El 9 de noviembre de 1970, la playa en Florence, en el estado de Oregon, apestaba. El enorme cuerpo de un cachalote de 44 metros de largo y 8 toneladas de peso empezaba a descomponerse. A aquel lugar tranquilo, ubicado al norte de la costa oeste de EEUU, llegaron curiosos y medios de comunicación a ver qué era lo que ocurría.
El Departamento de Transporte de Oregón estudiaba qué hacer; cómo deshacerse del cuerpo del enorme mamífero. Pensaron que de pronto enterrarlo era una buena idea, pero al cadáver no lo podían mover porque pesaba mucho y estaba orillas del mar. Si lo enterraban allí pronto saldría a la superficie por el efecto de las mareas y olas.
Tres días después, tenían la solución: volar en mil pedazos a la ballena con dinamita. Los pequeños restos que quedaran serían devorados por las gaviotas y aves de rapiña que acechan arriba en los cielos el cuerpo cada vez más apestoso del animal.
A pesar del olor nauseabundo, decenas de personas se agolparon en el lugar no solo para ver el cuerpo de la ballena sino para ver el espectáculo de cómo sería destrozada con casi media tonelada de explosivos.
“Si quedan pedazos muy grandes tendremos que hacer otra limpieza y probablemente hacer otra descarga”, dijo George Thornton, ingeniero a cargo de la operación al ser consultado si el operativo podría tardar un día más.
Horas antes de la explosión, las autoridades le pidieron a unas 75 personas que se alejaran unos 400 metros del cuerpo para que no solo no fueron a hacer afectados por la detonación sino por los pedazos de carne que iban a salir disparados por los aires. No obstante, los expertos esperaban que la mayor parte de los restos fueran a parar al mar.
Sin embargo, las cosas no salieron como se esperaba. La explosión ocurrió y en seguida empezó a llover carne de ballena, incluso mucho más allá de los 400 metros que las autoridades habían recomendado. La gente, despavorida, comenzó huir temiendo sufrir alguna herida de gravedad. Un auto que estaba en un estacionamiento quedó casi destrozado cuando le cayó encima un enorme pedazo de carne podrida.
50 años después de la desastrosa operación, la cadena local Katu, de ABC, entrevistó a sus protagonistas.
“Me preguntaban al respecto, prácticamente todos los días de mi vida, o todo el mundo lo comentaba, tanto extraños como conocidos. Salía de un Starbucks a las 7:00 AM, me encontraba con alguien, decían: ‘Oye, apuesto a que nadie te ha mencionado la ballena todavía’. Sí, el chico de The Oregonian Box me lo mencionó hace una hora», dijo Paul Linnman, reportero que cubrió el hecho.
La decisión de hacer estallar la ballena provino del Departamento de Transporte de Oregon y George Thornton. Según Linnman, Thornton había consultado con la Marina de los Estados Unidos, que ya había hecho cosas similares en el pasado. Luego de la fallida operación, el consenso general fue que no se utilizó suficiente dinamita.
“Entonces se utilizó dinamita, unas 20 cajas o media tonelada”, dijo. “La esperanza era que la ballena gris del Pacífico se desintegraría por la explosión”.
“Las cosas que están bajando, el sonido de salpicaduras y todo lo demás, te das cuenta de que la gente está corriendo por sus vidas”, dijo Doug Brasil, reportero gráfico que estuvo en el lugar.
Cuando el pánico y el miedo que produjo la explosión pasó, todas las personas que estaban el lugar notaron que una enorme parte del cuerpo no había sufrido mayor daño con la explosión, por lo que las autoridades tuvieron que enterrar esa parte restante del cadáver.
“Se podría concluir que si una ballena llega otra vez a estas orillas del condado de Lane, aquellos encargados puedan recordar qué hacer pero ciertamente recordarán lo que no deben hacer”, con estas palabras terminó Linnman su reporte periodístico aquel 12 de noviembre de 1970.
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