Los brotes vinculados al ocio nocturno son los más numerosos y los que conllevan un mayor número de contagios en España. Las sorprendentes imágenes de jóvenes bebiendo de una misma botella o vociferando apiñados sin ninguna precaución no dejan dudas sobre el riesgo que entrañan. Hasta ahí, el acuerdo es total. Sin embargo, los científicos aún discuten sobre los mecanismos específicos de contagio, y qué peso tiene cada uno de ellos, en entornos cerrados y concurridos.
Dos nuevos estudios sobre el Diamond Princess, el crucero británico confinado en Japón al inicio de la epidemia, reavivan ahora el debate. La clave para entender nuestros problemas actuales podría hallarse, a modo de esbozo, en lo que ocurrió en ese barco.
Una investigación realizada en la Universidad de Harvard y el Instituto de Tecnología de Illinois ha diseñado un modelo matemático para determinar cómo se extendió el brote a partir del 20 de enero, cuando embarcó una persona infectada. La conclusión es que la principal vía de transmisión fue mediante aerosoles, pequeñas partículas que flotan durante minutos en el aire y pudieron ser inhaladas por numerosos pasajeros, sin necesidad de contacto directo.
La vía de los aerosoles es polémica, pero ha cobrado fuerza en las últimas semanas. El nuevo estudio, aún pendiente de revisión, le concede una importancia decisiva –un 60% del total de los contagios– en un entorno, el Diamond Princess, que presenta numerosas similitudes con el ocio nocturno. Desde zonas comunes dedicadas al entretenimiento, hasta un ambiente refrigerado pero con poca circulación del aire. Pasando por gente que come, bebe, canta y baila junta.
«Nuestro modelo sugiere que lugares interiores con mala ventilación incrementan el riesgo de transmisión del virus», explica José Guillermo Cedeno, investigador de la Escuela de Salud Pública de Harvard y uno de los autores del estudio. «Los bares parecen ser en especial peligrosos, pues el alto nivel de ruido hace que la gente hable más fuerte, lo cual resulta en mayores emisiones de aerosoles y gotículas con capacidad de contagiar», añade.
La importancia de la investigación, recuerda Cedeno a este diario, no se limita a explicar lo que ocurrió en el crucero, sino que es extensible al momento actual de la pandemia: «Nuestras estrategias para disminuir el contagio en oficinas, escuelas y otros lugares encerrados tienen que incluir medidas para mejorar la calidad de aire en espacios interiores», argumenta. La desinfección de superficies y el distanciamiento físico no serían ya suficientes, por sí solas, en determinados entornos, según los resultados del estudio.
El otro estudio, publicado por Tsuyoshi Sekizuka, del Instituto Nacional de Enfermedades Infecciosas de Tokio, junto a colaboradores de otros centros japoneses, secuenció el genoma completo de las muestras de virus tomadas a pasajeros del Diamond Princess y realizó un análisis filogenético para determinar su procedencia. La conclusión, publicada en PNAS, es que todas las infecciones compartían un mismo origen. Una sola persona, o un grupo pequeño, ocasionó el brote, que concluyó con más de 700 casos diagnosticados y ocho muertes.
«Los pacientes estaban distribuidos ampliamente alrededor de las 18 cubiertas del barco», advierte el informe. «Esto podría indicar que las mayoría de las infecciones de SARS-CoV-2 comenzaron en eventos grupales en las áreas de recreo, donde todos los pasajeros disfrutaban de bailes, cánticos, compras y veían espectáculos».
La situación no sólo recuerda por su aspecto social a los locales de ocio nocturno, sino que también incide en el problema de los supercontagiadores. Una sola persona, en una sola noche, puede generar un brote importante. Así lo ilustra el caso, registrado en mayo, de un hombre de 29 años que visitó cinco establecimientos seguidos en Seúl y provocó más de 100 contagios.
SUPERCONTAGIO AÉREO, UN ESCENARIO DE PESADILLA
La combinación de las dos circunstancias sobre las que los estudios del Diamond Princess han puesto el foco, la transmisión aérea y los supercontagiadores, nos situaría en un escenario de pesadilla. Sin embargo, no es necesario que se dé la primera para que el riesgo de transmisión siga siendo importante. «Teóricamente es posible, pero seguramente tenga un papel muy limitado», valora sobre la vía de los aerosoles Joan Ramón Villalbí, miembro de la junta directiva de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (Sespas).
Lo que no impide que, dada otra serie de circunstancias, puedan darse en el ocio nocturno condiciones favorables al contagio. «Son locales que propician la relación estrecha entre personas. Además, suele haber música, con lo cual la gente habla más fuerte y transmite más gotículas», argumenta Villalbí. Por otra parte, recuerda este experto, «las personas, en general, cuando están bajo los efectos de sustancias psicoactivas mantienen menos control sobre lo que hacen». Algo que se ha notado también en los botellones, aunque sean al aire libre.
Hay una circunstancia, en cualquier caso, que distingue al ocio nocturno de un crucero. Un barco puede aislarse fácilmente, mientras que rastrear los brotes nocturnos es una tarea ardua. «Se está en contacto con gente a la que se acaba de conocer o no se conoce», advierte Villalbí. «No hay una manera fácil de contactar».
Si quieres recibir en tu celular esta y otras informaciones descarga Telegram, ingresa al link https://t.me/albertorodnews y dale click a +Unirme.