El expresidente tiene previsto entrar al país andino por tierra desde Argentina el 9 de noviembre, y llegará a Cochabamba el día 11, coincidiendo con el aniversario de su salida hacia México.
Evo Morales tiene previsto regresar a Bolivia desde su exilio en Argentina el 9 de noviembre, un día después de que su compañero de partido Luis Arce sea investido presidente del país andino. El líder indígena y jefe del Movimiento al Socialismo (MAS) busca que su retorno se convierta en un “baño de popularidad”. Entrará a Bolivia por tierra, atravesando la frontera argentina, viajará atravesando varios pueblos del sur de Bolivia durante dos días y llegará a la zona cocalera de Cochabamba, en el centro del país, el 11 de noviembre. Paradójicamente, es la misma zona en la que un avión mexicano lo recogió para salir al exilio exactamente hace un año. “Me piden [los campesinos] que vuelva el día 11 de noviembre, porque yo salí un 11 de noviembre. Es muy simbólico”, declaró el expresidente.
La persona que informó de la fecha de viaje de Evo Morales fue el dirigente cocalero y senador electo Andrónico Rodríguez, quien había dicho que, después del juramento de Arce el 8 de noviembre, el MAS evaluaría con “mucha calma” el retorno de Morales a Bolivia. Pero Morales tenía prisa, así que no ha querido esperar hasta el 11 de noviembre, la fecha que se anticipaba elegiría su partido por su simbolismo.
Durante su estancia en Argentina, Morales dictó un libro de memorias del último año de su vida, titulado Volveremos y seremos millones. La obra deja traslucir una gran nostalgia por Bolivia. Una fuente cercana al búnker de Morales en Buenos Aires le contó a EL PAÍS que el expresidente seguía minuto a minuto la actualidad nacional, llamaba todo el tiempo a sus compañeros en el país y estaba desesperado por conocer el desenlace de las elecciones para poder regresar. Un artículo de dos periodistas bolivianos sobre su vida en Buenos Aires basado en filtraciones de la Policía a sus llamadas telefónicas mostraba a Morales comiendo frecuentemente “parrilladas de tambaquí”, un pescado que proviene de la zona de la selva boliviana, en el norte, a la que ahora retornará, y que extrañaba.
Desde el triunfo de Arce, Morales no ha dejado de ser un coprotagonista de la victoria de su partido, del que ha sido líder indiscutido desde que se fundó a finales de los años 90. Agradeció felicitaciones de líderes mundiales de la izquierda y de representantes de distintos sectores nacionales, pidió la renuncia del secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, que el año pasado lo acusó de haber hecho fraude, lanzó ideas sobre la política exterior y, en un gesto que causó mucha susceptibilidad en Bolivia, viajó un par de días a Venezuela a entrevistarse con Nicolás Maduro, con el que tocó temas que hasta ahora se han mantenido en secreto.
Arce dijo en una entrevista con EL PAÍS que no espera que Morales cambie su personalidad exuberante. “Es un líder indiscutible e histórico del proceso de cambio. Es un líder internacional. No va a cambiar. Y tampoco pretendemos que cambie. Va a ser así nomás. Pero lo cierto es que en el Gobierno no tiene ninguna participación. Él tiene su rol como presidente del MAS, que es importantísimo”, explicó. Durante el año de su exilio, los candidatos contrarios al MAS utilizaron el regreso de Morales como un espantajo para disuadir a los electores de votar por el partido izquierdista. Su popularidad todavía es elevada, pero el rechazo que despierta su figura en algunos sectores de la población es también muy intenso.
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