Alberto Fernández cumple la semana que viene un año en la presidencia de Argentina. La pandemia ha convertido en atípicos la mayoría de esos doce meses de un Gobierno que, antes del coronavirus, ya tenía como principal misión enfrentar la crisis económica dejada por el liberal Mauricio Macri. La rápida gestión inicial de la crisis sanitaria dio a Fernández índices de aprobación nunca vistos en un mandatario argentino, pero los casi ocho meses de cuarentena han acabado desgastando su figura, que ha recibido la puntilla tras el caótico funeral de Maradona.
“¡Que se callen un minuto!”, grita Fernández con un megáfono en la mano tras las vallas de la Casa Rosada. “¡Por favor! Miren, estamos organizándonos. Hagan una cola. Lo que necesitamos es que vuelvan a ordenarse y vuelvan a entrar en el modo en que estaban entrando”, grita el presidente a la multitud, como se ve en un vídeo grabado desde el otro lado de la valla y difundido esta semana. El líder peronista creyó que solo con su palabra y un megáfono podría frenar a una masa enfurecida de miles de personas ante el inminente cierre de la capilla ardiente del ídolo. A esa hora ya se producían enfrentamientos entre la policía e hinchas violentos fuera del palacio presidencial.
Dentro del edificio se vivieron momentos de desgobierno, con gente descontrolada por los despachos, barrabravas vociferando, el busto de un expresidente por el suelo, la policía lanzando gases lacrimógenos y un grupo de hinchas insultando a Fernández, que también se asomó por la balconada de un patio antes de salir a uno de los balcones que dan a la plaza de Mayo.
La desastrosa organización del funeral del futbolista, unida al autoincumplimiento de las normas de prevención contra el virus impuestas por el propio Fernández, han recrudecido la tormenta política con la oposición, encabezada ahora por el alcalde de Buenos Aires, el macrista Horacio Rodríguez Larreta, con cruce de denuncias incluido. La oposición acusa al Gobierno por la irresponsabilidad de una convocatoria multitudinaria en plena pandemia, y el Ejecutivo denuncia a Larreta porque la policía autónoma de la ciudad “reprimió” a los hinchas violentos.
Las exequias de Maradona han dejado en evidencia un alto grado de improvisación del Gobierno, que esta semana se ha manifestado en otro esperpéntico incidente con consecuencias diplomáticas, causado por el ministro de Exteriores, Felipe Solá, que se inventó parte de la conversación telefónica de más de media hora que el lunes mantuvieron Fernández y el presidente electo de EE.UU., Joe Biden.
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