Tradicionalmente, el Palacio de Buckingham protege a la familia real británica trazando una línea entre lo público y lo formal, por un lado, y lo personal por el otro.
La negativa a comentar sobre lo personal es una interpretación estratégica de la máxima de la familia: «Nunca te expliques, nunca te quejes».
Pero la división entre lo público y lo personal siempre fue un artificio. Los miembros de la realeza se casan frente a decenas de millones de personas, tienen funerales de estado, publican fotos en cumpleaños y aniversarios, y permiten que conozcamos una parte de sus vidas privadas a cambio de una cobertura de prensa generosa y tranquila.
Pero esa división, aunque a menudo se ignore, sigue siendo el principio rector de la relación formal de la familia real con el mundo exterior.
Ahora, lo que vemos, son las contradicciones que surgen de la mezcla de lo personal y lo público.
Algunas acusaciones clave de la entrevista de los duques de Sussex con Oprah son sobre el comportamiento personal y los comentarios de los miembros de la familia real, y cómo, a través de negligencia colectiva y quizás alguna intención maliciosa, dejaron a Harry y Meghan sin más remedio que irse.
Otras declaraciones consistieron en una terrible descripción de un plantel de trabajadores insensible.
Toda la institución real fue retratada como si nada se hubiera aprendido de los días en los que la princesa Diana, madre de los príncipes William y Harry, estaba viva.
La duquesa es una comunicadora formidable y demostró ser una contrincante muy difícil con quien pelear. Además, un Harry recién liberado, habló con elocuencia.
«Un puñal al corazón»
Meghan dio algunos de los golpes más fuertes.
¿Qué va a decir el Palacio de Buckingham sobre la acusación de que un miembro anónimo de la familia hizo un comentario -o más de uno- sobre el color de piel del futuro hijo de la pareja?
Junto al dolor personal y la ira que se desprendían del testimonio de la duquesa, Harry condenó a la institución real con la sugerencia de que era incapaz de cambiar, amar y comprender.
Las contradicciones del Palacio y de la monarquía son exactamente lo que lo hace tan especial, tan extraño, tan interesante y tan difícil de trabajar si se está dentro: la fusión de los roles personales y públicos, la acumulación de la tradición, la mezcla de responsabilidad pública, el incesante interés de los medios y la necesidad de seguir siendo relevantes.
La insinuación de Harry de que su familia también -su padre, el príncipe Carlos, y su hermano el príncipe William- están «atrapados» en su mundo y que él sentía «compasión» por ellos, fue un puñal cubierto de terciopelo en el corazón de la monarquía moderna.
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