Al menos entre 2011 y 2012, venezolanos anónimos, empresas pequeñas o medianas -una panadería por aquí, una editorial de libros técnicos por allá-, recibieron pagos por miles de dólares en cuentas del extranjero. Las transferencias eran abonadas por una comercializadora global de oro, con sede en Dubái, de la que ni habían oído hablar. Pero no se trataba de una promoción o de una lotería, como tarde habrían de enterarse. Eran parte, sin saberlo, de un sofisticado esquema de circulación de dinero que vio una oportunidad de propagación en la Venezuela del control de cambio y sus distorsiones, que empujaron a muchos a cubrir sus necesidades en el mercado negro de divisas. Tampoco sabían que al mismo tiempo sus nombres y transacciones eran monitoreadas desde Washington.
Por LISSETH BOON / MARCOS DAVID VALVERDE / armando.info
Maracaibo, Barquisimeto, Caracas, Lechería, Güiria: En estas cinco ciudades, tan dispares como equidistantes entre sí sobre un eje costero que va de oeste a este a lo largo de 1.300 kilómetros, se encuentra un puñado de pequeñas empresas que tienen como denominador común haber recibido pagos de una compañía con sede en los lejanos Emiratos Árabes Unidos: Kaloti Jewellery International Company Limited, de Kaloti Jewellery Group.
Se trata de una de las corporaciones de refinación, fabricación y comercialización de oro más extendidas del mundo, que por tres años fue investigada por una fuerza de tarea conjunta liderada por la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés), pesquisas que incluso llevaron a funcionarios estadounidenses a recomendar en 2014 que la empresa fuera designada como una amenaza de lavado de dinero utilizando la Ley Patriota, en base a todas evidencias que habían acumulado. El gobierno de Estados Unidos decidió cerrar el caso por consideraciones diplomáticas con sus aliados emiratíes, pero las alertas llevaron a que algunos bancos les cerraran las cuentas y perdieran una importante certificación de su principal refinería.
¿Por qué la megacorporación del oro fundada en Dubái depositó miles de dólares a las cuentas bancarias en el extranjero pertenecientes a una empresa pesquera, un instituto oncológico, una editorial de medicina y odontología, el propietario de una panadería y el dueño de una importadora en Venezuela, todos sin aparente relación con el sector aurífero?
Las inusuales transacciones entre Kaloti y sus contrapartes venezolanas, en las que mediaron bancos extranjeros que operan en jurisdicciones de “alto riesgo”, levantaron las alarmas de la Red de Control de Delitos Financieros (FinCEN, por su acrónimo en inglés), la unidad de inteligencia financiera del Departamento del Tesoro de Estados Unidos que investiga pistas en el sistema bancario relacionadas con lavado de dinero, crimen organizado y terrorismo.
La filtración de más de 2.100 reportes de actividades sospechosas (en inglés Suspicious Activity Report, o SAR), obtenida por BuzzFeed News, compartida con el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) y a la que tuvieron acceso más de 400 reporteros de 88 países para dar origen a la investigación global de los FinCEN Files, reveló que entre 2011 y 2012 Kaloti transfirió al menos seis pagos a dos particulares y tres compañías registradas en Venezuela que suman un total de 420.070 dólares, equivalentes a unos 8,4 kilos de oro, según el promedio de la cotización del metal en esos años. Una cifra que podría lucir intrascendente ante los montos y volúmenes del mercado internacional del oro, pero que en realidad se suma a las miles de operaciones que efectuó la transnacional a un centenar de compañías en otros países de América Latina, Asia y África, tal como registran los documentos de FinCEN.
De hecho, las operaciones bancarias de Kaloti Group identificadas como dudosas por el Departamento del Tesoro estadounidense totalizan miles de transferencias por un valor de 9.300 millones de dólares, realizadas entre 2007 y 2015 a través del sistema financiero internacional. Uno de cada cuatro de los SAR recogidos en la filtración están relacionados con el comercio del oro. Venezuela figura como el tercer país con mayor número de reportes de actividades sospechosas de estar vinculadas con lavado de dinero a través del comercio de oro.
Que un nombre de persona o empresa aparezca en un SAR del Departamento del Tesoro norteamericano no es una buena noticia, pero no necesariamente es indicativo de algún delito o conducta criminal. Los bancos en Estados Unidos están obligados a enviar a la FinCEN informes que indiquen si se “sabe, sospecha o tiene alguna razón de sospechar” que una transacción tenga un origen ilícito o dudoso objetivo de negocio. No son en sí denuncias formales, pero alertan a las autoridades sobre posibles operaciones de lavado de dinero proveniente de la corrupción, el crimen organizado y el financiamiento del terrorismo. En los FinCEN Files no está sino una mínima fracción de la totalidad de los millones de informes emitidos durante los años analizados.
Si bien las empresas venezolanas que recibieron pagos de Kaloti fueron registradas en el país, las transacciones se hicieron entre cuentas de bancos internacionales por orden de compañías domiciliadas en “sitios conflictivos” como Curazao y Guyana -ambos fronterizos con Venezuela, por el norte y el este- justo en una época en la que regía el control de cambio implantado por el gobierno chavista desde 2003, que bajo la gestión de la Comisión de Administración de Divisas (Cadivi) bloqueaba la libre convertibilidad de la moneda y, por lo tanto, el intercambio entre cuentas bancarias de bolívares venezolanos a dólares.
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