Era uno de los momentos más esperados desde el ascenso de Joe Biden a la presidencia de Estados Unidos. El miércoles llegaba el nuevo presidente a la sede del departamento de Estado desde la Casa Blanca, un viaje de apenas un kilómetro, pero poco común, que suele hacerse sólo para visitar a los diplomáticos al principio de un mandato.
Por David Alandete – ABC DE ESPAÑA
Iba a aprovecharlo Biden para formular sus prioridades en materia de política exterior ante 50 representantes del cuerpo diplomático. Las expectativas eran altas, tras cuatro años de malas relaciones entre la diplomacia y el expresidente Donad Trump. Biden, finalmente, habló durante casi 20 minutos en una de las salas más emblemáticas del departamento de Estado, dedicada a Benjamin Franklin, y prometió
un renacimiento de la diplomacia norteamericana. Fuera de su discurso quedó Iberoamérica.
A pesar de haber proclamado reiteradamente su intención de volver a dar prioridad a la diplomacia en los contactos con sus aliados internacionales, Biden aun no ha formulado en público una política con respecto a Iberoamérica y, es más, no ha nombrado para nada al continente americano en discurso alguno. Y no es sólo él. Lo mismo hizo el nuevo secretario de Estado, Anthony Blinken, durante su primera comparecencia ante los medios tras asumir el cargo. Queda claro que, tras dos semanas en el cargo, Biden no tiene a Iberoamérica como una prioridad en su agenda. Antes ha nombrado a un enviado especial para el conflicto en Yemen, o para los contactos con Irán, que para la crisis en Venezuela, que ya suma casi cinco millones de refugiados, u otros asuntos de gran urgencia en el continente americano.
Especialmente crítico con la extrema cautela de la Administración Biden está siendo el senador republicano Marco Rubio, muy influyente en la política de Trump hacia Iberoamérica, en especial Cuba y Venezuela. Aunque Rubio votó a favor de que Blinken fuera secretario de Estado, desde entonces ha marcado distancias. Según este político que ya aspiró a la presidencia en 2016 y seguramente repetirá en 2024: «En la actualidad, parece que la Administración Biden terminará en el lado equivocado de la historia y el pueblo cubano sufrirá aún más como resultado de ese error histórico». Cierto es que Blinken sí dijo en las vistas de su confirmación en el Senado que no habría cambios con respecto a Venezuela. Sobre Cuba no es explayó.
De momento, las menciones a Cuba o Venezuela se han circunscrito a las ruedas de prensa de los portavoces o asesores de Biden, en conversaciones siempre con los medios de comunicación. De hecho, cuando la nueva portavoz de la presidencia, Jen Psaki, o el de la diplomacia, Ned Price, han hablado de Cuba o Venezuela, siempre ha sido porque un periodista les ha preguntado antes. En ambos casos, han leído sus respuestas de unas notas preparadas. Es un contraste con respecto a la fijación de la Administración Trump con Colombia, Venezuela y Cuba, algo que le permitió al expresidente ganar cómodamente en Florida.
Silencio sobre Cuba
Especialmente clamoroso es el silencio de Biden sobre Cuba, un país al que Trump volvió a incluir en la lista de promotores del terrorismo y sobre el cual endureció el embargo llevándolo hasta sus últimas consecuencias y reduciendo el flujo de inversiones extranjeras en el turismo. Preguntada por Cuba el 28 de enero, Psaki dijo: «Nuestra política hacia Cuba se rige por dos principios. Primero, apoyo a la democracia y los derechos humanos. Ese será el núcleo de nuestros esfuerzos. En segundo lugar, los estadounidenses, especialmente los cubanoamericanos, son los mejores embajadores de la libertad en Cuba. Así que revisaremos las políticas de la Administración Trump», añadió.
Price habló sobre la crisis en Venezuela en su rueda de prensa del miércoles, en la que reiteró que EE.UU. considera a Nicolás Maduro un dictador y que no negociará con el régimen. De momento, ni la Casa Blanca ni el departamento de Estado han anunciado postura alguna sobre sanciones en Cuba o Venezuela. Lo único que permite adivinar cierto cambio es que el nuevo asesor para el continente americano en el Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Juan Sebastián González, ha dicho a la cadena Univisión que las sanciones no funcionan si no van acompañadas de una estrategia diplomática. De momento, no está claro cuál es esa estrategia diplomática. Este diario ha pedido a González que aclare su postura en cuanto a sanciones, pero este se ha negado a responder.
El olvido de Iberoamérica queda patente también en la agenda del presidente. Como es habitual, las primeras llamadas extranjeras en el cargo las hizo Biden a los jefes de gobierno de los vecinos norteamericanos, Canadá y México en ese orden. Después llegaron las llamadas a homólogos en Reino Unido, Francia, Alemania, Rusia, Japón, Corea del Sur y Australia. Quedaron fuera de esa primera ronda el resto de socios y vecinos de Iberoamérica y España. Hay más. Desde que ganó las elecciones, del continente americano, Biden sólo ha hablado además con los líderes de Chile, Argentina y Costa Rica. No ha habido contacto con dos estrechísimos aliados de EE.UU. como son Brasil y Colombia, ambos gobernados por mandatarios que tenían una gran sintonía con Trump.
De momento, la única prioridad de la nueva Casa Blanca con respecto a Iberoamérica se circunscribe a la frontera. De hecho, Biden tiene ya en el cargo a una asesora para la seguridad fronteriza, una veterana diplomática, Roberta Jacobson, que fue embajadora en México entre 2016 y 2018. Jacobson sí habló con la prensa, en español, la semana pasada, y dijo que «como el presidente Biden ha dicho muchas veces durante la campaña, él entiende muy bien la prioridad de nuestro continente, que no es solamente nuestra política exterior, sino también nuestra política doméstica». Y añadió: «Una de las cosas más interesantes es que el presidente Biden cree que las cosas de política exterior y doméstica realmente no se pueden separar totalmente, y que tenemos que ordenar nuestra casa domésticamente y también regresar a liderar en el ámbito extranjero».
Un diplomático respetado
Jacobson fue subsecretaria de Estado para América Latina entre 2012 y 2016. Desde ese puesto en el departamento de Estado, coordinó la política iberoamericana de Barack Obama en su segundo mandato. Ahora, Biden ha elegido a otro veterano diplomático para ocuparlo: Brian A. Nichols, que viene de ser embajador en Zimbabue pero que tiene una experiencia crucial en Iberoamérica. No sólo ha sido «número dos» en la embajada estadounidense en Colombia y embajador en Perú, sino que además ha coordinado la división de la lucha contra el narcotráfico en el propio departamento de Estado, algo crucial sobre todo en el trato al régimen de Maduro y su parte en el negocio internacional de la droga.
Aun así, Nichols, que es muy respetado en círculos diplomáticos, aún debe ser confirmado por el Senado, donde hay una larga lista de vistas atrasadas, más aún cuando el lunes comienza el juicio político a Trump por su segundo «impeachment».
También está vacante el cargo, importante, de embajador de EE.UU. ante la Organización de los Estados Americanos (OEA). Lo ocupó hasta enero Carlos Trujillo, un político muy alineado con Trump, que en su marcha describió lo que para él, como muchos veteranos de la Administración Trump, fueron sus prioridades absolutas: «Avanzamos los intereses de EE.UU. y luchamos por la democracia y los derechos humanos, incluyendo a Cuba, Nicaragua y Venezuela».
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