Cada día tenemos sensores y cámaras más potentes, que hacen que las imágenes que capturamos sean más y más reales. Pero por qué la foto que has tomado con tu cámara de última generación sigue viéndose diferente a lo que ves en la vida real?
Imaginemos que quisiésemos fabricar una cámara que tuviese las mismas especificaciones que nuestros ojos, ¿cuál sería la resolución que tendría que tener para igualarla?
En términos numéricos nuestro ojo tiene 576 megapíxeles. No vamos a repasar los complejos cálculos que conducen a este número, cortesía del fotógrafo Roger N. Clark, pero ésto se traduce en que harían falta 576 millones de píxeles para hacer una pantalla con una imagen tan nítida que fueses incapaz de distinguir esos píxeles de una imagen real, y que además ocupase entero tu campo de visión. Pero en realidad, es una cuestión más compleja, ya que no es lo mismo tratar de obtener imágenes con un objetivo y un sensor, que con el amasijo de músculos, membranas y terminaciones nerviosas que son nuestros ojos.
Sí es cierto que trabajan de forma parecida: igual que el sensor de la cámara es capaz de capturar un cierto número de píxeles, los conos y bastones de tu ojo se encargan de hacer lo mismo. Sin embargo, tienes que tener en cuenta que solo ves de forma nítida las cosas que están frente a ti, en una zona muy reducida, que es lo que comprende la fóvea, mientras que lo que se encuentra al alcance de tu visión periférica se verá desenfocado. Esto es debido a la morfología de tus ojos.
Piensa también, por ejemplo, que tienes cosas siempre en medio, como tu nariz, o que tus dos ojos tienen también un punto ciego. Por lo que si comprases una cámara que sacase imágenes como si de un frame de nuestros ojos se tratara, la devolverías al instante.
Teniendo en cuenta todos esos datos, el número hipotético de megapíxeles que haría falta para engañar a nuestro ojo sería más cercano a los 7. ¿Pero dónde está el truco? ¿Qué es lo que ocurre para que no veamos todo constantemente así de mal?
La clave es que tus ojos no funcionan tomando una sola imagen, como hace una cámara. Es más bien como si se tratase de un vídeo: un torrente de información continua que se transmite directamente hasta tu cerebro. Lo que te llega a ti es una imagen procesada, una mezcla de realidad y sensación.
Fíjate por ejemplo en esta imagen. Seguro que ves un círculo azul. La realidad es que no existe tal círculo, pero tu cerebro lo interpreta en su conjunto, y rellena los huecos con información.
Por eso, por muchos números y cálculos que hagamos, a veces la realidad resulta algo más abstracta.
https://youtu.be/U3pSDAtAIPQ
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