Extremistas del Estado Islámico (EI) destruyeron todo a su paso. Usaron martillos para arrancaron figuras, cruces e inscripciones en lengua siriaca esculpidas en piedra. También usaron un taladro para desfigurar el grabado de la recreación de San Behnam montado a caballo y pisoteando al diablo. Hicieron lo mismo con el de la hermana del venerado mito cristiano, Sara, situado en un pilar adyacente.
El padre Yusef Sakat, sacerdote sirio-católico explicó a El Mundo que eran tallas muy antiguas, con cientos de años de historia, pues aquél monasterio, el de Los Martires de San Behnam y su hermana Sara, ubicado al norte de Irak, comenzó a construirse en el siglo IV.
Los extremistas, mientras eliminaban los signos cristianos del edificio, aprovechaban para ondear sus banderas negras, y colocaron la más grande en la torre principal. Comenzaron a pintar los muros con pintas religiosas y otras que confirmaban la nueva identidad del monasterio: Propiedad del Estado Islámico, decían algunas de esas pintas.
En el templo, los extremistas también abrieron un agujero en una de las cúpulas, con la intención de usarlo como una posición de francotiradores.
En junio, de 2015, los fanáticos volaron los panteones en donde se guardaban las reliquias de San Behnam y su hermana Sara. El religioso Yusef Sakat se sintió mal, luego de ver las imágenes de las explosiones que sacudían los mausoleos, lugar de peregrinaje tanto para cristianos como para musulmanes y yazidíes, que le atribuyen una aureola milagrosa. Desde su “exilio” en Suleimaniya -en el Kurdistán iraquí-, siguió rezando para que los fanáticos no descubrieran uno de sus secretos.
El 10 de junio del 2014, cuando los seguidores del califato llegaron a Kheder, una ciudad al norte de Irak, a 30 kilómetros de Mósul, en donde está San Behnam, Sakat había decidido quedarse en en el templo junto a otros dos monjes y dos asistentes, a pesar de que su superior le había dado la opción de abandonar el templo antes de la llegada de los extremistas y refugiarse en Qaraqosh, una ciudad cristiana que estaba cerca, y que resistía el avance de los fundamentalistas.
Yusef había sido nombrado, en diciembre 2012, superior del emblemático recinto.
El monasterio de San Behnam fue edificado a la memoria de los dos hijos de un rey asirio que mandó asesinarlos por haberse convertido al cristianismo, en el siglo IV después de Cristo. Su historia está vinculada estrechamente a la crónica más simbólica de esa cultura milenaria.
El grupo de los religiosos aguantó en San Behnam mientras los extremistas, el primer día, entraron con varios coches altavoces, haciendo hondear su bandera y disparando al aire. Cuando se cansaron se retiraron a una mezquita ubicada enfrente del monasterio, a rezar.
Para esto, los monjes ya estaban atrincherados en el interior del templo. Para el séptimo día, los militantes comenzaron a golpear el portón con sus fusiles. Sakat les abrió la puerta. Le hablaron del Islam, le ofrecieron el perdón y se marcharon.
Para la siguiente ocasión, llegaron directamente a robar las 120 toneladas de trigo que se acumulaban en el monasterio de la reciente cosecha. La vigilancia de los militantes se intensificó con el paso de las jornadas. Establecieron múltiples controles en los accesos de la villa y arrestaron a varios miembros del ejército iraquí. Nadie volvió a saber qué había ocurrido con ellos.
Tras el robo del trigo, el pequeño grupo de hombres pensó en como podrían salvar los 630 manuscritos y algunos otros libros sagrados que había en el centro religioso, y que habían sido recompilados por éste. Los escritos son del siglo XII al XVIII y están redactados en lenguas tan antiguas como el origen de los ejemplares: siriaco, ‘garnushi’ (árabe escrito con caracteres siriacos), farsi, griego o turco.
Yusef Sakat hizo un primer intento de sacar los libros del monasterio en su auto, junto con oro y algunos otros objetos venerados por la comunidad, pero al intentar burlar los puestos de vigilancia de los extremistas los milicianos le detuvieron y le enviaron de vuelta al monasterio. Tras esto, intentó sobornar a uno de los extremistas que conocía para que lo dejara pasar. El extremista había aceptado, y le dijo que le llamaría para informarle cuando pudiera salir. Recibió la llamada y salió a toda prisa en su coche, pero al pasar el control aparecieron tres vehículos llenos de militantes que lo esposaron e interrogaron.
Los radicales, al ver el contenido que se ocultaba en el auto, lo golpearon con barras de hierro, le colocaron una pistola en la cabeza y uno amenazó con dispararle a menos que les explicara por qué había sacado los libros del monasterio. Después, sin explicación alguna, lo soltaron y dejaron volver al monasterio de San Behnam.
El 19 de julio un musulmán local, con quienes los religiosos tenían contacto para estar informados de lo que pasaba con las fuerzas del Estado Islámico, le llamó a Sakat y le dijo que los responsables del EI habían decidido enviar patrullas la tarde del día siguiente para poner fin a la presencia de los religiosos cristianos en territorio controlado por el grupo armado.
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