John Bolton, el exasesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, cree que si el presidente Donald Trump gana un segundo mandato, «intentará» reunirse con su homólogo venezolano, Nicolás Maduro, una idea que le atrae mucho pero que ha aparcado hasta ahora debido a cálculos electorales en Florida.
EFE
En una entrevista con Efe, el que fuera asesor de Trump entre marzo de 2018 y septiembre de 2019, convertido ahora en uno de los más fervientes enemigos del mandatario, describió también a su exjefe como una «anomalía» en la historia del país que ha debilitado la posición de Estados Unidos en el mundo.
Pregunta: ¿Cuál cree que será el legado de Donald Trump en política exterior?
Respuesta: Creo que, como lo describo en mi libro, (su política exterior) no se basa en una filosofía clara o una gran estrategia sobre los intereses estadounidenses en el mundo. No es algo que pueda describirse en términos típicos de política. Ha sido un éxito aumentar significativamente el presupuesto de defensa respecto a los niveles de la Administración de (Barack) Obama, pero creo que a la hora de lidiar con Rusia, China, Corea del Norte e Irán, hay muy pocos éxitos que contar, y la política (exterior) de Estados Unidos, en muchos sentidos, es más débil de lo que lo era antes. Y dado que ya estábamos en declive después de ocho años de Obama, creo que es algo como para preocuparse.
P: El presidente Trump dice que no le gustan las intervenciones en el extranjero, pero ha amenazado con invadir Venezuela muchas veces, según escribe usted en su libro «The Room Where It Happened» («La habitación donde ocurrió»). ¿Por qué cree que Venezuela es una excepción a esa regla aislacionista de Trump? ¿Es el petróleo, es el hecho de que esté en el continente americano?
R: Como indico en el libro, él creía que Venezuela era parte de Estados Unidos, y eso probablemente sea igual a pensar que Finlandia era parte de Rusia. Es decir, tenía un problema a la hora de pensar estratégicamente, por decirlo levemente. Y no creo que él creyera en el uso de la fuerza militar en ningún sentido serio. Ciertamente, ninguno de sus asesores lo creía. El problema con nuestra política en Venezuela, y nuestra oposición al régimen de Maduro, es que el presidente no conseguía mantenerse en un camino fijo, dados los altibajos de cualquier programa de oposición, como el que llevaba a cabo el pueblo de Venezuela (…). Fue una oportunidad perdida para Estados Unidos. Creo que hasta las elecciones de noviembre, cuando los votos de los venezolanos estadounidenses y cubanos estadounidenses serán muy importantes, el presidente Trump seguirá apoyando a la oposición (venezolana). La pregunta es, si gana en noviembre, ¿cómo continúa ese apoyo en un segundo mandato de Trump?
P: Usted ha defendido la Doctrina Monroe (que atribuye derechos unilaterales a EE.UU. sobre América Latina). ¿Pisena que el presidente Trump cree también en esa doctrina, o incluso que sabe lo que es?
R: No estoy seguro de que sepa lo que es, pero sí que sabe acerca de la influencia de Rusia, China e Irán en Venezuela, porque hemos hablado de ello, y él lo veía como peligroso, (porque) hasta la implicación de las fuerzas cubanas en Venezuela está subsidiada en parte por Rusia.
P: ¿Así que, cuando dijo que Venezuela era realmente parte de Estados Unidos, el presidente Trump no estaba pensando en la Doctrina Monroe?
R: No, no lo creo. Me quedé de piedra cuando le oí decir eso, pero tampoco me sorprendió, supongo, cuando también preguntó si Finlandia (era parte de Rusia). El presidente no tiene un conocimiento profundo de los asuntos internacionales, ni siquiera en este continente.
P: Usted escribe que Trump solicitaba «periódicamente» a su equipo concertar una reunión con Maduro. ¿Estuvo alguna vez cerca de programarse ese encuentro?
R: No mientras yo estuve en la Casa Blanca, eso seguro. Mucha gente recomendó que lo hiciera, republicanos a los que de alguna manera Maduro había persuadido o convencido a otra gente para que persuadiera. Y en el último mes, en una entrevista con (el portal) Axios, (Trump) volvió a decir que estaba dispuesto a reunirse con Maduro, hasta que las voces en Florida dijeron que era muy mala idea y él dio marcha atrás. Esto no es demasiado distinto de su forma de ver las cosas en otras áreas: con (el presidente ruso), Vladímir Putin, con (el chino) Xi Jinping, con (el turco, Recep Tayyip) Erdogan… (Le gusta la idea) de reunirse con una figura fuerte y autoritaria, pero en el caso de Venezuela no está en el interés de EE.UU. que eso ocurra. Enviaría una muy mala señal, alentaría a la gente a pensar que quizá no apoyamos a la oposición tan fuertemente como lo hacemos. Y por eso yo siempre solía decir sobre Maduro: lo único que merece la pena negociar con él es lo que quiere para comer en el avión que le lleve a Cuba.
