El mundo tiene un tiempo limitado para actuar si quiere evitar los peores efectos del cambio climático.
La pandemia del COVID-19 fue el gran problema de 2020, sin duda, pero espero que, para fines de 2021, las vacunas se hayan activado y hablemos más sobre el clima que sobre el coronavirus.
Este año que comienza será decisivo para enfrentar el cambio climático.
Según Antonio Guterres, secretario general de la ONU, estamos en un “punto de quiebre” para el clima.
Con el espíritu optimista de Año Nuevo, estas son cinco razones por la que creo que 2021 podría confundir a los fatalistas y ver un gran avance en la ambición global sobre el clima.
1. La crucial conferencia climática
En noviembre de 2021, los líderes mundiales se reunirán en Glasgow, Escocia, para trabajar en el sucesor del histórico Acuerdo de París de 2015.
París fue importante porque fue la primera vez que prácticamente todas las naciones del mundo se unieron para acordar que todas necesitaban ayudar a abordar el cambio climático.
El problema fue que los compromisos asumidos por los países para reducir las emisiones de carbono en ese entonces no alcanzaron los objetivos establecidos por la conferencia.
En París, el mundo acordó que para fines de siglo el aumento de la temperatura global no estaría por encima de 2 °C respecto a los niveles preindustriales. El objetivo era limitar el aumento a 1,5 °C, si era posible.
La realidad es que no estamos avanzando en ese sentido.
Según los planes actuales, se espera que el mundo supere el límite de 1,5 °C en 12 años o menos, y que alcance 3 °C de calentamiento para fines de siglo.
Según el acuerdo de París, los países prometieron volver a reunirse cada cinco años y aumentar sus objetivos de reducción de carbono.
Eso debía suceder en Glasgow en noviembre de 2020, pero debido a la pandemia se aplazó para este año.
Así, Glasgow 2021 puede ser un encuentro en el que se aumenten los recortes a las emisiones de carbono.
2. Grandes reducciones de emisiones
El anuncio más importante sobre el cambio climático el año pasado salió completamente de la nada.
En la Asamblea General de la ONU en septiembre, el presidente de China, Xi Jinping, anunció que su país tenía como objetivo convertirse en neutral en emisiones de carbono para 2060.
Los ambientalistas quedaron atónitos.
Reducir el carbono siempre ha sido visto como una tarea costosa, pero aquí estaba la nación más contaminante del mundo, responsable de cerca del 28% de las emisiones mundiales, comprometiéndose a cortar sus emisiones incondicionalmente, independientemente de si otros países seguirán su ejemplo.
Ese fue un cambio total respecto a las negociaciones anteriores, cuando todos temían asumir el costo de descarbonizar su propia economía, mientras que otros no hacían nada, pero disfrutaban a costa de los que sí habían hecho la tarea.
China no es la única en tener esta iniciativa.
En 2019, Reino Unido fue la primera de las principales economías del mundo en asumir un compromiso legal de cero emisiones netas.
La Unión Europea hizo lo mismo en marzo de 2020.
Desde entonces, Japón y Corea del Sur se han sumado a lo que, según estimaciones de la ONU, son ya más de 110 países que han establecido una meta de cero neto para mediados de siglo.
Según explica la ONU, el cero neto significa que no estamos agregando nuevas emisiones a la atmósfera. Las emisiones continuarán, pero se equilibrarán absorbiendo una cantidad equivalente de la atmósfera.
Los países que se han puesto la meta de llegar al cero neto representan más del 65% de las emisiones globales, y más del 70% de la economía mundial, dice la ONU.
Con la elección de Joe Biden en Estados Unidos, la economía más grande del mundo ahora se ha reincorporado al coro de reducción de carbono.
Estos países ahora necesitan detallar cómo planean lograr sus nuevas aspiraciones, que serán una parte clave de la agenda de Glasgow, pero el hecho de que ya estén diciendo que quieren llegar a ese punto es un cambio muy significativo.
3. La caída del costo de las energías renovables
Hay una buena razón por la que tantos países ahora dicen que planean tener cero emisiones netas: la caída del costo de las energías renovables está cambiando por completo el cálculo de la descarbonización.
En octubre de 2020, la Agencia Internacional de Energía, una organización intergubernamental, concluyó que los mejores esquemas de energía solar ofrecen ahora “la fuente de electricidad más barata de la historia”.
Cuando se trata de construir nuevas centrales eléctricas, las energías renovables ya suelen ser más baratas que la energía generada por combustibles fósiles en gran parte del mundo.
Si los países aumentan sus inversiones en energía eólica, solar y de baterías en los próximos años, es probable que los precios caigan aún más, hasta un punto en el que comenzará a ser rentable cerrar y reemplazar las centrales eléctricas de carbón y gas.
