Se registran comentarios sucesivos de muchos convalecientes de coronavirus que indican cierto embotamiento, lentitud mental, pérdida de memoria o esfuerzo excesivo para lograr recordar algo. Por ejemplo, hace unos días el célebre chef Adam Liaw tuiteó que no pudo encontrar una remera que intentaba localizar por 15 minutos, hasta que se dio cuenta de que era la que tenía puesta.
Se dio cuenta que no era un efecto solitario, sino que era resultado de muchos otros que respondieron a su tweet comentando sus propias experiencias de cierto desasosiego en medio de los recuerdos mínimos necesarios para la vida cotidiana.
Ya son muchos los estudios que comenzaron a dar luz sobre este punto. Coinciden en observar que las personas que se han recuperado del COVID-19 a veces experimentan dificultades persistentes de concentración, así como dolores de cabeza, ansiedad, fatiga o trastornos del sueño. Los pacientes pueden temer que la infección haya dañado permanentemente sus cerebros, pero los investigadores dicen que ese no es necesariamente el caso.
Este fenómenos se está percibiendo de manera global. Así, por ejemplo, Caroline Gurvich, subdirectora del centro de investigación de Psiquiatría Monash Alfred en Melbourne, ha confirmado su existencia. “Es algo real, aunque no se reconoce formalmente como una condición médica o psicológica. Intentamos definirlo como un concepto de las personas comunes utilizado para describir disminuciones sutiles en la atención, concentración, memoria y toma de decisiones: una confusión mental o falta de claridad”.
Darle entidad conceptual
Un artículo escrito en coautoría por el profesor clínico y neuropsicólogo Andrew Levine, MD, de la Facultad de Medicina David Geffen de UCLA, y la estudiante de posgrado Erin Kaseda, de la Universidad de Medicina y Ciencias Rosalind Franklin, en Chicago, publicado en The Clinical Neuropsychologist explora los datos históricos sobre los sobrevivientes de coronavirus anteriores, que causaron síndrome respiratorio agudo severo (SARS) y síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS).
“La idea es crear conciencia entre los neuropsicólogos de que el síndrome de estrés post traumárico (PTSD) es algo que quizás se deba considerar al evaluar las dificultades cognitivas y emocionales persistentes entre los sobrevivientes de COVID-19”, dijo el doctor Levine.
“Cuando analizamos a un sujeto en una prueba neuropsicológica, esperamos que esté en su mejor momento, relativamente hablando -dijo Levine-. Si identificamos una enfermedad psiquiátrica durante nuestra evaluación, y si creemos que los síntomas de esa afección están interfiriendo con su capacidad para desempeñarse al máximo, querríamos que se tratara primero y luego volver a probarlos una vez que esté bajo control”.
Si los síntomas se deben, incluso parcialmente, a una afección psiquiátrica como el trastorno de estrés postraumático, el tratamiento ayudará a controlar esos síntomas y proporcionará una visión más clara de cualquier problema cerebral subyacente.
“Una vez que reciben tratamiento y, con suerte, tienen alguna remisión de sus síntomas psiquiátricos, si las quejas cognitivas y los déficits en las pruebas neuropsicológicas todavía están ahí, entonces hay más evidencia de que algo más está sucediendo- dijo Kaseda-. Será importante para los médicos en general mantenerse al día con la literatura que está saliendo, para asegurarse de que tienen la información más actualizada a medida que estos sobrevivientes comienzan a presentarse para las pruebas neuropsicológicas”.
Kaseda comenzó a abordar esta pregunta basándose en su experiencia trabajando con pacientes con lesión cerebral traumática leve, como una conmoción cerebral. “Cuando estos síntomas persisten durante meses o años después de la lesión original, es mucho más probable que se deba a la presencia de un trastorno psiquiátrico”, dijo.
Antecedentes a considerar
Una revisión de los datos de los brotes de SARS y MERS mostró que esos sobrevivientes tenían un mayor riesgo de TEPT. En el caso de COVID-19, los síntomas del PTSD pueden surgir en respuesta a las medidas invasivas necesarias para tratar a los pacientes, incluida la intubación y la ventilación, que pueden ser traumáticas para los pacientes temerosos. Otras veces, el delirio hace que los pacientes con COVID-19 sufran alucinaciones, y el recuerdo de estas sensaciones aterradoras continúa atormentando al paciente recuperado.
La investigación profundiza en las causas de las pesadillas que ensombrecen a las sobrevivientes de traumas sexuales Además de los pacientes que han sido hospitalizados, los proveedores de atención médica de primera línea pueden verse afectados de manera similar debido al estrés constante y al miedo que enfrentan en el trabajo. Y para algunas personas, la ansiedad de vivir una pandemia, estar aislado de los amigos y luchar contra el miedo constante a una amenaza invisible puede dar un golpe similar a las habilidades de pensamiento y memoria.
Si bien un diagnóstico de PTSD puede no parecer una buena noticia, existen muchos tratamientos disponibles para el trastorno, que incluyen psicoterapia y medicamentos. En comparación, los investigadores todavía están trabajando para comprender los efectos neurológicos directos del COVID-19. “Las opciones de tratamiento (para COVID) aún están lejos, porque todavía es una situación en evolución”, dijo Kaseda.
«En realidad, todavía no sabemos nada de los sobrevivientes del COVID-19 -dijo Kaseda-. Hasta que tengamos esos datos, es muy difícil decir qué porcentaje real de pacientes van a tener quejas cognitivas debido a los efectos directos del virus, debido a una intervención médica o debido a preocupaciones psiquiátricas.
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