La pandemia de la COVID-19 ha exacerbado la exclusión de los alumnos con menos recursos en todo el mundo, especialmente en los países más pobres, según las conclusiones de un estudio divulgado por la Unesco este martes.
El 40 % de países de ingresos bajos y medio-bajos no prestaron el apoyo necesario a los alumnos de menos recursos o más rezagados durante el cierre masivo de escuelas por el confinamiento, asegura en un documento la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
En su «Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo 2020: Inclusión y educación», la agencia denuncia que un total de 258 millones de niños y jóvenes quedaron absolutamente excluidos de la educación durante el confinamiento.
Entre las revelaciones que contiene el informe destaca el hecho de que apenas ninguna mujer procedente de un entorno rural pobre consigue completar la enseñanza secundaria en al menos 20 países, la mayoría de ellos en el África subsahariana.
Las diferencias no se aprecian solo entre diferentes Estados sino en el seno de los propios países: en los de ingresos medios y bajos es tres veces más probable que los adolescentes más pudientes terminen el primer ciclo de la secundaria que los de familias más desfavorecidas.
Al mismo tiempo, en los países más pobres, quienes sí completan el primer ciclo de secundaria y vienen de hogares más acomodados gozan del doble de probabilidades de tener conocimientos básicos de lectura y matemáticas.
Por todo ello, insta a los países a centrarse en aquellos escolares que se han quedado rezagados cuando las escuelas vuelvan a abrir sus puertas, a fin de fomentar sociedades más resilientes e igualitarias.
«Para estar a la altura de los desafíos de nuestro tiempo es imperativo avanzar hacia una educación más inclusiva. Repensar el futuro de la educación es más importante tras la pandemia de la COVID-19, que exacerbó y puso de relieve las desigualdades», aseguró la directora general de la Unesco, Audrey Azoulay.
Las desigualdades educativas se inscriben en un marco más amplio de discriminación hacia los menores en los países menos desarrollados, como lo demuestra el hecho de que 117 países, según el informe, siguen permitiendo los matrimonios infantiles mientras que 20 no han ratificado aún el convenio contra el trabajo infantil.
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En países de Europa Central y del Este los niños romaníes son segregados en las escuelas, insiste la Unesco, que también denuncia que los estudiantes inmigrantes en los países más ricos se concentran en las mismas escuelas, lo que reduce sus posibilidades de éxito.
Para el director del informe, Manos Antoninis, la COVID-19 ha dado a todo el mundo «una verdadera oportunidad de repensar nuestros sistemas educativos».
Pese a ello, el organismo alerta de la «falta crónica de datos de calidad» sobre niños rezagados, y denuncia que casi la mitad de los países de ingresos bajos y medios no recopilan suficientes datos sobre la educación de los niños con discapacidades.
«La insuficiencia de datos significa que no vemos una gran parte del panorama. No es de extrañar que las desigualdades expuestas repentinamente durante la crisis de la COVID-19 nos sorprendieran», subrayó Antoninis.
El estudio da razones también para la esperanza al recoger los progresos hacia la inclusión que se están dando en países como Malawi, Cuba o Ucrania, que permiten que establecimientos ordinarios acojan a niños de escuelas especiales.
EFE
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