Blanca María Rodríguez de Pérez nació el 1 de Enero de 1926. Primera Dama de la República de Venezuela desde 1974 hasta 1979, y luego, desde 1989 a 1993. Se casó cuando Carlos Andrés tenía 25 y ella, 21 años.
La primogénita nació en Caracas en junio del 49, cuando su padre estaba preso en la cárcel modelo. De hecho, no vino a conocerla sino un mes después, cuando salió de esa prisión (serían varias). Sonia vino al mundo exactamente un año después del matrimonio de sus padres, realizado el 10 de junio de 1948, en Rubio, estado Táchira. Habían sido novios desde que Blanca tenía 15 años.
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Ella, iba a misa y él la esperaba a la salida, en la esquina de la plaza, y la acompañaba para la casa. Eran primos hermanos. La mamá de Carlos Andrés -se llamaba Julia Rodríguez- era hermana del papa Blanca, que se llamaba Manuel Rodríguez. Como los padres de Blanca murieron muy temprano, la pareja endogámica encontró mayor resistencia.
El siguiente vástago, Thaís, nació en Caracas en el año 1951. Sus padrinos serían Leonardo Ruiz Pineda y su esposa Aura Elena Merchán. Los próximos dos, Marta y Carlos Manuel, nacieron en el 53 y 56, respectivamente, en San José de Costa Rica, durante un exilio que duraría diez años. Los padrinos de la primera fueron Raúl Leoni y doña Menca; y los de Carlos, Guido Grooscor y su esposa Diana. La penúltima, Marielo (María de los Ángeles), nació en 1959 en San Cristóbal, de regreso a Venezuela, cosa que ocurrió en enero de ese año. Sus padrinos fueron: Renato Laporta y Olga Rodríguez de Laporta.
En cuanto retornaron al país, Pérez se sumó al apoyo a Betancourt y ya en 1960 fue nombrado por director general del Ministerio de Relaciones Interiores. Un año después fue promovido titular de ese despacho. Es por eso que los primeros tres hijos tuvieron una infancia mecida por la morosidad mediática; Marielo tendría que ser alumbrada en San Cristóbal por los sobresaltos de regreso (no tenían casa); y Carolina es la hija de un ministro. No cualquiera. El encargado de enfrentar y reducir las guerrillas lanzadas al derrocamiento del gobierno de elección popular. A eso se debe que Carolina sea prácticamente la única hija que aparece en fotografías oficiales con su padre. Ella es el diablillo flaquito que vemos en esa fotografía con militares, así como en la que muestra a Pérez con el saco a cuadros que fue su marca.
A sus 51 años, Carlos Andrés Pérez se empeñó en mirar a cada venezolano a los ojos. Se trataba de hollar con sus propios pies todo el territorio y demostrar que podía instaurar una democracia con energía, como prometió entonces en la ciclópea ambición de conducirse como un demócrata en un país donde persistía la nostalgia por la gorra; esto es, por la dictadura. Uno de los ardides propagandísticos consistió, de hecho, en calcomanías negras que recortaban el perfil de un zapato de un hombre.
El 2 de diciembre de 1973 tuvieron lugar las elecciones. Pérez tomaría posesión del cargo el 12 de marzo de 1974, al recibirlo de Rafael Caldera. Era la segunda vez, desde el restablecimiento de la democracia en 1958, que el mando era traspasado a un presidente adscrito a un partido político distinto al del saliente.
La familia Pérez Rodríguez se mudó a La Casona, que había sido remozada por la primera dama Alicia Pietri de Caldera, y se encontraba en excelentes condiciones. La nueva primera dama, Blanca Rodríguez de Pérez, se instaló en la residencia oficial, pero no todos los seis hijos de la pareja lo hicieron. De hecho, la única que tuvo una vida de hija de presidente fue Carolina, nacida en Caracas en 1963 (y, por cierto, bautizada en Miraflores, donde por entonces vivían sus padrinos, Rómulo Betancourt y su esposa, Carmen Valverde). Fuente: Entrevista realizada por la periodista Milagros Socorro a las hijas de Carlos Andrés.
-Puedo asegurar que con mi papá no pudieron –añade Carolina, al comentario de Sonia en el sentido de que jamás vio llorar a su padre-. A mi papá lo vi tres veces muy perturbado. La primera vez, fue con lo del Sierra nevada, fue terrible el juicio. Lo dejaron solo. Nadie le quería hablar. Nadie lo quería ver. Mi papá estaba caído. El teléfono no sonaba. Si llegaban 4 tarjetas de navidad fue mucho, cuando en las buenas épocas llegaban por centenares, lo mismo que las cestas de navidad. La segunda, con la muerte de muestra hermana Thaís, en 1994.
-Y la tercera vez fue ese mismo año –tercia Sonia- cuando salió de la Presidencia. Eso lo transformó. La gran manifestación de ese cambio es que antes del 94 mi papá no hablaba mal de nadie, a lo más que llegaba era a calificar a alguien de pobre de espíritu. Después de eso cambió, se volvió un hombre triste y desilusionado y más severo, al expresarse de la gente. Estoy hablando de un hombre que jamás decía malas palabras. Lo único que decía cuando estaba muy bravo o sorprendido era carajo. Y aún en los peores momentos jamás albergó rencores. Tenía enemigos políticos, pero ninguno personal.
-Se hubiera podido ir –recuerda Sonia-. Se quedó porque a mi papá le importaba mucho la historia.
Doña Blanca Rodríguez de Pérez fue una gran esposa, compañera y distinguida Primera Dama quien llevó adelante programas sociales de importancia entre los que se puede mencionar: los hogares de cuidado diario, la donación de sillas para discapacitados (BANDESIR) amén de sus compromisos como Presidenta de la Fundación del Niño.
Con información eglycolinamarinprimera
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