres y que temía un presunto robo. Cuando su mentira se hizo evidente, confesó el asesinato alegando que se había vuelto «loco».
El caso tuvo amplia presencia en la prensa del país y el juicio se considera uno de los más mediáticos de la historia, puesto que fue televisado en directo por muchos canales.
Durante el proceso, el asesino llegó a decir que repetiría lo que había hecho porque sus víctimas «se reían de él».
La acusación pedía cadena perpetúa para Barreda, mientras que su defensa que argumentaba que no podía ser imputado por su salud mental, lo que desató discrepancias, ya que la acusación afirmaba que este «simulaba» su locura ante los peritos de la defensa.
UNA FIGURA MEDIÁTICA
Pese a estar entre rejas, la vida de Barreda siguió bajo escrutinio público. Por ello, su romance con Berta André, una jubilada que se enamoró de él tras una visita a otro preso llegó a la prensa argentina.
En 2008, se le concedió la prisión domiciliaria y se mudó a la casa de André, pero retornó a la cárcel tres años después por abandonar el domicilio para ir a una farmacia.
Pronto volvería a salir en las mismas condiciones para que otra vez los acontecimientos se desarrollaran de manera similar y, en 2014, volvió a estar entre rejas, debido a que el juez consideró que los problemas de convivencia entre él y su pareja podrían poner la salud de esta en peligro.
Finalmente, la justicia consideró cumplida su pena y fue liberado en 2016, año en el que también se publicó una biografía sobre el personaje escrita por el periodista Rodolfo Palacios, que lo frecuentó durante su arresto domiciliario, en la que narra el crimen y el trato despectivo que tenía hacia su pareja de la época y que tituló «Conchita», por el apelativo con el que se le conoció tras el juicio.
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