Aunque la escasez de agua en las tuberías es un problema que arrastran los varguenses desde hace más de tres décadas, la situación se agravó y ahora hay zonas del oeste de la entidad federal (donde se concentra más de 70 % de la población) en las que pasan hasta un mes sin suministro.
Rafael Lastra Veracierto | Crónica Uno
Desde hace 30 años los habitantes de La Guaira padecen la escasez de agua. A más 80 días de cuarentena, que no han sido suficientes para que se resuelva el problema de suministro, las comunidades exigen a Hidrocapital que envíe agua para poder tomar las medidas que evitan la propagación de la COVID-19.
Aunque el abastecimiento de agua es un problema que arrastran los varguenses desde hace más de tres décadas, la situación se agravó y ahora hay zonas del oeste de la entidad federal (donde se concentra más de 70 % de la población) en las que pasan hasta un mes sin suministro.
En La Guaira, estado Vargas hasta el controvertido cambio de nombre llevado adelante por el gobernador García Carneiro, hasta el pasado 2 de junio se registraban 67 casos positivos de COVID-19. “¿Cómo quieren que nos cuidemos del virus si no hay agua?”, se preguntó Francisca Martínez, habitante del barrio La Lucha en Catia La Mar, mientras su vecina Juana de Bermúdez, de 75 años de edad, manifestó que no había visto las cisternas recientemente adquiridas por el Gobierno.
“Cuando pregunto al consejo comunal, me piden aplaudir a unos árabes que nos mandaron gasolina. A mí no me importa eso, a mí que me manden el agua para no contagiarnos”, comentó Eleuterio Solís, quien lleva más de 50 años viviendo en el sector Vía Eterna, también en Catia La Mar.
En comunidades como Piedra Azul y El Rincón en Maiquetía, la escasez de agua también inquieta a sus moradores. “En Vargas hemos vivido sequías fuertes, como la de 2005 por el fenómeno de El Niño, pero lo de ahora no es normal. Estamos secos y con la amenaza de la COVID-19”, dijo Jaime Centeno, habitante de Piedra Azul, quien explicó que a los grifos de las tuberías de su zona no llega agua desde hace más de tres semanas.
Similar situación reportan comerciantes, trabajadores públicos en sus sitios de labores, además de médicos, enfermeras y pacientes de clínicas y otros centros de salud en la región.
Al otro lado
Un recorrido por calles, avenidas y barriadas en el este de la entidad reproduce el clamor popular, en aras de obtener respuestas de las autoridades de Hidrocapital.
El sufrimiento por la sequía es evidente en el peregrinar cotidiano de envases, pipotes y cualquier otro recipiente tras cantidades mínimas de agua.
En el barrio Valle del Pino, en Los Corales, tampoco están satisfechos con el servicio de agua en medio de la cuarentena. Las cisternas privadas cobran hasta 60 dólares para llenar los tanques de las viviendas.
“Yo gano en soberanos, no puedo pagar eso; lo que quiero es que me den agua para lavarnos las manos, porque si nos agarra ese virus nos podemos morir”, expresó Pilar Ágreda, ama de casa con más de cuatro décadas en la zona.
Un integrante del consejo comunal del sector Blanquita de Pérez, en Caraballeda, quien no quiso identificarse por temor a represalias políticas, admitió el problema: “No sé hasta dónde vamos a soportar. Con las construcciones de Misión Vivienda, hasta en zonas donde nunca faltaba el agua, como Macuto, Caraballeda y Naiguatá, se siente la escasez”.
Según estudios técnicos, para abastecer la demanda en Vargas se necesita un bombeo de 1600 litros por segundo, pero en la actualidad este no llega a los 900 litros, es decir, un déficit de 700 litros por segundo.
En 1997, se planificó la construcción del embalse de Puerto Maya (localidad en el extremo oeste, límite con el estado Aragua) para almacenar en época de lluvias y optimizar el servicio en tiempo de sequía. Sin embargo, la obra no se ha materializado ni aun después del deslave de 1999.
Plan de abastecimiento
Crónica.Uno intentó conocer la versión de las autoridades locales de Hidrocapital en relación con la escasez de agua, pero resultó infructuoso.
Aun así, notas de prensa del organismo refieren el funcionamiento de un cronograma de servicio en todo el estado, luego de la reparación, a principios de 2019, de la aducción Maya-Picure.
“Ese plan es para dar agua a los enchufados, militares y amigos del gobierno; eso no se cumple como dicen. Unos somos más iguales que otros”, afirmó Ernestina López, habitante del casco colonial de La Guaira, donde también pululan las moscas, la basura y las aguas servidas en las calles.
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