Los temores sobre el efecto que la pandemia del nuevo coronavirus podría tener en Venezuela, sumida desde hace años en una crisis económica y social, han comenzado a materializarse: en la ciudad de Maracaibo los hospitales han colapsado, una veintena de hoteles fueron tomados para alojar a pacientes asintomáticos y varias decenas de trabajadores de la salud se han contagiado.
Por Fabiola Sánchez | The Associated Press
Los especialistas temen que el brote en la capital de estado de Zulia sea el comienzo de una emergencia a mayor escala en un país vulnerable que, aunque hasta ahora parecía haberse librado en gran medida de la pandemia, en las últimas semanas ha mostrado un crecimiento sostenido en la cifra diaria de contagios.
El salto en el registro -hasta el viernes se han reportado 4.563 casos y 39 fallecidos en todo el país- llevó al régimen de Nicolás Maduro a extremar esta semana las medidas de confinamiento vigentes desde marzo en Zulia, Caracas y ocho estados.
Las alarmas en Maracaibo, la segunda ciudad más importante del país luego de la capital, se encendieron a mediados de mayo tras la detección de un brote en el mercado popular de Las Pulgas, el mayor de esa localidad y adonde a diario acuden más de 20.000 personas.
En pocos días el mercado se convirtió en el epicentro local de la pandemia, lo que llevó a las autoridades a cerrarlo y a extremar la cuarentena en el estado petrolero fronterizo con Colombia agravando las ya precarias condiciones de vida de sus más de tres millones de habitantes que sufren constantes apagones y escasez de agua y combustible.
En menos de un mes los casos en Zulia pasaron de una treintena a 600, convirtiéndolo en el segundo estado con más contagios después de Apure, también fronterizo con Colombia, donde se han reportado más de 1.000 contagios.
Como principal centro receptor de los casos de COVID-19 en Maracaibo fue elegido el estatal Servicio Autónomo Hospital Universitario, un gran complejo de más de medio siglo.
Médicos y enfermeros consultados por The Associated Press que hablaron en condición de anonimato para evitar represalias de las autoridades -como ha ocurrido con otros de sus colegas-, señalaron que el hospital, que hace menos de dos décadas era una referencia en Latinoamérica por sus sofisticados equipos y especializado personal, enfrenta la pandemia en un avanzado estado de deterioro y con escasez de agua, lo que obliga a pacientes y empleados a recurrir a envases plásticos para almacenar el líquido y asearse.
Las fallas en el sistema de aire acondicionado provocan que el personal de salud, que utiliza trajes especiales para protegerse, deba soportar altas temperaturas mientras atiende a los contagiados que están en cuidados intensivos.
A su vez, la falta de mantenimiento es tal que para los empleados se ha vuelto común cruzarse con ratas, cucarachas, gatos y perros en el hospital. “Esto es un zoológico”, afirmó una médica.
Ante el crecimiento exponencial de los contagios las autoridades decidieron suspender la atención de otras patologías en el Hospital Universitario y concentrarse en los casos de coronavirus. A pesar de esa medida “los pisos están colapsados por pacientes con COVID”, indicó un médico y agregó que en la unidad de cuidados intensivos hay sólo siete camas.
En otros dos hospitales, el Chiquinquirá y el Adolfo Pons, se han instalado camas en el área de consultas externas para recibir a los contagiados pese a que en ese sector no hay tomas de oxígeno ni baños, refirió una enfermera.
Además de los tres hospitales las autoridades tomaron una veintena de hoteles para alojar pacientes, indicó el diputado y médico cirujano William Barrientos. A los contagiados los “aíslan sin protocolo” hasta que llegan los resultados de las pruebas de Caracas, proceso que -según Barrientos- puede demorar más de una semana. El estatal Instituto Nacional de Higiene, que opera en la capital venezolana, es el único centro que procesa las pruebas de todo el país.
El ausentismo laboral del personal de salud se ha convertido en otro de los problemas en Zulia. Ante el riesgo de contagio, la falta de equipos de protección y la escasez de combustible y transporte público numerosos médicos y enfermeros han dejado de acudir a los hospitales.
Además, Barrientos dijo que más de 40 médicos se han contagiado pero no han querido revelar su condición para no ser trasladados a hoteles. Sobre la cifra de médicos y enfermeras fallecidos en Zulia de COVID-19 el régimen chavista no ha ofrecido mayores detalles, aunque extraoficialmente se refieren al menos cuatro muertes.
La médica Patricia Valenzuela, miembro de la junta directiva de la Sociedad Venezolana de Infectología, atribuyó el crecimiento sostenido de los contagios a la disminución de la prevención y la falta de acondicionamiento de los lugares públicos y el transporte.
Valenzuela afirmó que la situación en Zulia evidencia que “nuestros hospitales no están acondicionados” y planteó que el aumento sostenido de casos sólo se detendrá si hay organización y el “ciudadano toma conciencia de que debe cuidarse”.
La falta de preparación del sistema de salud venezolano fue advertida el mes pasado por la organización humanitaria internacional Human Rights Watch y los Centros de Salud Pública y Derechos Humanos de la Universidad Johns Hopkins, que exhortaron a la ONU a que asuma el liderazgo para atender la difícil situación del país sudamericano, agobiado por una severa recesión y una desbocada hiperinflación que ha llevado a casi un tercio de la población a tener dificultades para alimentarse.
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