De los Estados que han publicado la etnia de quienes han recibido al menos una dosis, el 60,4% son blancos, mientras que solo el 5,4% son afroamericanos.
Los primeros datos de los vacunados contra el coronavirus en Estados Unidos han encendido una alarma por la disparidad racial en el acceso al tratamiento. Los grupos prioritarios de afroamericanos, latinos y nativos -los más castigados por la pandemia- están significativamente subrepresentados entre los que han recibido las dosis, mientras que los blancos reciben el tratamiento acorde a su proporción en la población. La Administración de Joe Biden ha puesto en marcha un plan para revertir la inequidad del sistema, que incluye colocar centros de vacunación en barrios de alto riesgo e invertir en clínicas móviles que lleven las dosis a áreas desatendidas.
Un mes y medio después del arranque de la campaña de vacunación, apenas el 8,3% de los estadounidenses han recibido al menos una dosis y solo el 2% de la población (6,7 millones) ha completado el tratamiento. La mayoría de los Estados no han publicado a qué etnia pertenecen los vacunados, pero los datos de los territorios que sí lo han hecho dejan en evidencia la brecha racial. Según las cifras actualizadas del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), el 60,4% de quienes han recibido lo vacuna son blancos, el 11,5% hispanos, el 6% asiáticos y el 5,4% afroamericanos. El resto pertenece a otra etnia.
En Estados Unidos el virus se ha cebado con las minorías. Afroamericanos, hispanos y nativos muren por coronavirus a una tasa casi tres veces mayor que los blancos y los hospitalizados son cuatro veces más, según los datos del CDC. Thomas La Veist, copresidente del grupo de trabajo para la equidad ante la covid-19 en Louisiana, cree que el problema más grande es la desconfianza “real y justificada” de las minorías ante el Gobierno. Pone de ejemplo, que al comienzo de la pandemia no llegaban los test a sus vecindarios, ellos querían saber si tenían el virus, pero no podían. “Ahora les dicen que se pongan una vacuna que en vez de desarrollarse en 10 años, tardó 10 meses”, explica.
Por ahora, la vacuna está disponible solo para grupos de alta prioridad, lo que en términos generales significan adultos mayores y personal médico. Los primeros datos han encendido la alarma porque los afroamericanos, latinos y asiático-estadounidenses constituyen el 41% de los trabajadores de la salud. Si las cifras reveladas ya indican una brecha racial significativa, es probable que solo se vaya acrecentando a medida que los grupos siguientes sean más jóvenes y no tan familiarizados con la ciencia. “Tenemos un problema de desconfianza, que seguramente se va a agrandar cuando la vacuna esté disponible para todos”, advierte La Veist, quien está contactando a líderes afroamericanos y latinos para que informen a sus comunidades sobre la importancia de vacunarse.
Los patrones actuales son “señales de alerta temprana sobre posibles disparidades raciales en el acceso y la aceptación de la vacuna”, según un informe de la Kaiser Family Foundation. Los expertos enumeran, entre los factores posibles de brecha, además de una profunda desconfianza al sistema médico arrastrado por un historial de trato discriminatorio; el acceso deficiente a las vacunas en los barrios negros; y una disparidad digital que dificulta el acceso a la información. La mayoría de los registros para conseguir la vacuna lo hace a través de internet.
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