La oficina de Naciones Unidas en Birmania condenó la violencia ejercida por la Policía en respuesta de las manifestaciones pacíficas en contra del gobierno militare que tomó el poder la semana pasada.
EFE
En varias ciudades, como la capital, Naipyidó, o Mandalay, la segunda ciudad por número de habitantes, entre otras, las autoridades usaron cañones de agua para tratar de dispersar a los manifestantes y causando varios heridos.
También hay reportes del disparo de munición real contra las personas que protestaban en la capital, con al menos una herida de extrema gravedad.
«Pido a las Fuerzas de Seguridad que respeten los derechos humanos y las libertades fundamentales, incluido el derecho a la reunión pacífica y libertad de expresión (…) El uso desproporcionado de la fuerza contra los manifestantes es inaceptable», indicó anoche en un comunicado Ola Almgren, coordinador de la ONU en Birmania.
Al menos 7 personas han resultado heridas, tres de ellas hospitalizadas, indicó un portavoz del partido Liga Nacional para la Democracia (LND), depuesto del gobierno por la asonada y cuya líder, la Nobel de la paz Aung San Suu Kyi, permanece bajo arresto.
Desde el golpe de Estado perpetrado el 1 de febrero por los militares, al menos 190 personas han sido detenidas, 19 de ellas fueron fueron liberadas más tarde, informa este miércoles la Asociación para la Asistencia de Presos Políticos (AAPP) en Birmania.
En Naipyidó, «una mujer recibió un disparo en la cabeza» mientras se manifestaba contra «el regreso de la dictadura» y se encuentra hospitalizada.
«La munición real nunca debe ser utilizada contra civiles que se manifiestan de manera pacífica», condenó hoy AAPP la actuación de los uniformados.
Miles de personas a lo largo del país desafiaron ayer la ley marcial decretada el lunes por los militares en varias ciudades y distritos de Rangún, la antigua capital y ciudad más poblada, para manifestarse en rechazo del gobierno militar, encabezado por el general Min Aung Hlaing.
En un discurso a la nación la noche del lunes, Min Aung Hlaing, alegó un fraude masivo en las elecciones del 8 de noviembre como argumento para justificar la toma del poder.
En dichos comicios, donde observadores internacionales no detectaron ningún amaño, arrasó, como ya hizo en 2015, la LND de Suu Kyi al imponerse en esta ocasión en el 83 % de los escaños en liza.
A pesar de la celebración de elecciones y el proceso iniciado en 2011 en Birmania hacia una «democracia disciplinada», como la denominan el Ejército -que gobernó el país con puño de hierro de 1962 a 2011-, el mando castrense mantenía todavía un amplio control sobre los aspectos políticos y económicos del país.
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