P: ¿Y cree que el hecho de que no programara una reunión con Maduro, pero sí intentara hacerlo con otros líderes autoritarios, se debe únicamente a la política electoral en Florida?
R: Creo que llegó a la conclusión de que reunirse con Maduro produciría consecuencias políticas muy negativas no solo en Florida, sino realmente en muchas, muchas partes del Partido Republicano. Y este es un tema recurrente en el libro, que él tomaba decisiones que a mí me gustaban, pero no porque estuviera convencido de su sentido en cuanto a la política exterior, sino porque estaba preocupado por las consecuencias políticas. Así que para mí, una de las preocupaciones en un segundo mandato de Trump, si gana la reelección en noviembre, es que esas restricciones políticas ya no estarán, o al menos habrán disminuido enormemente. Y me preocupa lo que haga en un segundo mandato.
P: Mientras usted estuvo en la Casa Blanca, el Gobierno de Trump intentó derribar a Maduro y fracasó. ¿Cree que el presidente Trump aún puede expulsar a Maduro del poder o ha perdido su oportunidad?
R: Creo que realmente depende de las condiciones en Venezuela, y podemos influir en ellas con la fuerza de nuestras sanciones y otras medidas que EE.UU. y otros en el continente y en todo el mundo pueden tomar. No creo que entráramos en esta lucha de manera ingenua. Creo que la oposición fue muy clara con nosotros a finales de 2018 y principios de 2019, en el sentido de que veían esto como una especie de última oportunidad, de que la forma fraudulenta en la que Maduro había sido ‘elegido’ les daba una oportunidad, bajo la propia Constitución de Hugo Chávez, de declarar la presidencia vacante y hacer presidente interino a (Juan) Guaidó (…). Y creo que nuestra conclusión fue, de hecho, si no ayudamos a la oposición ahora, puede que no haya otra oportunidad. Y seamos claros: el 30 de abril de 2019, eso estuvo muy cerca de suceder. Es aún más trágico por esa razón, porque estuvo tan cerca pero falló. Sin embargo, no creo que la opinión en Venezuela haya cambiado, sigo pensando que entre el 80 y el 90 por ciento de la gente quiere que el régimen de Maduro se vaya. Las personas que quieren que se quede son las que se benefician de él, se benefician de las consecuencias financieras, se benefician del tráfico ilegal de drogas y, sinceramente, no saben qué harían en una Venezuela libre. Así que es (cuestión de) persistencia, son unas condiciones muy duras y difíciles, y sé que ha sido muy difícil para el pueblo de Venezuela, pero las consecuencias de no deshacerse de Maduro solo significan que esto empeora cada vez más, a medida que pasan los años.
P: Pero, desde que usted se fue, Trump ya no parece tan interesado en Venezuela. ¿Cree que ha metido el tema en un cajón y que solo lo sacará cuando vea que puede suponerle un beneficio político, electoral?
R: Creo que estará muy interesado en ello hasta el 3 de noviembre (la fecha de las elecciones presidenciales en EE.UU.), y que hará campaña por ello en Florida, en las comunidades venezolana y cubana. Lo que me preocupa no es lo que hará antes del 3 de noviembre, lo que me preocupa es qué hará después del 3 de noviembre, porque creo que esta idea de reunirse con Maduro volverá. Él piensa que puede negociar un acuerdo sobre cualquier tema, e intentará hacerlo con Maduro, y eso podría tener efectos muy dañinos en la oposición (venezolana).
P: Usted escribe en su libro que, el año pasado, pensó que usar la fuerza para cortar los envíos de petróleo de Venezuela a Cuba podría haber tenido un impacto «drástico». ¿Se planteó en serio la Casa Blanca una intervención militar en ese sentido?
