“Las destrucciones son muy rápidas, pero la reducción de la pobreza es muy lenta. La gente que el régimen mandó a la pobreza en dos años, un nuevo gobierno tardará cinco o seis para sacarlos de ella”, enfatiza el sociólogo Luis Pedro España en entrevista con La Gran Aldea. Investigador e impulso de la encuesta Encovi, no duda en afirmar que en estos años de chavismo “hemos perdido muchas oportunidades para crecer, que no es poca cosa”.
Por: Alejandro Hernández | La Gran Aldea.
Como sociólogo e investigador de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) lleva años analizando a fondo algunos problemas graves que afectan al país, como la pobreza. De hecho, la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) que ha logrado impulsar junto a otros investigadores es el mejor termómetro de la situación en la que se encuentra la población venezolana.
Desde ese conocimiento señala que es necesario buscar algún tipo de resolución que ayude a resolver los problemas de los venezolanos. Al analizar el problema político del país es lapidario: “Los partidos políticos venezolanos solo son unas estructuras para ganar elecciones, porque nada más para eso se entrenaron; y ahora que no hay democracia ni procesos electorales, no saben qué hacer, ni cómo responder en la compleja situación actual”.
Acá la entrevista de España, en la que contextualiza la triste realidad que vive Venezuela producto del mal empleo de política spúblicas por el r´gimen desde hace más de 20 años.
-La Encovi 2020 refleja un deslave social en Venezuela antes del COVID-19, ¿qué país tendremos pospandemia?
-Nos estamos enfocando en que el problema de Venezuela es el COVID-19, como en el resto del planeta, pero eso es un error, porque nuestro país tiene una crisis más compleja, donde la pandemia es algo así como una raya más para un tigre. Aunque, ciertamente, hay un grave problema sanitario, que podría traer consecuencias catastróficas.
Yo entiendo que la opinión pública venezolana esté mimetizándose con la del resto del mundo, pero mi insistencia es que debemos asumir que nosotros, prácticamente, ya no formamos parte de este mundo, nosotros estamos en una situación muy distinta y no podemos tener el mismo discurso que el resto. Necesitamos explicaciones propias, porque las causas de las desgracias que padecemos son mucho más profundas que el virus.
Tenemos un país que sigue deteriorándose a la misma velocidad de los últimos dos años; y el COVID-19 es simplemente un elemento adicional, que si usted lo saca, la destrucción igual continuaría. Si mañana inventan la vacuna y en una semana se la distribuyen a todos los venezolanos, ¿tendríamos un funcionamiento económico y social distinto al de hoy? Yo creo que no.
-¿Han realizado nuevas mediciones durante la pandemia?
-Hemos hecho algunos estudios telefónicos sobre los hogares que entrevistamos en la Encovi 2020, para tratar de ver el impacto de la pandemia y ciertamente el 43% de los hogares nos dicen que alguno de sus miembros perdió el empleo o no puede tener ingresos por impedimentos y restricciones asociadas al virus.
Ahora, en los meses de marzo, abril y mayo la parálisis era por la escasez de gasolina, pero el régimen utilizó el COVID-19 para tapar la crisis de combustible y justificar su parón económico. Hoy tenemos una especie de mezcolanza donde ambos factores tienen que ver. Estamos procesando nuevos datos, pero se podría decir que el confinamiento también afectó ciertas áreas que no venían decreciendo tan rápido, como el sector comercio, que contaba con cierto aire, producto de la liberalización que Nicolás Maduro se vio obligado a aplicar.
-¿El Gobierno interino ha tenido un discurso social acorde a la profunda crisis que usted señala?
-El problema fundamental que ha tenido la Asamblea Nacional es que no ha logrado conectar con la gente, porque su oferta fue el premio gordo de la lotería: Sacar a Maduro; como no lo ha conseguido, se quedó con las manos vacías y sin nada que ofrecer. Si la dirigencia hubiese planteado una propuesta más diversificada que un cambio en Miraflores y luego el cese de la usurpación, no se habría quedado sin discurso. El punto es que frente al objetivo tan grande que se prometió, todo lo demás queda reducido a la nada; y por eso es que hoy no hay palabras ni oídos para el área social.
-En 2016 la oposición hizo un esfuerzo por aprobar leyes con impacto social, pero el chavismo lo impidió y anuló la Asamblea Nacional.
-Debió hacer un esfuerzo mayor en tratar de entender los problemas. Hay diputados muy valiosos, pero no dedican tiempo a estudiar y manejar los temas con verdadera profundidad. El problema de la dirigencia política venezolana tradicional, es que no tiene espacio para sentarse a estudiar y entender. Sin eso, no se puede tener discurso social.
-¿Y esa es la causa de que no haya conexión entre la protesta social y la política?
-Eso es una de las causas, pero no es la única que lo explica. El ejercicio de la política es hacer popular lo impopular y hacer simple lo complejo; pero para hacer eso hay que dedicar tiempo a formarse y mezclarse con la gente. Los partidos políticos venezolanos solo son unas estructuras para ganar elecciones, porque nada más para eso se entrenaron; y ahora que no hay democracia ni procesos electorales, no saben qué hacer, ni cómo responder en la compleja situación actual.
-¿Cuáles son las otras aristas?
-El hecho de que la política en Venezuela sea un acto individual, los dirigentes no tengan soporte y los partidos no sean instituciones. Es fundamental que las organizaciones políticas vuelvan a ser robustas y traspasen, tanto el individualismo como la dependencia de los cargos públicos.
-¿Qué camino cree que debería tomar el Gobierno interino?
