José Moreno tiene 27 años, es padre de familia y desde hace dos años vive en Perú. Llegó cuando se daban facilidades a los venezolanos para la regulación migratoria y así, como cuenta, empezar de nuevo: «Por los míos y por mí».
Por Ayatola Núñez | Venezuela Migrante
Lo que desde hace un tiempo pone en práctica lo resume como una enseñanza que le dieron sus abuelos: “Compartir lo poco o mucho que se tiene con el que más lo necesita”. Así decidió apoyar a los caminantes que retornaban a Venezuela en medio de la pandemia. Moreno conoce muchas de sus historias, algunos se quedaron sin trabajo, otros fueron desalojados del lugar donde vivían y vieron cómo mermaban sus ahorros. Emprendieron un viaje, a pesar de la medidas de control sanitario y de los riesgos del camino.
¿A cuántos ha ayudado? Moreno se libra de esa preguntas y sostiene que no le interesa compartir fotos, ni decir a cuántas personas ha favorecido. Solo le basta con brindar facilidades para que el retorno sea, como él describe, «menos difícil».
Moreno narra que antes de salir de Venezuela trabajaba en un local de reparación de celulares en un centro de comercial de Barquisimeto. Su ingreso económico era tres veces al mayor al salario promedio, pero dice que al salir a la calle, la carencia de servicios y otras dificultades se imponían: «El agua y la luz fallaban constantemente, mientras que los alimentos eran difíciles de conseguir. No importaba cuánto efectivo tuvieras; si no tenías a quién sobornar para que te dejara pasar y te permitiera pagar con sobreprecio, no comías”.
Al salir de Venezuela, en diciembre del 2017, su primer destino fue Colombia, donde vivió unos meses. Poco después se fue a Perú con su hermano: «Nos ayudó un compadre y los 25 días ya teníamos un minidepartamento alquilado”.
Sostiene que su llegada fue menos traumática que la de otros paisanos. “A muchos, amigos y hasta familiares les dicen que los van a recibir, y cuando ya están en el país, les apagan el teléfono. Yo sé lo que es eso porque lo viví”.
Una vez con un hogar propio comenzó la labor de brindar apoyo a los que llegaban: “Primero recibimos a conocidos y después a amigos de un amigo. Les prestábamos un colchón inflable y hasta para los pasajes a otras ciudades. Algunos corrían con suerte, conseguían trabajo de una vez y otros seguían hasta otras provincias”.
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