Ricardo Cusanno, presidente de Fedecámaras, ofreció su mensaje anual al país en el marco de la 76 Asamblea Anual de la máxima organización de gremios empresariales de Venezuela, celebrada de forma inédita a través de las plataformas digitales.
En su mensaje, Cusanno expresó que los empresarios «no podemos sentarnos a esperar que ocurran los cambios políticos necesarios para comenzar a trabajar en procura de una Venezuela productiva».
Señaló que el sector empresarial del país está llamado a presentar propuestas de solución ante la crisis y promover, desde su autonomía e independencia, los espacios y condiciones para que se dé el viraje definitivo hacia una Venezuela próspera y de progreso.
El presidente de Fedecámaras resaltó que Venezuela vive hoy uno de los momentos más aciagos de su historia contemporánea, en medio de una inédita recesión económica continuada por 7 largos años. Para 2020, la Cepal estima una caída del PIB de 26%, profundizada por la pandemia en un 15% adicional.
«El modelo de socialismo del siglo XXI desapareció casi 400.000 empresas. El afán controlador, la política expropiatoria y el exceso de burocracia y regulaciones levantaron enormes barreras a la producción», añadió.
A continuación el texto completo del mensaje anual al país de Fedecámaras, en su 76 Asamblea Anual:
El punto de partida que nos convoca es Venezuela
Nos corresponde, desde la perspectiva que nos ha tocado vivir, entrar en la búsqueda de una ruta eficaz: “Por una Nación incluyente y productiva”, sin romanticismo, con absoluta convicción de la necesidad urgente de rescatarla.
Venezuela agoniza…
Ya no es suficiente decir que está en crisis. Se rompió ante nuestros ojos. No fue suficiente el petróleo, el rentismo, la redistribución de beneficios que solo terminaron socavando todas las capacidades para invertir, para producir… para convivir.
No tenemos instituciones ni referentes, solo una sensación de vacío que se agiganta ante la ausencia de propuestas y conducción política que reconozca dónde estamos y hacia dónde debemos ir.
Venezuela vive hoy uno de los momentos más aciagos de su historia contemporánea, en medio de una inédita recesión económica continuada por 7 largos años. Para 2020 la CEPAL estima una caída del PIB de 26%, profundizada por la pandemia en un 15% adicional.
El modelo de socialismo del siglo XXI desapareció casi 400.000 empresas. El afán controlador, la política expropiatoria y el exceso de burocracia y regulaciones levantaron enormes barreras a la producción.
Ha completado la ecuación para este desastre, la colosal caída de la producción petrolera y las condiciones del mercado internacional.
Las restricciones al sistema financiero dejaron a la banca sin capacidad de respaldar los requerimientos de los procesos productivos.
La hiperinflación sufrió una variación interanual a junio 2020, de 3.500% vs. junio 2019.
No es de extrañar que hayamos pasado de ser un país puntal en Latinoamérica, a ser hoy la economía más pequeña. De acuerdo a la Encuesta de Condiciones de Vida (ENCOVI) 2020, los niveles de pobreza en Venezuela, dejaron de hacerla comparable con sus pares latinoamericanos, ubicándola entre los países más pobres del mundo, con cerca de un 80% de venezolanos en pobreza extrema que no pueden cubrir la canasta alimentaria.
El salario mínimo equivale aproximadamente a 1 dólar y medio por mes, cifra muy inferior a los 1,25 dólares diarios fijados en la Agenda 2030 de las Naciones Unidas. Estos números hablan por sí solos, desnudando el hambre y la pobreza que crecen sin freno en nuestras calles.
Las cifras de desnutrición son alarmantes. El 74% de los hogares vive en inseguridad alimentaria de moderada a severa y el consumo proteico promedio sólo llega al 34%. Ningún programa gubernamental de distribución de alimentos resuelve esta condición. La situación empeora en materia de educación. 40% de los niños y jóvenes no asiste a clases por falta de servicios, alimento, transporte o ausencia de maestros. Los precarios índices educativos impiden al estudiantado contar con formación adecuada para abordar el presente y adquirir las herramientas que requiere el futuro.
El colapso de los servicios públicos se manifiesta en 75% de hogares que no reciben servicio de agua a diario, con suerte unos días a la semana o al mes.
El colapso del sistema de salud compromete la vida de los ciudadanos, en especial los que padecen enfermedades crónicas. A esto se suma el impacto del COVID-19 que ha desbordado hospitales y centros de salud, copando además hoteles y otros espacios públicos.
La Cepal declaró que Haití y Venezuela son los países “más vulnerables” ante los efectos de la pandemia, dada la escasa capacidad de respuesta para atender la emergencia sanitaria.
Todo esto ha ocurrido a la vista de un Estado desmantelado, incapaz de planificar ni aplicar un esquema ordenado de decisiones coherentes en política económica.
El protagonismo e intervencionismo han hecho del Estado un actor extremadamente ineficaz en el cumplimiento de sus cometidos fundamentales en materia de servicios públicos, educación, alimentación, salud, empleo, seguridad y justicia.
Es además su deber garantizar un ambiente propicio a la inversión del sector privado, con políticas públicas coherentes y visión a largo plazo que respete la libre iniciativa y la propiedad privada; derechos reconocidos universalmente como piedras angulares en el crecimiento económico y prosperidad de un país.
Es por ello que los empresarios no podemos sentarnos a esperar que ocurran los cambios políticos necesarios para comenzar a trabajar en procura de una Venezuela productiva. Estamos llamados a presentar propuestas de solución ante la crisis y promover desde nuestra autonomía e independencia, los espacios y condiciones para que se dé el viraje definitivo hacia una Venezuela próspera y de progreso.