-Creo que la oposición venezolana debe reinstitucionalizarse, debe pensar en construir una plataforma institucional alternativa a la Asamblea Nacional. No se puede seguir jugando a una cosa que no funcionó, a una especie de gobierno paralelo que no es tal. Creo que en lugar de intentar mantener cierto statu quo, habría que generar una instancia política que no sea una institución del Estado, porque no podemos hacer de una entidad del Estado un partido político. Si la dirigencia democrática se viera como una fuerza política, que tiene un programa y una estrategia para acceder al poder, no estuviera con el llantén de mantener una Asamblea Nacional que no puede legislar.
-¿No es llamativo que sin Misiones, y ahora hasta con dificultades para suministrar la caja CLAP, Nicolás Maduro logre mantener un control social tan estricto?
-Desde diciembre de 2017 la política social del régimen cambió, aunque la retórica siga siendo la misma. Esta gente tiene un programa de transferencia directa que han mantenido de forma sostenida; y cada mes y medio envía un bono de cuatro o cinco dólares a los millones de venezolanos que tienen activo el famoso “Carnet de la patria”.
Esto, aunque parece insignificante, le sirve a la gente para comprar cuatro kilos de harina, que son suficientes para que en un hogar de tres miembros todos puedan comerse una arepa al día durante un mes. Es una política de miseria, pero algo les resuelve a los más pobres. La caja CLAP era el complemento de este bono, pero entró en desgracia y no la han podido mandar con la misma frecuencia y efectividad. ¿Esto significa que han comprado a la gente? No necesariamente, yo no creo que nadie haya cambiado de opinión por un depósito de tres o cinco dólares.
-¿El discurso social panfletario y propagandístico del régimen aún tiene credibilidad en la gente?
-En su clientela sí. Pero debemos estar claros en que una parte importante de lo que no es su clientela, es decir el 70% del electorado, lo ve cómo una acción para aprovechar. Como decía antes, con eso no compran a la gente, pero demuestran presencia.
-Entonces, ¿cuál es la base del férreo control social que mantienen?
-Hay varias cosas a contemplar y una de ellas puede ser el bono, pero la reprensión y que la gente no ve opción del lado opositor, son dos puntos que influyen mucho. Nosotros, por la razón que sea, siempre ponemos la oferta muy alta: El cambio de gobierno, pero cuando eso no se logra viene la gran decepción. Aquí hay que cambiar el juego y buscar algún tipo de resolución que ayude a resolver los problemas de la población.
-¿Esa frase mil veces dicha sobre que ‘cuando los cerros bajen habrá un cambio’, es un mito?
-Sí, completamente. Los cerros no bajaban antes, porque tenían un nivel de consumo alto y Chávez contaba con un liderazgo importante en ellos. Hoy tampoco bajan porque la gente no va a salir a que la maten, insisto en que la reprensión es un factor muy importante. Cuando el régimen ha atacado las manifestaciones políticas, no solamente es para contener a la oposición, sino también para dejar testimonios ejemplarizantes y que nadie se atreva a intentar forzar cambios por vías que no le convengan al oficialismo. La otra cosa, es que construimos del 27 de febrero de 1989 una imagen irreal, porque no es verdad que los cambios políticos en Venezuela han ocurrido después de eventos como los del Caracazo; eso sólo ocurrió una vez y la probabilidad de que se repita es igual a cero.
-En vista de todo lo que acaba de describir, ¿cómo ve la reconstrucción social del país?
-Lo primero que debemos decir es que Venezuela no tiene ninguna posibilidad de recuperar su actividad económica por sí sola. Necesitamos ayuda, porque estaremos en una situación de posguerra social y política, y la única posibilidad de recuperarse es que agencias de desarrollo nos impulsen. Pero para lograr ese financiamiento debe materializarse un cambio político que estabilice al país y logre un acuerdo para que el mundo nos vuelva a reconocer; hasta que eso no pase, no podremos tener acceso a esos fondos. Sin embargo, si eso llegara a ocurrir, creo que en el corto plazo habría una sensación de alivio, porque la gente se compara con su pasado reciente, no con el lejano. El ciudadano común se compara con el ayer.
-Hay economistas que hablan de una recuperación muy rápida luego del cambio político, ¿qué tiempo estima usted?
-En el corto plazo obviamente vamos a sentir una sensación de mejoría, pero recuperar los estándares que teníamos antes de Maduro nos va a llevar más tiempo. Las destrucciones son muy rápidas, pero la reducción de la pobreza es muy lenta.
La gente que el régimen mandó a la pobreza en dos años, un nuevo gobierno tardará cinco o seis para sacarlos de ella. Para volver a la situación que teníamos en 2014, que ya era mala, podemos tardarnos diez años, pero no hacen falta esa cantidad de tiempo para sentir que estamos mejor que ahora.
Ni siquiera las guerras necesariamente condenan a las naciones, yo no soy de los fatalistas y no creo que se haya perdido ninguna generación; pero sí pienso que hemos perdido muchas oportunidades para crecer, que no es poca cosa.
-¿Cuáles deberían ser las políticas sociales centrales de un eventual gobierno de transición?
-Lo central debe ser recuperar la cotidianidad. No hay posibilidad de reconstrucción del país si los hogares venezolanos no tienen lo básico: Servicios públicos y comida. El restablecimiento de estos dos elementos debe ser la prioridad.
-¿Eso ayudaría a cicatrizar las heridas sociales que nos ha dejado el chavismo?
-Absolutamente, el día después del inicio del progreso nos olvidamos de todo. El progreso es el gran bálsamo, porque todos estamos de acuerdo con él.
-¿Y los casos individuales, las víctimas de torturas y asesinatos?
-Para eso está la justicia, evidentemente parte de la reconstrucción pasa por recuperar la institucionalidad de la justicia; y cuando esto pase, su primera tarea será empezar a enmendar al pasado. Algo distinto a eso, sería revancha y las consecuencias serían más revanchas.
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