La Reserva Federal de Estados Unidos ha virado hacia el optimismo moderado este miércoles en sus previsiones para la economía estadounidense hasta 2022.
Los miembros de la autoridad monetaria prevén una contracción del 3,7% para este año, casi tres puntos porcentuales menos que lo que calculaban en junio, cuando el país veía un repunte de los casos de coronavirus en la mitad de su inmenso terriotorio.
El presidente de la Fed, Jerome Powell, destacó que la recuperación ha sido más rápida de lo esperado, pero aclaró que las proyecciones “suponen que habrá un apoyo fiscal adicional sustancial”. Además, puso hincapié en que la actividad económica se mantiene por debajo del nivel de previo a la pandemia «y el camino sigue sin estar claro”.
La cautela se ve reflejada en la proyección de crecimiento para el próximo año, que cayó de un 5% a un 4. Como estaba previsto, el banco central no tocó sus tasas cercanas a cero. La encuesta interna a los miembros refleja que esperan mantenerlas en esos niveles hasta al menos el 2023.
En la última reunión de la Fed antes de las elecciones presidenciales del 3 de noviembre, sus proyecciones para el desempleo también son más alegres, aunque continúan reflejando la crisis económica que afecta a la potencia mundial.
Para este año prevén una tasa del 7,6% y para el próximo, de un 5,5%. “La Reserva Federal está fuertemente comprometida en conseguir sus objetivos de máximo empleo y estabilidad de precios”, reiteró Powell.
Dentro de las “señales positivas”, remarcó que el gasto de los hogares ha recuperado alrededor del 75% de su caída y los signos de mejora en la inversión empresarial. Pero también puso paños fríos en el panorama general, asegurando de que “es probable que se necesite más apoyo fiscal” enfocado en los millones de desempleados, las pequeñas empresas que tienen dificultades y que es difícil que haya una recuperación económica completa hasta que la gente tenga confianza y se sienta segura participando en la mayoría de las actividades.
Esta era la primera reunión de la Fed desde que forjó un cambio en la política monetaria a finales de agosto, cuando anunció que la inflación podría permanecer por encima del 2% “durante algún tiempo”. El objetivo sigue anclado en ese porcentaje, pero el banco central estadounidense tolerará una inflación “moderadamente superior” y será mucho más flexible en ese potencial escenario con el objetivo de reconstruir el crecimiento y el empleo destruido por la crisis del coronavirus.
Desde mediados de junio, la Fed ha estado comprando 80 mil millones de dólares al mes en bonos del Tesoro y 40 mil millones mensuales en hipotecas. Este miércoles Powell sostuvo que continuarán realizando esta operación.
Estados Unidos se acerca a los 200.000 muertos por coronavirus y los niveles de incertidumbre y riesgos siguen siendo “extraordinariamente altos”, como ha dicho Powell.
Sin embargo, hay indicios de que la economía estadounidense ya superó lo peor de la recesión. La tasa de desempleo cayó al 8,4% en agosto, el nivel más bajo desde que el país cerró y la gente se guardó en sus casas en marzo, forzando el fin de la fase laboral más boyante en cinco décadas.
La Fed y Wall Street habían proyectado que el dato se ubicaría entre el 9% y el 10% en los últimos tres meses del año. El número de parados se redujo hasta los 13,6 millones, bastante lejos de los de más de 30 millones a los que se llegó en el pico de la crisis, recordando lo sufrido en la Gran Depresión.
Mientras la Fed continúa trabajando en inyectar oxígeno a la economía, el Capitolio está hace meses atascado en la negociación de un nuevo paquete de ayudas para los ciudadanos. Trump firmó una orden ejecutiva el 8 de agosto para que los afectados por la crisis recibieran suplementos de 400 dólares, un tercio menos de lo que venían cobrando los beneficiarios de las ayudas.
Desde entonces las conversaciones entre los legisladores demócratas y la Casa Blanca han sido prácticamente nulas. La líder demócrata de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, sostuvo el martes que la cámara debería permanecer en sesión hasta que los legisladores puedan llegar a un acuerdo bipartidista sobre el nuevo paquete. Algunos creen que no habrá luz verde hasta después de las elecciones presidenciales del 3 de noviembre.
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