En medio de una crisis dentro de la dirigencia opositora, Juan Guaidó ha propuesto reorganizar fuerzas para oxigenar su liderazgo, desgastado tras 17 meses de promesas que no han podido cumplirse.
Reinaldo Iturbe – ALnavío
En la oposición venezolana hay más dudas que certezas, tras el pacto unitario firmado por Juan Guaidó y los jefes de los partidos políticos. La deserción de Henrique Capriles de la ruta de la abstención y las duras críticas que formulara al gobierno interino, terminaron por profundizar una grieta que empezó a abrirse luego de los episodios del 23 de febrero y el 30 de abril de 2019, cuando el cartucho de la salida inmediata se quemó y la calle se enfrió a punto de hielo.
Pese a las críticas de Capriles y las de decenas de analistas que observan en la tesis de la “continuidad administrativa” del Parlamento la crónica de una muerte anunciada, el pacto fue firmado. Pero más que la firma, el meollo del pacto es su contenido, pues se sabe, una retahíla de fracasos ha minado progresivamente la confianza de la militancia opositora en el liderazgo de Guaidó, aunque este sigue encabezando los sondeos más recientes.
El dilema entre votar y abstenerse no existe: muy pocos dentro y fuera de Venezuela apuestan por los comicios parlamentarios que ha convocado el Consejo Nacional Electoral (CNE). El asunto de fondo es el día después. La estrategia a seguir. Y los puntos revelados del pacto parecen más bien un reciclaje de la oferta del mantra, pero sin mantra, por lo que a la vuelta de la esquina, puede venir otra decepción colectiva:
-Porque la oposición se comprometió a “sentar las bases del gobierno de emergencia, luchar por la libertad de los presos políticos, asumir como propósito la reversión de la crisis humanitaria y recuperar la soberanía nacional”: lo anterior es un ejercicio imaginario para un gobierno interino que carece de poder real dentro del territorio nacional. Y las cosas hay que decirlas, por más duras que estas sean: Nicolás Maduro es un sobreviviente que crea ex profeso las crisis y vive de ellas.
-Porque “Construir puentes y establecer garantías con los actores civiles y militares que actúen apegados a la Constitución para reestablecer la democracia”, ya fue experimentado durante todo el año 2019. Y algunos analistas señalan como “improbable” que la Fuerza Armada que controla Maduro, pueda respaldar a Guaidó con un entorno de sanciones que ha cohesionado todavía más a los militares alrededor del chavismo gobernante. Es decir, las sanciones pudieran estar surtiendo el efecto inverso al deseado.
-Porque “Construir y organizar un nuevo espacio o plataforma de unidad y coordinación de las fuerzas democráticas y de la sociedad civil organizada” es reeditar el experimento fallido del Frente Amplio, que tuvo la más penosa acogida en las bases opositoras.
-Porque “luchar en unidad y con movilizaciones” es un recurso no disponible en el arsenal de la oposición, toda vez que las protestas se enfriaron tras los fracasos del 23 de febrero y el 30 de abril. Aquellos fracasos fueron producto de la promesa de un cese de la usurpación a corto plazo. Y una cosa viene arrastrando la otra. Todas consecuencias con una sola causa.
-Y porque “profundizar y escalar la presión internacional” equivale a más sanciones, único recurso externo disponible para Guaidó. Pero se sabe, las sanciones no tumban gobiernos, como no fue derrocada nunca la tiranía cubana.
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