Un diputado socialista noruego ha nominado para el Premio Nobel de la Paz de este año al movimiento social contra el racismo “Black Lives Matter”, impulsado en Estados Unidos tras la muerte de un ciudadano afroamericano a manos de un policía blanco.
“Cuando me puse a pensar para encontrar lo más importante que ha ocurrido el año pasado en cuanto a paz y conflicto, pensé en ‘Black Lives Matter’. Es un movimiento global muy importante que me ha impresionado mucho”, declaró este sábado al diario Klassekampen Petter Eide, parlamentario por el Partido Socialista.
Eide destacó que el Comité Noruego del Nobel tiene una tradición de vincular el antirracismo con el trabajo por la paz, ya que el racismo “crea conflictos entre países”.
Según el testamento de Alfred Nobel, el magnate sueco que instituyó los premios que llevan su nombre, pueden designar candidatos al galardón de la Paz catedráticos de universidad en Derecho, Historia y Ciencias Políticas, parlamentarios, antiguos laureados y miembros de tribunales internacionales, entre otros.
Sólo si quienes proponen a una persona u organización lo hacen público se puede conocer la identidad de los candidatos, ya que el Comité Nobel noruego únicamente publica el número total de aspirantes y no confirma nombres hasta 50 años después.
Periodistas, opositores bielorrusos y jueces polacos
También se sabe que han sido nominados este año -el plazo finaliza este domingo- por diputados noruegos el movimiento boy scout y la Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias (CEPI) y la Alianza Mundial para Vacunas e Inmunización (GAVI).
El International Fact Checking Network (una red para verificar noticias), la periodista filipina Maria Ressa, Reporteros sin Fronteras, la opositora bielorrusa Svetlana Tikhanovskaja, el colectivo Hongkong Free Press y la asociación independiente de jueces de Polonia figuran también entre los candidatos propuestos.
Los Nobel se deciden cada año en octubre y se entregan el 10 de diciembre, coincidiendo con el aniversario de la muerte de su fundador, en una doble ceremonia: en el Ayuntamiento de Oslo, para el premio de la Paz, y en el Konserthus de Estocolmo, para los otros cinco galardones.
El Nobel de la Paz del año pasado fue para el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU por sus esfuerzos en la lucha contra el hambre, por prevenir su uso como arma de guerra y contribuir a mejorar las condiciones para la concordia en áreas en conflicto.
La ceremonia, al igual que la de Estocolmo, fue reducida a un acto virtual por las restricciones provocadas por la pandemia de coronavirus y el director ejecutivo del PMA, David Beasley, recibió el premio en la sede de esa organización en Roma.
Actualmente, el PMA, que se define como la organización humanitaria líder en la lucha contra el hambre, asiste a 86.7 millones de personas en 83 países todos los años, en un mundo donde una de cada diez personas no tiene suficiente alimento. Según datos oficiales, el programa cuenta con 5.600 camiones, 20 barcos y 92 aviones en movimiento, que entregan alimentos y distintos tipos de asistencia todos los días. Cada año, distribuyen alrededor de 15.000 millones de raciones con un costo estimado por ración de 31 centavos de dólar.
Los esfuerzos del PMA, que se financia en su totalidad con donaciones voluntarias, se focalizan en la “asistencia frente a emergencias, el alivio y la rehabilitación, la ayuda para el desarrollo y las operaciones especiales”. La mayor parte de su trabajo tiene lugar en países afectados por conflictos, donde las personas presentan tres veces más probabilidades de sufrir desnutrición que aquellas que viven en naciones donde no hay conflictos que amenacen su subsistencia.
En situaciones de emergencias, el programa suele arribar primero a la zona afectada para ofrecer asistencia alimentaria a las “víctimas de guerras, conflictos civiles, sequías, inundaciones, terremotos, huracanes, pérdidas de cosecha y desastres naturales”. Finalizada la emergencia, continúan ayudando a las comunidades a reconstruir sus vidas y los medios de vida que se vieron afectados. Además, trabajan para fortalecer la resiliencia y la resistencia de las personas y las comunidades afectadas por las crisis extendidas en el tiempo.
Las madres y los niños son actores de sumo cuidado para el PMA. Sus proyectos de desarrollo suelen enfocarse en combatir la desnutrición de ambos grupos desde las etapas más tempranas, con especial énfasis en los primeros 1.000 días, desde la concepción hasta el segundo cumpleaños del niño o niña, y posteriormente a través de comidas escolares. Cada año, el programa brinda alimentos escolares a más de 16 millones de niños en 60 países.
El PMA está administrado por una Junta Ejecutiva de 36 miembros y trabaja de manera estrecha con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) y el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), ambos también con sede en Roma. Además, se encuentra asociado con más de 1.000 ONG nacionales e internacionales para ofrecer asistencia alimentaria y acabar con el origen de las causas del hambre en el mundo.
(Con información de EFE)
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