Fedecámaras no puede permanecer expectante ante el grito que exige solución a los problemas en el término inmediato. De allí, nuestra propuesta: “Por una Nación incluyente y productiva”, que convoca a todos los actores de la sociedad a definir en comunión el modelo de país que necesitamos.
Hemos formulado el llamado a un gran Acuerdo Nacional que sea la semilla de una agenda conjunta y modele el concierto necesario para una reforma estructural que nos permita, una vez superada la pandemia, poner en marcha la reactivación económica y un camino de progreso y bienestar para Venezuela.
El pasado 29 de mayo, dimos un primer paso al suscribir un Manifiesto Bipartito con las organizaciones sindicales de trabajadores, para planificar un retorno seguro a la actividad, mejorar sus condiciones de vida y emprender juntos la reactivación y reconstrucción del país; todo, en el marco del diálogo social promovido por la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Para construir un nuevo modelo de país, necesitamos desarrollar el Acuerdo Nacional propuesto, en un marco de acción inclusivo que cuente con la amplia participación de los actores de la sociedad. Deben abrirse los espacios para los acuerdos políticos, donde cada actor pueda asumir el rol que le corresponde, concientizando la necesidad de privilegiar al país por encima de ideologías o intereses partidistas, garantizar una gestión pública eficiente con rendición de cuentas, sin corrupción, y con el objetivo superior de satisfacer las necesidades ciudadanas.
Tenemos que asumir el desafío de la reconciliación. Debemos aprender a sanar las heridas y dejar atrás los sentimientos de odio y venganza que nos han dejado más de dos décadas de pugna política, pero sobre todo, reconocernos como venezolanos y emprender una transición hacia la democracia plena, con instituciones incluyentes, hacia la paz, en paz. La transición es imposible sin inclusión. La inclusión no es un favor ni una dádiva: es el reconocimiento de cada individuo como centro de la existencia de la sociedad.
Otro escollo a superar es la pérdida de confianza y del diálogo social, cruciales para garantizar inversión, seguridad jurídica y gobernabilidad. La salud y la economía podrían ser los primeros temas de interés común para abordar el diálogo en una agenda de país.
Es también fundamental el consenso en el sector político para canalizar el financiamiento internacional, obtención de ayuda humanitaria y herramientas para el desarrollo productivo.
Finalmente, para construir un país en el que ciertamente todos cabemos, se impone un compromiso de “no violencia”. Fedecámaras está en contra de la violencia sin importar su origen. Sólo un entorno pacífico garantizará la evolución del país hacia un ejercicio de soberanía popular, mediante la mejor herramienta de la democracia, que es el voto.
Es menester la reactivación económica después de la prolongada hibernación impuesta por la pandemia.
No compartimos el modelo centralista ni rentista que trajo este desastre a nuestra puerta. Pero, tampoco queremos un modelo que limite nuestras libertades políticas, económicas y sociales en función de la centralización del poder y el control de la sociedad, nos negamos a transitar hacia un modelo como el chino o vietnamita.
Sugerimos un modelo propio, pensado y acordado por y para los venezolanos, un modelo sobre el cual la capacidad labre destino y prosperidad, con base en el esfuerzo propio, la innovación y el trabajo. Un modelo de desarrollo sustentable, con democracia, progreso y justicia social que cumpla con estos objetivos:
- Que genere riqueza, para afrontar el reto de erradicar el hambre y la pobreza.
- Que brinde soluciones a los problemas del país y alivie la angustia y padecimientos de los venezolanos.
- Que permita el espacio para los valores intrínsecos de la venezolanidad: la solidaridad, la creatividad, el compromiso y el trabajo digno.
- Que garantice una efectiva inclusión de todos los ciudadanos en todos los ámbitos, con igualdad de acceso y oportunidades.
- Que permita recuperar la capacidad adquisitiva del salario, una pensión justa, formación acorde con las demandas económicas y tecnológicas, y que fomente el espíritu de emprendimiento.
- Que atraiga la inversión, con visión de competitividad e internacionalización.
El único proyecto político que apoyamos en Fedecámaras es el que respeta los derechos humanos y constitucionales que enarbolan la vida, el acceso a la salud, la educación, la alimentación, el respeto a la propiedad privada y la libre iniciativa, el derecho al voto; en fin, libertades plenas en lo político, económico y social.
La sociedad que queremos no es compatible con la existencia de persecución y represión, con la permanencia de presos de conciencia o con el desmantelamiento de los partidos políticos. Tampoco es cónsona con un esquema que trata de llenar vacíos funcionales sin capacidad de apoyar al ciudadano frente al hambre y la mengua. La gravedad de Venezuela sólo puede tratarse mediante un acto de grandeza y dimensión de cada venezolano, en el cual el interés del país se anteponga a cualquier ambición o agenda particular.
Corresponde a los actores políticos llevar a cabo sus propios ejercicios de conciencia y voluntad para destrancar el juego. Exigimos hacer un alto para poder conducir a Venezuela, junto con las fuerzas vivas, hacia una senda de crecimiento, democracia, paz y justicia social.
Exigimos, porque hemos puesto al servicio del país todas nuestras capacidades y asumimos el rol que nos corresponde en la construcción de una Venezuela que resurja hacia la modernidad, hacia los retos del mundo post-petrolero, hacia los exigentes escenarios de la tecnología, la innovación y los intercambios de información.
Exigimos, porque el rol de ustedes como actores políticos en el mapa de la reconstrucción del país, no es alternativo o variable: es una obligación y un deber inexcusable.
En Fedecámaras, los invitamos a no perder la esperanza. Sigamos luchando con trabajo honrado, con el orgullo de ser empresarios, por la construcción de una Venezuela próspera, moderna, competitiva, incluyente y productiva, que nos devuelva la sonrisa a partir del éxito personal y colectivo.
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