La semana pasada fueron las ciudades pequeñas las protagonistas de la nueva ola de protestas contra Nicolás Maduro, este lunes el motor de la movilización ciudadana en todos los estados y ciudades importantes de Venezuela fueron los maestros. Soliviantados por los salarios más miserables que docente alguno cobra en todo el hemisferio occidental, políticamente motivados y bien organizados en todos los rincones del país, salieron a las calles a desafiar la represión y la censura. Su demostración es la evidencia de una sociedad que no se somete y de que las protestas en Venezuela no se detendrán.
Pedro Benítez –ALnavío
La orden de Nicolás Maduro para este lunes 5 de octubre era la de reabrir las escuelas públicas en Venezuela. La respuesta de los maestros venezolanos fue una contundente demostración de desobediencia civil masiva, con multitudinarias protestas bien coordinadas en todos los estados del país y en casi la totalidad de las principales ciudades a las que se sumaron otros sectores y activistas de partidos políticos opositores, incluyendo a Juan Guaidó.
No fue una protesta espontánea. Los docentes venezolanos son, quizás, el gremio mejor organizado y más extendido hoy en Venezuela. El chavismo ni en su mejor momento logró colonizarlo, ni controlarlo, ni desarticularlo. Por el contrario, con una larga tradición de luchas políticas y sociales, el cuerpo de maestros y profesores del sector público venezolano ha sido en estos 20 años una piedra en el zapato del proyecto hegemónico.
No obstante, aunque no han cesado de movilizarse, en el curso de los últimos tres años sus protestas han sido más dispersas, menos contundentes y coordinadas que las de este lunes. No han escapado al debilitamiento que ha padecido la sociedad venezolana.
Por tanto, esta jornada masiva nos indica un esfuerzo consciente de organización a escala nacional, algo sumamente difícil en la Venezuela de hoy, y una señal muy clara de una sociedad civil que no se resigna ni se somete a la arbitrariedad del poder de Maduro, quien a todas luces ha venido aplicando la estrategia de dejar languidecer a la población y someterla por medio del hambre.
Esto ha tenido su efecto, pues son más de dos millones largos los venezolanos (en particular los más pobres) que han preferido cruzar la frontera hacia Colombia, a fin de atender las necesidades más elementales de sus familias, que intentar resistir. Pero otra parte (la mayoría) se las ha arreglado para permanecer en el país y aún tiene cierta capacidad para organizarse y resistir políticamente. Las últimas dos semanas han sido una demostración de ello.
Este es un dato muy importante a tomar en cuenta de cara a lo que pueda ocurrir en Venezuela en las próximas semanas y meses, si hay, por supuesto, capacidad de darle alguna conducción a una sociedad nuevamente movilizada y presionando por un cambio político.
La de los docentes fue, además, una protesta que evadió toda provocación de violencia, como en el caso de Caracas, donde colectivos (grupos de delincuentes armados al servicio del régimen) llevaron a cabo actos de intimidación contra maestros y jubilados. La violencia es el terreno donde mejor se mueve el chavismo, donde le es más fácil perseguir, culpabilizar a los adversarios y desviar la atención del foco de aquellos temas donde su incompetencia, desidia y corrupción son manifiestas.
Esta protesta también logró, gracias a las redes sociales, evadir la censura de los medios tradicionales controlados por Maduro.
¿Se abre una nueva etapa en la lucha?
Lo concurrido y pacífico de la jornada indica claramente la ruta que debe (o puede) llevar la lucha popular en Venezuela: de resistencia pacífica y desobediencia civil. Denunciando la corrupción, la incompetencia y la hipocresía que caracterizan al régimen de Maduro. Este es el terreno donde el chavismo gobernante no tiene defensa alguna. Es allí donde se fractura su base de apoyo.
Las amenazas de invasiones, intervenciones externas o golpes de mano lo que han hecho es cohesionar a la coalición de intereses que sostienen a Maduro. Un maestro desarmado demandando un pago justo por su trabajo, aunque pueda parecer inofensivo, es políticamente más efectivo, porque los funcionarios militares y policiales con orden de reprimirlos también reciben salarios de hambre.
Este es el terreno donde la sociedad civil venezolana que disiente del chavismo tiene todas las de ganar.
Los maestros, por ejemplo, están en todo el territorio, en todos los barrios y pueblos del país, constituyendo una red que penetra todos los sectores. No hay mejores activistas de una lucha donde la población tiene muy claro que las mejoras de sus condiciones materiales de vida pasan por el cambio político.
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