Esto se debe a que el costo de las energías renovables sigue la lógica de toda la industria: cuanto más produces, más barato se vuelve, y entre más barato se vuelve, más produces.
Esto significa que los activistas no tendrán que presionar a los inversores para que hagan lo correcto.
Por su parte, los gobiernos saben que al aumentar las energías renovables en sus propias economías, ayudan a acelerar la transición energética a nivel mundial, al hacer que las energías renovables sean aún más baratas y competitivas en todas partes.
4. La pandemia lo cambia todo
La pandemia de coronavirus ha sacudido nuestra sensación de ser invulnerables y nos ha recordado que es posible que nuestro mundo se trastorne de formas que no podemos controlar.
También ha provocado la conmoción económica más significativa desde la Gran Depresión.
En respuesta, los gobiernos están dando un paso adelante con paquetes de estímulo diseñados para reactivar sus economías.
Y la buena noticia es que rara vez, si es que alguna vez, ha sido más barato para los gobiernos realizar este tipo de inversiones. En todo el mundo, las tasas de interés rondan el cero o incluso son negativas.
Esto crea una oportunidad sin precedentes para hacer las cosas mejor esta vez.
La Unión Europea y el nuevo gobierno de Joe Biden en EE.UU. han prometido billones de dólares en inversiones verdes para poner en marcha sus economías e iniciar el proceso de descarbonización.
Ambos dicen que esperan que otros países se unan a ellos, ayudando a reducir el costo de las energías renovables a nivel mundial. Pero también advierten que, junto con esta zanahoria, planean blandir un garrote: un impuesto a las importaciones de países que emiten demasiado carbono.
La idea es que esto puede ayudar a que los rezagados en la reducción de carbono, como Brasil, Rusia, Australia y Arabia Saudita, se animen a recortar emisiones.
La mala noticia es que, según la ONU, los países desarrollados están gastando un 50% más en sectores vinculados a los combustibles fósiles que en energías bajas en carbono.
5. Los negocios también se está volviendo verdes
La caída del costo de las energías renovables y la creciente presión pública para que se actúe sobre el clima también están transformando las actitudes en los negocios.
Existen sólidas razones económicas para ello. ¿Por qué invertir en nuevos pozos de petróleo o centrales eléctricas de carbón que se volverán obsoletas antes de que puedan amortizarse a lo largo de sus 20 o 30 años de vida?
De hecho, ¿por qué tener en sus carteras riesgos asociados al carbono?
La lógica ya se está desarrollando en los mercados. Solo este año, el vertiginoso precio de las acciones de Tesla la ha convertido en la empresa automotriz más valiosa del mundo.
Mientras tanto, el precio de las acciones de Exxon, que llegó a ser la compañía más valiosa del mundo, cayó tanto que fue expulsada del Promedio Industrial Dow Jones de las principales corporaciones estadounidenses.
Al mismo tiempo, existe un impulso creciente para lograr que las empresas incorporen el riesgo climático en su toma de decisiones financieras.
El objetivo es hacer que sea obligatorio para las empresas y los inversores demostrar que sus actividades e inversiones están dando los pasos necesarios para la transición a un mundo de cero emisiones netas.
Setenta bancos centrales ya están trabajando para que esto suceda, y la integración de estos requisitos en la arquitectura financiera mundial será un enfoque clave para la conferencia de Glasgow.
Aún está todo en juego.
Por lo tanto, hay buenas razones para la esperanza, pero está lejos de ser un trato hecho.
Para tener una posibilidad razonable de alcanzar el objetivo de 1,5 °C, debemos reducir a la mitad las emisiones totales para fines de 2030, según el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, el organismo respaldado por la ONU que recopila la ciencia necesaria para informar las políticas.
Esto implicaría lograr cada año la reducción de emisiones que hubo en 2020 gracias a los confinamientos masivos debido a la pandemia.
Las emisiones, sin embargo, ya están volviendo a los niveles que tenían en 2019.
La verdad es que muchos países han expresado grandes ambiciones de reducir el carbono, pero pocos han implementado estrategias para alcanzar esos objetivos.
El desafío para Glasgow será lograr que las naciones del mundo se adhieran a políticas que comenzarán a reducir las emisiones ya.
La ONU dice que quiere ver el carbón eliminado por completo, el fin de todos los subsidios a los combustibles fósiles y una coalición global para llegar al cero neto para 2050.
Eso sigue siendo una tarea muy difícil, incluso si los sentimientos globales sobre enfrentar el calentamiento global están comenzando a cambiar.
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