Un mes después de que estallaran las protestas antigubernamentales, el presidente bielorruso, Alexandr Lukashenko, muestra claros síntomas de debilidad, pero se resiste a abandonar el poder, mientras la mayoría de los líderes de la oposición están detenidos o en el exilio.
«No soy un cobarde y no tengo miedo. No huí a ninguna parte y sigo sin tener intención de huir», dijo Lukashenko durante una entrevista con la prensa rusa emitida este miércoles.
Desde que fuera reelegido el pasado 9 de agosto en unas elecciones consideradas fraudulentas por la oposición, Lukashenko se ha ganado a pulso el odio de la mayoría de su pueblo con la incesante represión policial de las manifestaciones pacíficas y ha irritado a gran parte de la comunidad internacional por el uso de la fuerza y su negativa al diálogo.
Lukashenko ha descabezado el Consejo Coordinador opositor, plataforma de diálogo reconocida por Occidente, con la detención o expulsión de sus principales dirigentes, entre los que solo una sigue en libertad, la Nobel de Literatura Svetlana Alexiévich.
TRANSICIÓN Y GARANTÍAS DE SEGURIDAD
Al mismo tiempo, ha abierto la puerta a una transición política con una vaga propuesta de reforma política y constitucional consensuada con Moscú, que Minsk considera la única posible salida a la crisis provocada por las multitudinarias protestas antigubernamentales.
Según analistas y opositores, Lukashenko quiere ganar tiempo, dirigir personalmente ese tránsito de poder y lograr garantías de seguridad para él y su familia, como ocurriera en Rusia con Borís Yeltsin cuando cedió la presidencia a Vladímir Putin en 2000.
La propuesta de transición incluiría una reforma constitucional, que sería votada en referéndum, y la convocatoria de elecciones legislativas y presidenciales para 2022, según informa el diario ruso «RBK».
«Lukashenko sabe que está perdiendo. Está admitiendo su debilidad y quiere comprar tiempo y apoyos. Su as en la manga es la reforma constitucional y el posible adelantamiento de las presidenciales», comentó hoy a Efe Anatoli Lebedkó, histórico opositor bielorruso.
Además, en el marco de esa reforma, se liberalizaría el sistema político, de forma que los nuevos partidos tendrían mayores prerrogativas para influir en la vida del país, y se modificaría la legislación electoral.
Según el periódico ruso, dichas enmiendas ya habrían sido preparadas por el Tribunal Constitucional, pero el presidente aún no les ha dado su visto bueno.
UN PRESIDENTE FUERTE
Lukashenko adelantó a los medios rusos que la Asamblea Popular Bielorrusa, que incluye a representantes de todos los sectores de la sociedad y se reúne una vez cada cinco años, será convocada para diciembre-enero para abordar planes políticos y económicos para los próximos cinco años.
Además, admitió la necesidad de una reforma política, reconociendo que en Bielorrusia «no hay oposición», aunque frustró las esperanzas de un posible sistema parlamentarista, en el que el presidente cedería gran parte de sus facultades al Gobierno y al Parlamento.
«Hay que recordar que Rusia, Bielorrusia y Ucrania son Estados eslavos, donde es necesario un líder fuerte que tenga ciertos poderes, y en eso radica su fuerza», resaltó.
Al respecto, el excandidato presidencial Yaroslav Romanchuk considera que Lukashenko no puede seguir por más tiempo al frente del país, ya que ha perdido «totalmente» la confianza del pueblo.
«Ahora, todo depende del Kremlin y debemos recordar que Putin no perdona la debilidad. Lo mejor es acordar una candidatura presidencial que satisfaga a la élite y al pueblo bielorruso, y convenga a Moscú», señaló a Efe.
Los bielorrusos tienen sus propias preferencias y éstas no incluyen la permanencia de Lukashenko.
«A mí me gustaría que el presidente fuera (el exministro de Cultura y miembro del Consejo Opositor) Pável Latushko. Es una persona con un alto nivel intelectual y con una gran experiencia en las relaciones internacionales», comentó a Efe por teléfono Ales, residente en Minsk.
Mientras, Lukashenko se mantiene en sus trece en lo que se refiere el diálogo con la oposición.
«Estoy dispuesto a hablar las 24 horas con la gente, con los bielorrusos, con gente como yo. Pero hablar con gente que intenta de esta forma (con protestas) acceder al poder, no estoy dispuesto», señaló.
Al tiempo que se niega a conversar con el Consejo opositor, Lukashenko ordenó la detención de sus miembros después de que estos anunciaran la creación de un partido, «Juntos», para entablar una negociación con las autoridades.
UNA NOBEL, EL ÚLTIMO BALUARTE
Precisamente, hoy fue detenido otro integrante del presídium del Consejo, el jurista Maxim Znak, cuya liberación ya ha sido demandada de inmediato por la líder de la oposición unificada, Svetlana Tijanóvskaya, exiliada en Lituania.
El «terror político», como lo llama la oposición, toma la forma de secuestros en plena calle, deportaciones forzadas y la prohibición de regresar al país a los que se embarquen en gira por el exterior.
En el caso de María Kolésnikova, que fue detenida tras negarse a abandonar el país al romper su pasaporte, ahora es acusada de instigar acciones que dañan la seguridad nacional.
«No hemos organizado un golpe de Estado. Queríamos impedir la división en el país. Queríamos que en la sociedad se abriera un diálogo», declaró Alexiévich, la premio Nobel.
La escritora recordó en un llamamiento publicado en la página web del Pen-Center bielorruso que en lugar de los detenidos y deportados aparecerán muchos otros, ya que «no se rebeló el Consejo Coordinador, el que rebeló fue el país».
«Tenemos que unirnos, no renunciar a nuestras opiniones y seguir avanzando. Desde luego que es difícil… centenares de personas se encuentran en (los centros de detención) Okrestina, Izhoguina y quién sabe dónde, pero en su lugar aparecen otras y así será siempre», dijo a su vez hoy en la puerta de su casa.
PULSO SIN GANADOR A LA VISTA
Lebedkó, quien conoce a Lukashenko desde cuando se convirtió en diputado tras la caída de la URSS, cree que las detenciones no serán un revés para el movimiento de protesta y advierte de que la calle aún no ha dicho la última palabra.
«Lo que diferencia a la protesta bielorrusa es que está descentralizada y tiene una gran capacidad de autoorganización. No hay forma de combatir a gente que se organiza en el patio de su edificio», comentó.
Con la experiencia que le dan más de veinte años de oposición a Lukashenko, pronostica que el proceso «será largo».
«Lukashenko no cambiará de estrategia. Apostará por la represión y la oposición le responderá con solidaridad. Una vez que no renunció en las primeras semanas, irá para largo. El que tenga más fuerza y motivación será el que gane», opinó.
La detención de los líderes opositores, el inminente viaje de Lukashenko a Moscú, el apoyo de Putin y la entrevista a medios rusos «irritarán» aún más a los bielorrusos.
«Hoy no le votaría ni el 5 % del electorado. Lukashenko sólo se sostiene en las fuerzas de seguridad y el Kremlin», indica.
Al respecto, el bielorruso Ales dicta sentencia: «Quiero que Lukashenko se vaya, pero no quiero que nos convirtamos en una provincia de Rusia».
EFE
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