P: No estoy seguro de que hubiéramos necesitado una intervención en Cuba o ni siquiera en alta mar. Creo que podíamos haber anunciado una cuarentena, un corte de los envíos de petróleo a Cuba, y que podríamos haber entorpecido las cosas para las compañías comerciales que hacen eso. Pero lo de la cuarentena no se consideró demasiado en serio. Y las sanciones económicas ya han tenido mucho efecto, pero creo que ese vínculo entre Cuba y Venezuela es lo que mantiene a Maduro en el poder. Creo que si los cubanos desaparecieran mañana, Maduro caería muy poco después, y creo que podría haber consecuencias también en Cuba. Creo que estos regímenes se están sosteniendo entre sí, y por eso les llamo la ‘troika de la tiranía’, incluyendo a (Daniel) Ortega en Nicaragua. Están muy relacionados. Si uno de ellos cayera, es posible que los otros dos también lo hicieran.
P: Justo iba a preguntarle por ese término que usted ideó, el de la «troika de la tiranía», para referirse a Cuba, Venezuela y Nicaragua. Ese concepto generó comparaciones con el famoso «eje del mal» de George W. Bush, que incluía a Irak, Irán y Corea del Norte. ¿Cree que la amenaza que presenta la «troika de la tiranía» es comparable a la que, según usted, presentaba entonces el «eje del mal»?
R: Bueno, no es tan grave porque no hay armas nucleares potencialmente implicadas, pero sí es grave en el continente americano. Maduro proporciona refugio a las (guerrillas colombianas de las) FARC y el ELN que aún usan los narcóticos para enriquecerse y lograr armas y apoyo para sus actividades terroristas. Este narcotráfico desestabiliza a todo el continente, y hay países que permiten que esa actividad continúe: Bolivia, México, otros. Realmente amenaza a las democracias de todo el continente, y creo que por eso, cuando la oposición venezolana se puso en pie, no fue solo Estados Unidos, sino muchos países en América del Sur los que quisieron hacer algo para ayudar a derrotar a Maduro, y es importante que continuemos en ello.
P: Y sobre la famosa nota de «5.000 tropas a Colombia» que usted anotó en un cuaderno el año pasado y que captaron las cámaras, en su libro dice que lo hizo para preguntar al Pentágono por el tema. ¿Llegó a hacerlo, y llegó a considerarse esa idea en serio?
R: Bueno, eso fue algo que me dijo el presidente Trump, por eso lo escribí, y sabe, en Estados Unidos siempre tenemos que considerar la seguridad de los ciudadanos estadounidenses en Venezuela o en cualquier lugar del mundo donde puedan estar amenazados. No siempre podemos hacer algo al respecto, pero creo que es nuestra responsabilidad como Gobierno proteger a los diplomáticos, pero también a los ciudadanos estadounidenses.
P: También escribe que trató de mantenerse fuera del embrollo migratorio mientras estuvo en la Casa Blanca. ¿Cómo ve la política migratoria de Donald Trump hoy?
R: Bueno, no es una política, es una declaración con fines políticos. Va de que vamos a construir el muro y México lo va a pagar. Pero por cierto, México no lo ha pagado y no veo cómo eso pueda pasar jamás. El muro es un símbolo para mucha gente sobre la inmigración ilegal (…). Yo creo que en todo el continente americano nos hemos beneficiado de la inmigración (…) y no hay que creer que si alguien se opone a la inmigración ilegal, se opone a todo tipo de inmigración. No creo que Trump haya reflexionado sobre eso. Creo que lo utiliza como un silbato para algunos en su base de votantes.
P: Usted tiene muchos críticos en Latinoamérica que le ven como una figura imperialista, y otros que le consideran cómplice de los fracasos del Gobierno de Trump. ¿Cuál es su mensaje para ellos?
R: Bueno, no se trata de imperialismo de Estados Unidos en el continente americano, (verlo así) no es realista. Lo que intenté fue acercar al presidente a lo que yo creía que eran posturas coherentes con la seguridad nacional de EE.UU., y cuando sentí que ya no podía hacerlo, me fui.
P: ¿Cómo cree que recordará la historia a Donald Trump?
R: Espero que le recuerde como un presidente de un solo mandato, y creo que como una anomalía. Espero que podamos reparar el daño que se ha hecho a Estados Unidos, y realmente creo que podemos si solo hay un mandato. Y es importante para los estadounidenses que nuestros amigos en todo el mundo entiendan que esto es una anomalía. Donald Trump no es un republicano conservador. Tampoco quiero decir que sea un demócrata progresista, tampoco lo es. Simplemente, es Donald Trump, y cuando desaparezca, la gente se preguntará cómo llegó a convertirse en presidente.
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